Perú: la pesca industrial amenaza la Reserva Nacional de Paracas

Frente al mar cristalino de Laguna Grande, en la Reserva Nacional de Paracas, a 360 km al sur de Lima, Carmen Arenas, una pescadora artesanal de 56 años, alza la voz con angustia. Mientras recolecta macroalgas pardas, siente la sombra de la pesca industrial invadiendo este santuario natural.

“Si hay anchovetas, hay aves y abono para las algas. Sin ellas, todo colapsa”, explica. Este pequeño pez, vital para aves, lobos marinos y peces mayores, está en la mira de flotas industriales que desafían las leyes de esta área protegida.

Creada en 1975, la reserva abarca 335,000 hectáreas, con un 65% en el océano. Sin embargo, su biodiversidad enfrenta múltiples amenazas: pesca con chinchorro, dinamita, turismo informal y, ahora, la incursión ilegal de pesqueros industriales.

Corazón de un ecosistema en riesgo

Paracas es una de las seis Áreas Naturales Protegidas (ANP) marinas de Perú, que incluyen la Reserva Nacional de Islas y Puntas Guaneras, la Zona Reservada de Ancón, San Fernando, Mar Tropical de Grau y Dorsal de Nasca.

Estas zonas cubren solo el 7.89% del mar peruano, lejos del 41% protegido en Chile o el 26% en Brasil. Para el biólogo Carlos Zavalaga, su conservación es clave para mitigar el impacto humano en la rica biodiversidad marina.

Carmen no está sola en su preocupación. José Hernández “Mundini”, maricultor de conchas de abanico, y Manuel Barrientos, líder de pescadores artesanales de San Andrés, denuncian que las redes industriales arrasan el fondo marino. “Es como poner una discoteca junto a un colegio”, compara Manuel Bartra, del grupo Protejamos Paracas.

Pesca Industrial vs. Ley Peruana

La ley peruana prohíbe la pesca de gran escala en ANP, una norma intocable por 22 años. Pero en octubre de 2023, la Sociedad Nacional de Pesquería (SNP) pidió autorización para operar en Paracas, alegando “derechos preexistentes”.

Abogados como César Ipenza rechazan esta idea: “La pesca industrial no es compatible con un área protegida”. Un informe de Sernanp de 2020 respalda esta postura, reconociendo solo derechos artesanales.

Tras la negativa de Sernanp, la SNP llevó el caso a los tribunales en 2024. Aunque perdió en primera instancia, el fallo final sigue pendiente. Mientras tanto, la pesca ilegal ya es una realidad: según Artisonal, en 2020, embarcaciones industriales ingresaron 99 veces a Paracas, algunas como el barco Guanay. Esto derivó en sanciones del Ministerio de la Producción contra 11 empresas, ocho de ellas de la SNP, aunque todas apelaron.

La SNP insiste en que Paracas no es “intangible” y que sus actividades son sostenibles, una afirmación que pescadores y científicos desmienten rotundamente.

Contradicciones Estatales

El problema trasciende Paracas. En 2021, la Reserva Dorsal de Nasca permitió pesca industrial de bacalao de profundidad con palangre, dañando su cordillera submarina. Igual ocurre en la Reserva Mar Tropical de Grau (2024), donde el Banco de Máncora, un hotspot de biodiversidad, está abierto a flotas industriales. La revista South Sustainability alerta: “Esto va en contra de la conservación”.

Perú se aleja de acuerdos globales. La UICN no reconoce como ANP las zonas con pesca industrial, excluyendo a Dorsal de Nasca y Grau. Además, el compromiso de Montreal 2022 exige proteger el 30% de los ecosistemas para 2030, pero la legislación peruana apunta en otra dirección.

El futuro de Paracas en juego

La pesca industrial pone en jaque un equilibrio frágil. Si la anchoveta desaparece, aves migrarán, el abono escaseará y las praderas submarinas colapsarán. “Si prosperan, será a costa de la conservación”, sentencia Bartra. En Paracas, la lucha entre tradición artesanal y presión industrial definirá el destino de un tesoro natural peruano. ¿Protegeremos este legado o lo sacrificaremos por intereses económicos?

Fuente: El País