Los complejos desafíos del día después de las elecciones
Hoy es un día muy importante para la democracia argentina. Es una de las pocas jornadas donde muchos ponen al tope de su agenda las esperanzas de cambio, de un proyecto de vida mejor.
Gane quien gane hoy las elecciones tendrá para festejar tan solo un par de horas. Al otro día, el flamante presidente electo deberá presentarse ante la sociedad como aquel que piensa sacar al país de esta profunda crisis económica y social en la cual está sumergido. No tendrá Luna de Miel.
La esperanza de la mayor parte de los argentinos es que, a partir de mañana, se abra una nueva etapa. O por lo menos eso intentará dejar en claro quien asuma la responsabilidad de estar al frente del país.
Argentina tendrá que dar una vuelta de página, como cada cuatro años lo hace. Pero esta vez será diferente. Gane quien gane las elecciones de este domingo, los problemas por resolver estarán ahí. La inflación, la pobreza y los salarios volverán el lunes -pese a ser un día no laborable- a golpear sin piedad sobre todos los argentinos. Gane quien gane deberá entender que no hay margen para seguir en la senda de los desatinos; gane quien gane enfrentará un 2024 muy complicado en materia social y económica.
Corregir los niveles de aceleración que lleva la inflación, la distorsión de precios relativos que muestra la economía o la destrucción que sufrió el poder adquisitivo de lo trabajadores, no puede esperar, ni siquiera hasta el 10 de diciembre. Gane quien gane, deberá abordar estos temas -y otros igual o más complejos- al día siguiente de conocerse el triunfo en las elecciones, consciente de que llevará años reencauzarlos.
Hoy es un día muy importante para la democracia argentina. Una de las pocas jornadas donde muchos ponen al tope de su agenda las esperanzas de cambio, de un proyecto de vida mejor.
En nuestro país vivimos una situación compleja, llena de urgencias y riesgos, de amenazas a la gobernabilidad, de rezagos y desigualdades; pero también de potencialidades que debemos y podemos aprovechar. Se hace obligatorio pensar seriamente sobre los puntos pendientes de la democracia, a fin de hacerla cada vez más pertinente y eficaz, menos frágil y vulnerable. Somos conscientes de sus enormes deudas. Hace solo 40 años, cuando nacía la esperanza de poder volver a vivir en libertad, los indicadores sociales se ubicaban lejos de los que hoy refleja el país. El deterioro en este punto fue enorme, y es uno de los retos que deberán enfrentar las futuras conducciones políticas para reivindicar esta forma de convivencia.
No es una tarea sencilla, ya que estamos obligados a consolidar las prácticas políticas democráticas adquiridas, sin dejar de impulsar la modernización económica, poniendo un dique al crecimiento de las cifras dramáticas de la pobreza que nos hunden en la injusticia, la irritación y el desánimo. Un país más equitativo tiene que construirse aceptando la complejidad, su rica diversidad cultural, social y política, la riqueza de su historia, el valor de la tolerancia y el derecho, como instrumento para mantener los conflictos en un plano de civilidad. Justamente porque esos graves problemas nos acosan, es necesario reivindicar a la democracia como el único régimen que nos permite inventar un camino para poder resolverlos. Hoy todos los ciudadanos argentinos salimos a validar nuestro voto con la esperanza de cambio en lo personal, pero también estamos obligados a pensar en resolver los problemas de la pobreza y la desigualdad en democracia, respetando los resultados del voto popular.
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