Columna de Opinión

¿Y la regalaría, quién la paga?

El Gobierno ha tomado la decisión de poner dinero, sin ningún tipo de respaldo, en los bolsillos de todos los argentinos. Un escenario que deja un futuro incierto para la ya golpeada economía del país.

No existe nada gratis. Es cierto. En algún lugar, y momento, siempre alguien lo tiene que pagar.

El tema viene a cuento por la cantidad de “bonificaciones” que, como nunca, siguen apareciendo en este período preelectoral lo cual, aunque suele ser más o menos frecuente antes de las elecciones, nunca se había dado en semejante magnitud.

Bonos, devolución del IVA, dólar-soja (I, II, III, IV, V….); rebaja del impuesto a las Ganancias; mejora a los jubilados, a los monotributistas, a los autónomos; la “barata” de la carne; de la leche; los Precios Justos (los Controlados, los sugeridos); el estacionamiento gratis; la postergación de los aumentos de algunas tarifas; de los combustibles; las rebajas en las retenciones “de los extrapampeanos” (mal llamados “regionales”), o de los lácteos, etc., etc., etc.

Y, como “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía…”, la gente toma los beneficios, pero sabiendo que tras algunas semanas, o a más tardar el 10 de diciembre, cuando cambie el Gobierno, la mayoría de ellos habrán desaparecido.

Pero lo que va a seguir estando es el descomunal desaguisado con los mercados; la alteración brutal de los precios relativos; la pérdida de la mayoría de los precios de referencia, todo debido a la fuerte intervención forzada en los distintos mercados, y que luego llevará bastante tiempo lograr regularizar.

Tampoco va a desaparecer la deuda generada por los “regalitos”, y que se deberá pagar, de una forma o de otra. Y no va a valer “sorprenderse” después ante la factura que llegue…

Por supuesto que algunos se beneficiaron con una o más de las propuestas oficiales, pero ni siquiera este grupo termina con saldo favorable, y apenas habrá logrado achicar parte de los quebrantos que le está imponiendo el sistema general. Ni hablar de los que ni siquiera accedieron a alguno de los beneficios…

Para colmo, en el caso del campo, ni el clima termina de ordenarse como para tener una expectativa demasiado favorable. Los mercados internacionales están con subas y bajas, pero lejos de los precios récord de otros momentos.

El caso de la carne es bastante emblemático en este sentido pues, si bien ahora las exportaciones van mayoritariamente a China, y los volúmenes siguen siendo relativamente altos, el precio bajó en forma marcada, mientras que en el mercado interno es casi imposible saber hoy cual es el precio “real” pues, por un lado hay una caída de la demanda doméstica, pero también hay una fuerte “sugerencia” oficial para no operar por encima de determinados valores, lo que favorece la tendencia a negociar por circuitos menos regulares. Y eso determina que se pierdan los precios de referencia verdaderos, lo que se suma a las pérdidas de quienes deben vender en estas condiciones; la de quienes deben comprar con sobreprecios o valores por fuera del mercado “oficial”; la de quienes no pueden vender a los verdaderos precios en mostrador; pero mucho más está la cantidad de productores y empresas que usan los valores índice para sus contratos, y que ahora se ven afectados por una operatoria irregular que impone precios índice ficticios, en mercados cada vez menos transparentes.

Y eso se multiplica hasta el infinito con servicios, repuestos, productos, insumos, y hasta con la mano de obra.

De ahí que la cuenta final, aún para el que pudo “pescar” algunos de los muchos (pero anárquicos y desordenados) beneficios oficiales, ya no resulte favorable, y mucho menos cuando la fiesta termine y haya que “pagar los gastos” que, como se sabe, siempre los terminan afrontando los contribuyentes.

Va a ser como comprarse el regalo de cumpleaños uno mismo (pero mucho más caro…).

En esta nota

Dejá tu comentario