Las peores opciones para una elección: el miedo o la bronca
El malestar que atraviesa a parte importante de nuestra sociedad esta basado justamente en plantear como alternativa estos dos supuestos extremos, como si fuesen los términos de una nueva confrontación política.
Hace años, una parte importante de la sociedad argentina se encuentra sumergida en una crisis de representación política.
De un modo muy general, esta definición debe entenderse como la presencia de una o varias circunstancias cuyos efectos tienden a degradar y rebajar la calidad del sistema democrático actual y, en particular, la conexión existente entre los ciudadanos y sus representantes.
Una de las causas capital de este contexto, es el papel de los partidos políticos y su relación con la sociedad. En la Argentina hoy tienden a monopolizar la vida pública y simplificar el debate político a meros eslóganes que reducen, si no eliminan, el intercambio racional de ideas. Esto desemboca en la conversión de una sociedad en una masa impersonal a la que la política se dirige apelando más a sus instintos, sentimientos o pensamientos preconcebidos, que a algún modelo ideológico o político real. Nunca antes el país se encontró frente a este escenario con tal nivel de exposición.
De cara al 19 de noviembre, la oferta política hoy está liderada, por un lado, por el partido que dirige el libertario Javier Milei. Tiene un núcleo de seguidores de sus ideas que representa el 30% del electorado. Del otro lado está, con poco más de otro tercio de los votos, el candidato del oficialismo Sergio Massa.
Ambos coinciden en señalar en sus discursos que si gana las elecciones su contrincante, el país ingresará en un caos económico y social. Massa, introduciendo el miedo sobre los derechos que posiblemente se perderán y la anarquía de un mercado sin Estado. Milei, inyectando odio en una sociedad hastiada, asegurando que la corrupción aumentará, profundizando la crisis actual. Todo se centraliza en “el mal es el otro”.
El docente e investigador José Luis Prado, de la Universidad Complutense de Madrid, desarma con mucha frescura este nudo conceptual. El académico remarca, en uno de sus recientes escritos, que el aparente enfrentamiento entre políticas “populistas” (las que nos aseguran que nadie nos pasará una cuenta que no podamos pagar, aunque por desgracia no puedan garantizarnos que tengamos una cena todas las noches que poner sobre la mesa) y “neoliberales” (las que nos aseguran que no tendremos que sufragar los gastos de ningún “planero” más, aunque por desgracia no pueden garantizarnos que no tengamos que convertirnos algún día en uno de ellos), no es tal ya que es una misma (y paradójica) carga emocional y retórica, que presenta dos cabezas.
El malestar que atraviesa a parte importante de nuestra sociedad esta basado justamente en plantear como alternativa estos dos supuestos extremos, como si fuesen los términos de una nueva confrontación política. Que tengamos que aceptar el “populismo” (cuyos vicios conocemos de sobra por la historia política reciente) para no caer en el “neoliberalismo”, o viceversa; es un planteamiento sobre el que no hay que resignarse. Para la Argentina, el “populismo” no es una alternativa al “neoliberalismo” (ni tampoco al contrario); ambos son síntomas pertenecientes a un mismo síndrome que termina reflejando la decadencia de la política y la ruptura del contrato social, que hace ya años los argentinos no podemos recomponer.
Resignarse implica para una sociedad un proceso de sometimiento cuya faceta final es la inacción. Lo peor que nos puede pasar es aceptar este presente con resignación.
La economía que se viene
Esta claro que, independientemente de quien sea el que asuma la primera magistratura a partir del 10 de diciembre, no hay que esperar grandes cambios en los indicadores de la economía argentina. La inercia que llevan los acontecimientos hace poco probable que en el 2024 las principales variables macro puedan tener un claro cambio de tendencia.
Distintos informes de consultoras, que circularon esta semana entre sus clientes, dan cuenta de un escenario compleja para el próximo año.
La calificadores de riesgo Moody's advirtió que podría haber una agudización de la crisis local. En su informe menciona que la inflación podría aumentar el año próximo hasta el 275% teniendo en cuenta la aceleración de precios que se espera tras la fuerte emisión del último semestre del año. Para el cierre 2023 proyecta una inflación del 150% aproximado. Detalla que el "Banco Central está perdiendo el control de la situación macroeconómica del país", tras elevar la tasa de interés al 133% el pasado octubre, "casi el doble que en enero".
La calificadora de riesgo vaticina una caída del Producto Bruto Interno (PBI) del 3,5% para este año y del 2,5% en el 2024, "antes de volver a un tibio crecimiento del 1,5% en 2025". Para la firma, los resultados económicos para los próximos años dependerán en gran medida de la política que tome el futuro gobierno y advierte en otro párrafo del informe: "Independientemente del resultado de las elecciones del 19 de noviembre, prevemos que la nueva administración tendrá enormes dificultades para corregir los desequilibrios fiscales y externos que sustentan los enormes retos económicos del país".
La falta de certezas prevalecerá, como mínimo, en gran parte del año que viene. Todos los indicadores apuntan a eso. No hay que olvidar que ninguno de los dos candidatos ha mostrado un programa serio de estabilización y crecimiento de la economía. Solo realizaron anuncios aislados y desconexos con la realidad económica que atraviesa el país.
La incertidumbre política es muy alta, "incluso para un país acostumbrado a la volatilidad financiera y políticas desordenadas, debido a las visiones claramente opuestas que ofrecen los candidatos y la magnitud de los problemas económicos", señala el informe de Moody’s en uno de sus párrafos finales.
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