La historia de Rudy Kurniawan, el mayor estafador del vino
El mejor falsificador de vino de la historia. Mezclando botellas baratas engañó a coleccionistas y expertos: facturó millones, fue preso y hasta es el protagonista de un documental de Netflix.
Rudy Kurniawan es un nombre que despierta escozor en el mundo del vino. Es el mejor falsificador de la historia, estafó recreando a la perfección cosechas antiguas de vinos icónicos, fue preso 10 años y por estos días se puede seguir su peregrinar en Netflix.
Rudy es, para muchos, un artista del engaño. De eso da cuenta el documental Sour Grapes (Uvas amargas) que relata cómo mezclaba en la cocina de su casa vinos baratos hasta obtener una copia indistinguible de vinos de altísima gama.
“Sour Grapes” cuenta cómo un joven de Indonesia se instaló en Estados Unidos en 1998 y en poco tiempo se convirtió en uno de los máximos referentes del mundo de las subastas de vinos de lujo.
Poco a poco, Kurniawan se escabulló en el círculo más rico de Hollywood a principios de los 2000 a fuerza de compras y ventas de botellas a precios exorbitantes, llegando a gastar hasta un millón de dólares al mes.
Ese alto perfil, su carisma, su implacable memoria gustativa y su habilidad para reconocer vinos en catas a ciegas lo ayudaron a ganarse la confianza de los multimillonarios de Los Ángeles.
Lo que rápido sube, rápido baja
En 2003 comenzó a perder su brillo con una serie de errores que finalmente sellarían su ruina. En abril de ese año, cometió la primera equivocación en una subasta en Nueva York. Minutos antes de que comenzara la puja, Rudy decidió retirar un lote de vinos de Burdeos muy difíciles de encontrar, con precios que superaban los millones de dólares.
Es que un afamado crítico de vinos había descubierto que las etiquetas de las botellas de Ponsot Clos de la Roche 1929 se leía “mise en bouteille au demaine” (embotellado en la finca), un detalle que solo se incluyó a partir de 1934.
Este traspié no le impidió seguir por algunos años más en el negocio, en 2006 participó en dos subastas de la firma Acker, Merrall & Condit en las que obtuvo u$s 10,6 millones en la primera y u$s 24,7 millones en la segunda, por lo que esta última marcó el récord de una sola venta de vino bajo esa modalidad.
El segundo paso en falso lo dio en 2007, cuando Kurniawan consignó varios lotes de botellas magnum del Château Le Pin de 1982 en Christie’s de Los Ángeles que fueron la portada del catálogo de la subasta. Representantes de la bodega se comunicaron con la casa de subastas e indicaron que en realidad eran falsas.
Otro error fue cuando envió a una subasta unas botellas de una marca de vinos borgoña de altísima gama, etiquetados entre 1945 y 1971. Pero el enólogo francés Laurent Ponsot, CEO de la casa Clos Saint Denis, alertó que su familia entró al negocio con esa marca en 1982, y en consecuencia era apócrifas.
El golpe de gracia fue en febrero de 2012, cuando Spectrum Wine Auctions tuvo que retirar varios lotes de su subasta, por un valor estimado de u$s 785.000, cuando surgieron acusaciones de que fueron enviados por Kurniawan a través de un tercero.
La suerte estaba echada
Por aquellos días, agentes del FBI allanaron su casa y encontraron un laboratorio con cientos de botellas usadas que eran rellenadas con una mezcla de vinos de California y con etiquetas falsificadas.
En 2014 fue condenado a 10 años de prisión. Actualmente se encuentra en la cárcel cumpliendo su pena, pero según sus abogados, podría salir en libertad el próximo 7 de noviembre, pero como vivió ilegalmente en Estados Unidos desde 2003, será deportado a Indonesia cuando sea liberado.
Em este punto, la pregunta es: ¿por qué nadie se dio cuenta antes de los engaños? Como dicen en el documental, sus víctimas caían fácilmente porque querían creer.
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