El campo no aparece...
Se consolida la imagen del gran ausente: el sector agropecuario, totalmente alejado de las campañas, de las propuestas partidarias, de los debates entre los candidatos.
Ya en la recta final de una de las campañas proselitistas más compleja, controvertida, “sucia”, y determinante de las últimas décadas, se consolida la imagen del gran ausente: el campo, alejado de la campaña, de las propuestas, de los debates…
Solo cada tanto, de visita a alguna localidad más “rural”, los candidatos se sintieron obligados a decir algo al respecto.
Incluso quedó en evidencia que más allá de un asesor esporádico, ninguna de las dos alternativas que llegan al balotaje contaba con un equipo estable, consolidado, y con experiencia en el sector agroindustrial hasta el punto que alguno de los posibles presidentes de la República ni siquiera conocía (o conoce) a sus eventuales futuros funcionarios, y tampoco estos entre si.
¿Capacitados?, tal vez, en ciertos aspectos. Ninguno de los nombres que trascendieron hasta ahora pasó alguna vez por la función pública, aparecen también un par de empresarios del sector, algún académico, varios “asesores”, y algún dirigente “profesional”, o sea, de los que cobran por su trabajo (lo cual deja afuera a prácticamente, a todos los representantes, y ex, de las entidades del campo).
Y tal vez, como se mencionaba en esta misma columna semanas atrás, tampoco sea excluyente saber quienes ocupan esos lugares sino, más vale, hacia adonde apunta la nueva administración y cual es el programa para ese (aún no revelado) objetivo. De hecho, un cargo mucho más trascendente, como el de Ministro de Economía (del que dependen buena parte de las cuestiones clave de la agroindustria), tampoco está definido en ninguna de las dos alternativas.
¿Por qué entonces, la importancia de saber quienes estarán en Agricultura a partir del 10 de diciembre?
En realidad, por dos cuestiones bien distintas, una pragmática, operativa, a futuro; y la otra más política, sociológica y, si se quiere, “hacia atrás”,
y empezando desde este último punto surgen muchas preguntas: ¿Por qué el sector con mayor distribución geográfica en el país, casi no existe en la política general, y mucho menos en las partidarias? ¿Puede ser que un área que aporta el grueso (cerca del 70%) de las divisas que logra el país, solo sea tenida en cuenta a la hora de la recaudación y de los aportes tributarios? ¿Qué determina que el sector de la política ejecutiva prácticamente no registre a los hombres destacados del sector, sean empresarios, técnicos, especialistas , etc.?
El porqué los funcionarios de turno parecen ignorar sistemáticamente al “campo” podría responder al hecho, para nada menor, de que “siempre está ahí". Dicho de otra forma, en el corto plazo, que es casi el único que le interesa a la política actual, el campo siempre sigue produciendo sea cuales fueren las condiciones, y los efectos negativos sobre este sector se visualizan recién en períodos de mediano y largo plazo cuando, a su vez, ya es casi imposible, o muy difícil, revertir estas tendencias. Y, en la mayoría de los casos, ya es cuando hay otra administración distinta al frente del país. Entonces, importa poco.
En el pasado reciente, solo hubo dos excepciones a esta regla: la reacción generalizada por el intento de aplicar la Resolución 125 de retenciones móviles en 2008, que provocó un parate de 4 meses, y le costó el cargo a 2 ministros, el de Economía, Martín Lusteau; y el de Agricultura, Javier De Urquiza, y hasta al Jefe de Gabinete de entonces, Alberto Fernández, nuestro todavía Presidente en ejercicio.
El otro caso, es la sequía que afectó en los 3 últimos ciclos, con especial incidencia este último año en la Pampa Húmeda, y que provocó una baja de alrededor de US$ 22.000 millones en el ingreso de divisas por exportaciones, aunque las pérdidas económicas y productivas a lo largo del país fueron mucho mayores.
El hecho, además de haber servido como argumento de campaña para justificar la falta de dólares, la inflación, y toda otra serie de cuestiones totalmente discutibles, obligó a que los grandes hombres de la política recién “registraran”, con dureza inapelable, la importancia que la producción agroindustrial tiene para el conjunto del país.
Igual no es para hacerse ilusiones. La memoria es corta, y ya están calculando que, como llueve, todo está solucionado, que entrarán el año próximo los US$ 22.000 millones más por exportaciones que no ingresaron en este 2023 (lo que no ocurrirá totalmente) e, incluso, alguno ya está pensando en que impuesto o tasa nueva se le podrá aplicar a la producción para compensar lo que forzosamente se le cortará a provincias y municipios por falta de fondos.
La fiesta habrá que pagarla, y aquí no a pasado nada. El campo seguirá trabajando…
En cuanto a la primera cuestión, la pragmática, la operativa, es igualmente llamativo que los candidatos no quieran, o no les preocupe, tener equipos asentados, capaces se alertar sobre cuestiones de muy alto impacto para cualquier gobierno. Uno de los aspectos claves de una gestión es la posibilidad de “delegar”, y la de tener “filtros” para que los problemas no le exploten en la cara al presidente de turno, más aún, cuando se trata de un sector tan diversificado y extendido a lo largo de todo el territorio. Sin embargo, y una vez más prácticamente como en las últimas tres décadas, parece que se volverá a repetir la improvisación, y en el mejor de los casos, el voluntarismo de un grupo de personas que están esperando asumir para comenzar a conocerse…La historia se repite. Todo muy lamentable.
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