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El curioso caso de los nombres de mujeres que nombran uvas

Un fenómeno común en diversas regiones de España y también de otras geografías.

A mediados de julio recorrí el Bierzo, un rincón de Castilla y León, España, donde la uva más plantada y la más deseada en los vinos es la Mencía. No es exclusiva del Bierzo, ya que se la encuentra bastante en los valles del Este de Galicia con los que linda.

Que en un recorrido por Galicia y Bierzo uno se tope con uvas desconocidas no debería llamar la atención. Las hay y de muchos tipos. Sólo por mencionar algunas de las que ofrecen vinos más sabrosos, la Brancellao, la Merenzao, Doña Blanca o la más aterradora de todas, La Monstruosa de Monterrei, cuyo nombre amedrenta más que la uva, llamada así por el tamaño de su racimo.

Pero volvamos a la Mencía. Según la guía Paadín es hija de dos uvas, una conocida como Patorra, y la otra el Albariño Tinto. De carácter gentil, un poco se parece al Pinot Noir en la capacidad que tiene para ofrecer texturas diferentes según cambian los suelos y las exposiciones al sol. Es la columna vertebral del Bierzo.

Muy cultivada en la región, lo que me sorprendió, sin embargo, fue encontrarme con que muchas mujeres en la zona se llaman así: Mencía. De hecho, es un nombre de lo más corriente en el Bierzo. Una noche, mientras contaba ovejas antes de dormir, me dio un ataque de risa pensando en que una persona se pudiera llamar Malbec González o Cabernet Sauvignon Ramírez. En esos devaneos estaba cuando tuve una iluminación: ¿por qué la gente no se puede llamar como las uvas? ¿Habrá muchas? Al fin de cuentas conocía el curioso caso de los tres homófonos de Pedro Ximénez.

Y me puse a buscar.

Uvas como mujeres

Mencía es, si damos crédito a lo que ofrece la web, el hipocorístico de Clemencia. Sería el equivalente de Lito para los Miguelitos o algo así. Lo notable, en todo caso, es que una región muy católica y practicante, la uva más querida lleve por nombre Clemencia. Mencía para los amigos. En nuestro medio hay al menos un vino elaborado con Mencía y clemencia: se llama Doña Mencía de los Andes y lo produce Ver Sacrum.

Lejos de ser la única, hay otras uvas que llevan nombres de mujeres. Una búsqueda más o menos rápida propone una lista sencilla: Canela, Patricia, Victoria e Isabella. En el caso de Canela, que en nuestro país está plantada en el este de Mendoza, hay dos hipótesis para el nombre. La primera, es que tiene un ligero sabor de especias y, en un rapto de romanticismo ultramarino, le llamaron Canela. La otra, más propia del mundo de los sarmientos y las podas, que los pecíolos son de ese color. En el mercado lo elabora y embotella Lucas Niven.

Patricia, Patricia

Más interesante es el caso de Patricia. Fue una creación realizada por el ingeniero Ángel Gargiulo en el INTA Rama Caída, Mendoza, y proviene del cruzamiento entre las variedades Moscatel Rosado y CG 530 y esta última, a su vez, es hijo del cruzamiento entre las variedades Sultanina y Gibi. Eso según el INTA, que no da pistas acerca de por qué Gargiulo decidió llamarla Patricia.

Aunque, permítaseme divagar, siendo las Patricias Mendocinas figura clave de la gesta Sanmartiniana en Mendoza, es dable pensar que la cosa viene por ahí. En todo caso, a juzgar por el tamaño del racimo de Patricia, poco tiene que envidiar a la Monstruosa de Monterrei. En nuestro mercado se consigue un espumoso con esta uva, elaborado por un prócer del vino, el enólogo Ángel Mendoza.

Isabella de América

De Victoria sé poco, porque es más una uva de consumo en fresco, pero su nombre tiene, como todas las Victorias, algo de triunfo. Respecto de Isabella, sí hay vinos elaborados, aunque, también hay que decir, que no es propiamente una uva vinífera, sino un cruzamiento entre dos especies: Vitis vinífera x Vitis labrusca. En rigor, Vitis labrusca x Petit Meslier según el análisis de ADN.

Como en todas las historias de investigadores dedicados a diseccionar la gracia de la naturaleza, Isabella recibió su nombre de un homenaje, según wein.plus. La primera planta identificada de Isabella fue donada por George Gibbs, un aficionado viticultor norteamericano –entre otras variedades introdujo la Zinfandel a los Estados Unidos– a un viverista de Long Island que la multiplicó al infinito desde 1909. Fue este quien eligió el nombre para la posteridad, en homenaje a la esposa de Gibbs. Supongo que con buenas intenciones.

En fin, Isabella dio la vuelta al mundo porque es una variedad resistente a las enfermedades. Por ello se adaptó bien a los trópicos y climas calientes. En nuestro país, se la llama también uva Chinche y produce unos vinos exóticos en Córdoba y la costa bonaerense. Para beber uno, buscar los raros Frambuá de Colonia Caroya.

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