Los interrogantes que emergen a partir del 10 de diciembre
Lo que viene para el campo -y en general para toda la economía del país- será terriblemente complejo, y de resolución muy larga, probablemente más de un periodo presidencial. ¿Cómo revertir el fuerte estancamiento productivo?
Inmersos en una de las peores campañas políticas de la historia argentina reciente (y una de las más sucias), los argentinos, que aún conservan alguna capacidad de sorpresa, deben digerir el estéril enfrentamiento de partidos y personajes a los que el resto del país no parece importarles demasiado.
Lo siguiente a analizar es que, sea cual fuere el resultado de la 2º vuelta electoral, lo que viene después del 10 de diciembre será terriblemente complejo, y de resolución muy larga, probablemente más de un periodo presidencial.
Dicho esto, el planteo de los distintos sectores productivos, entre los que está el campo, es intentar visualizar, con los datos disponibles hasta ahora, que es lo que deberá enfrentar con la nueva Administración, y en qué esquema puede llegar a comenzar su recuperación hasta, al menos, alcanzar a vecinos como Chile, Brasil, o Uruguay, por citar solo a algunos. Dicho de otra forma, revertir el fuerte estancamiento productivo, especialmente de las dos últimas décadas.
Y ante eso, las preguntas a responder son varías. ¿Habrá un solo tipo de cambio (sin variaciones, sin brecha, y sin intervención oficial en el mercado?. ¿Desaparecerán los cupos, cuotas, restricciones para operar, cierre de registros?
¿Se dejarán los precios en libertad, sin sacarle a unos, para darle a otros, alterando todas las reglas conocidas?. Y en todo caso, con ayudas explícitas, abiertas, para los sectores transitoriamente más vulnerables?
¿Volverá a haber garantías (amplias) para la propiedad privada?. ¿Se comenzará a reducir, efectivamente, el elefantiásico tamaño del gasto público? ¿Se cambiará además, el programa fiscal agobiante, (también relacionado con lo anterior) para que la producción pueda volcar parte de esos recursos en producir, en lugar de sostener esquemas de gastos públicos ineficientes? ¿Se hará lo mismo con una desregulación laboral que posibilite aumentar la planta de empleados, y sin riesgo de fundirse? ¿Se volverá al concepto de “competitividad” global para que, en forma integral, los productos locales puedan salir al mundo?
Respondidas estas preguntas, tampoco está todo dicho todavía.
Sin duda, lo previo se enmarca en un esquema muchísimo más amplio, que implica un “ plan estratégico” que defina claramente, y en forma inamovible, cuál es la propuesta integral que el candidato ganador, tiene para el país y que, en realidad, tendría que haber sido hecha pública antes, cómo para que la ciudadanía sepa (y conozca) lo que va a elegir.
Y esto es fundamental por varias razones, además de la estabilidad de las reglas y la proyección de mediano-largo plazo que requiere cualquier esquema productivo, especialmente en el campo donde la fruticultura, la forestación, o la ganadería de cría y el tambo, por citar algunos ejemplos, requieren de varios años de espera e inversiones, para comenzar con la producción a pleno.
Pero además, un plan es básico para saber dónde se deben priorizar los recursos (que generalmente suelen ser escasos); cuáles son las obras públicas capaces de multiplicar más; que esfuerzos de comunicación se deben hacer en cada región (telefonía, fibra óptica, 5 G), qué servicios son imprescindibles en cada zona, evitando que las obras sean solo un trofeo político para gobernadores afines, sin importar el impacto económico y socialice tengan.
Querer administrar un país sin plan, es como pretender hacer una casa (u otra construcción) sin plano. Y por sobre todo esto hay más aún. ¿Qué educación se va a proveer a la ciudadanía?. ¿Para hacer que?. ¿Se seguirán recibiendo anualmente cientos/miles de abogados, contadores y sicólogos, o se inducirá a la ingeniería, las ciencias “duras”, las tecnologías de alimentos y agua; la arquitectura de grandes obras? ¿Qué se hará con la educación y la salud “no” urbanas, para no decir, “rurales”?. ¿Hay médicos y maestros (preparados) para esta demanda hoy insatisfecha?. ¿Y las carreras técnicas con salida laboral, para los miles de jóvenes que no están en la ciudad, ni quisieran tener que emigrar a ellas?…
Y el último gran interrogante que se deberá contestar es: ¿Se está dispuesto a controlar la actuación de los diputados (representantes de los ciudadanos) en el Congreso? ¿Se va a auditar a las autoridades para el cumplimiento efectivo de sus compromisos cívicos, o el “que Dios y la Patria me lo demanden”, es solo una fórmula de protocolo al asumir?. ¿Quién evalúa si los “representantes del pueblo” están votando las leyes que necesita el país, o solo están devolviendo favores políticos a sectores/personajes interesados?.
Y, finalmente, por sobre todo, ¿la ciudadanía está dispuesta a defender la independencia de poderes como para que el Legislativo controle al Ejecutivo; éste al Judicial, y la Justicia, seria y calificada, se ocupe de los otros dos?.
¿Hay una cuota de orgullo nacional para trabajar por estos temas, y volver a ser un país grande, conocido por sus fortalezas, y no por su corrupción?.
No es un cuestionario tan largo, como para no saber, al contestarlo, donde puede llegar a estar el campo a partir del 10 de diciembre….
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