Jorge Sánchez, cuatro generaciones alrededor del sistema de riego
El sistema de riego de Neuquén está cumpliendo 100 años y Jorge Sánchez, un tomero jubilado con 32 años de servicio, recuerda los vaivenes de un trabajo que disfrutó mucho.
Jorge Sánchez tiene buenos recuerdos. Su tarea como tomero marcó una vida dedicada al oficio y fue heredada de su padre y de su abuelo. “Estuve 38 años, toda una vida”, expresó en diálogo con +P. Junto a sus hijos, que hoy cumplen la cuarta generación consecutiva en el oficio, revive sus días en el sistema de riego provincial.
“Primero estuvo mi abuelo en la parte de Río Negro, arrancó él como tomero, después mi papá que sumó 47 años de servicio en la provincia, seguí yo hasta que me pude jubilar y ahora siguen mis hijos”, repasó.
“Tengo dos hijos, uno trabaja como tomero y el otro está en la parte organizativa”, detalló el trabajador ya jubilado y sentado tranquilo, junto a su esposa que va, viene y le aporta datos o recuerdos.
La tarea
“El tomero organiza el agua que tienen que tomar los chacareros para que se respeten los turnos, para que se respete la cantidad de agua por hectárea, abarca bastante la tarea”, explicó Jorge.
Y continúa: “Fundamentalmente, el tomero controla los niveles del río para que pueda ingresar a los canales y a su vez distribuirlo chacra por chacra. Cada tomero tiene una zona que arranca desde Arroyito; por esos años cuando nosotros arrancamos llegaba a Confluencia”, agregó.
“Se trabajaba el canal de riego que era el principal, pasaba por Avenida Argentina o calle San Martín, todo por túnel o canales con tapa; pasaba todo eso hasta Confluencia. Con el correr de los tiempos empezaron a reducir chacras, se vendían las chacras y aparentemente el gobierno tomo la decisión de no mandar tanta agua porque no hacía falta. Así que se cortó donde es acá el aeropuerto y se mandó agua para el lado de batallón y todo eso. Desde ahí para el centro no se usaron más los canales”, recordó.
“El trabajo del tomero arrancaba por la repartición de agua, cuando venía el tiempo de monda la limpieza -era todo manual- no es como ahora con máquinas. Antes se arrancaba en China Muerta y se venía hasta Neuquén "a pura pala" con los tomeros y la gente de cuadrilla”, revivió.
“Había que trabajar invierno todo a mano, eran pocas las máquinas y era para complementar las tareas con las que no se llegaba a mano. El tomero hoy en día está mucho mejor a lo que estábamos nosotros allá por el ´83-84, cuando yo ingrese a trabajar. Había recorridos muy largos y los hacíamos en bicicleta por las zonas de Senillosa, China Muerta, Plottier y Colonia Inglesa”, detalló.
Medirse a fuego
Jorge contó cómo es la distribución de tareas para cada tomero y también qué lo incentivaba en aquellos años a realizar un buen trabajo. “Hay un montón de sectores y cada tomero tiene una parte a cargo, cada uno se hace responsable de su zona”, afirmó. Y agregó que en su tiempo “tratabas de competir con tus compañeros para que en tu zona no hubiera problema. Entonces, te sentías como que eras el mejor. Problemas siempre hubo, los chacareros algunos planteaban problemas, o por ahí nos faltaban insumos y el sistema no te los brindaba, entonces uno inventaba las herramientas. Había que solucionar”.
“Ahora está más completo el trabajo, hasta moto tienen para recorrer, eso favorece mucho, es más ágil y más rápido el servicio. Antes te agarraba un ventarrón por Senillosa y te costaba llegar a la otra punta”, comentó. Afirmó que “los tomeros de antes fuimos más sufridos y nos gusta que esto se vaya modernizando. Lo malo es que ya no quedan muchas chacras, son pocas las que hay en producción, pero servicio de riego se sigue brindando”.
En su época, los problemas podían venir por la demanda de agua de los chacareros, entonces actuaban como fiscalizadores de las hectáreas que tenían y el agua que les correspondía.
“Depende el terreno, las plantas que tenés, si son frutales, por ejemplo la viña tiene distinto riego que la manzana y la pera, la fruta fina también tiene otro sistema de riego, de acuerdo a eso y las hectáreas que tenían eran las hectáreas de riego”, aseguró.
La tarea no era solamente técnica, sino que significaba un fuerte componente social. El vínculo con los chacareros se forjaba con el paso del tiempo y “a veces llegaba Navidad y te hacían un obsequio, uno se sentía reconocido, te ponías bien, sentías que te tenían en cuenta”, afirmó Jorge.
“El oficio de tomero es lindo, aprendimos mucho, hicimos muchas amistades, más allá de siempre hay alguien que no te quiere, pero era para hacer amigos. Es un trabajo que no muchos lo tienen y muchos quisieran porque sos libre, dispones vos el horario”, expreso.
“Me hubiera gustado seguir, pero la salud no me acompañó, quedan los recuerdos hermosos y los trabajos en conjunto con los jefes, porque si no tenés el apoyo de ellos no lo podés hacer”, aseguró.
Su comprensión de la tarea que llevó durante tantos años lo dice todo: “Creo que el trabajo del tomero era el de compartir y entender para tener un vínculo mejor”.
“Venía el agua, venía la primavera”
Con esta frase repasa muchos recuerdos, de los lindos. Su papá trabajo en Agua y Energía de la Nación y luego fue trasladado a Neuquén, momento en el que comenzó a ser tomero. Llegaron a Plottier y armaron su nueva vida en la zona donde hoy es el barrio Los Alamos. “Ahí llegué a los cuatro años y me quedé hasta los veinte”, aseguró.
“Tengo un montón de recuerdos de mi viejo. Cuando llegamos acá, mi papá tuvo que organizar todo porque lo poco que había era obsoleto, así que a pulmón, su trabajo era caminando o en bicicleta y le tocó la zona de Plottier hasta el aeropuerto”, relató.
“Laburaba solo, lo veíamos a la tarde. Venía picado porque se metía en el monte, lo picaban arañas o garrapatas”, recordó.
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