Ahora mejora el clima, pero empeoran los mercados
Durante la campaña pasada, el clima afectó sensiblemente la cosecha pero los mercados internacionales estaban firmes. Hoy está todo al revés.
A diferencia de los ciclos anteriores en los que la falta de humedad impuso fuertes restricciones para el arranque de la campaña, esta vez los niveles de humedad en el suelo (al menos, en buena parte de la región agrícola central), son más que adecuados. Y esto, en general, ya garantiza una parte importante la campaña agrícola.
Lamentablemente, no es lo único distinto con respecto a ciclos anteriores, ya que mientras en el 2021 y 2022 se volvieron a dar picos en las cotizaciones agrícolas internacionales, la tendencia se revirtió desde entonces con diferencias que ahora se ubican entre 20 % y 50% %, por debajo a aquellos valores. Es que, por ejemplo, mientras la soja cotizaba a esta altura del año pasado a alrededor de U$S 525/toneladas (tn) y en el 2022 ascendía a U$S 615/tn, ahora el valor ronda U$S 425/tn, 100 y 200 dólares, respectivamente, por debajo de los dos ciclos previos, lo que implica un 20% menos que el el año pasado, y más de 30% de recorte de acuerdo al nivel del ´22, pero con costos sensiblemente por encima de los de entonces.
El mismo cálculo se puede hacer con el maíz que pasó de U$S 319/tn hace dos años, a U$S 247/tn en el ´23, y U$S 174/tn ahora para la posición más cercana. O también con el trigo que cayó de U$S 383/tn (2022), a U$S 226/tn (2022) y a alrededor de U$S 221 ahora.
Puntualmente tampoco se puede decir que sean “malos” precios. De hecho, a findes de 2001 estaban cerca de la mitad de las actuales cotizaciones en Chicago. Sin embargo, en aquel momento (finales del gobierno de Fernando De la Rúa), todavía no se habían reimplantado en Argentina las retenciones que habían desaparecido en 1991 (Menem-Cavallo), mientras que ahora, desde la salida de la Convertibilidad (2002) cuando las volvieron a reimplantar, los principales granos todavía las tributan con una quita que oscila entre 12% (cereales) hasta 33% (soja), lo que junto a los mayores costos demolió la rentabilidad.
Seguramente se podrá plantear que “los granos no son toda la agricultura”, y mucho menos son “todo el sector agropecuario”, lo cual es cierto. Sin embargo, es innegable que se trata del principal rubro de exportación en monto del país, y que buena parte de la bonanza económica (o no) de la Argentina depende de la evolución de la campaña. “La Argentina se salva con un buena cosecha”, se escuchó muchas veces, y aunque es una afirmación relativa, tiene bastante verosimilitud. Mucho más para los funcionarios que la creen a pie juntillas.
Sin duda, también por eso, en este ciclo los resultados serán de alto impacto (a favor y en contra), pero la incertidumbre es lo que está primando, y tanto en el plano local, como en el internacional. De hecho, al prolongado conflicto del Mar Negro (entre Rusia y Ucrania) que ya lleva 27 meses, se sumó ahora Irán-Israel que puede tener derivaciones aún insospechadas. Las complicaciones en la logística en las zonas en conflicto; el habitual aumento del petróleo cuando hay enfrentamientos en estas regiones y el mayor gasto bélico de varios países que son compradores de alimentos, son apenas algunos de los factores (en general “bajistas”) que impactan en los mercados.
Por supuesto que esto se suma a una economía mundial que sigue sin reactivarse del todo, especialmente en lo que hace al principal comprador mundial (y también de Argentina): China. De hecho, la expectativa de crecimiento económico mundial apenas promedia 2,5% para este año; con China que podría avanzar alrededor de 5% (llegó a crecer al 18%), mientras que Argentina todavía seguiría retrocediendo, ahora cerca de 2,5%.
El frente interno no es mucho más claro, ni estable. Aunque hay humedad suficiente en muchas regiones, y los productores necesitan sembrar ya que el trigo constituye el primer ingreso, para afrontar los gastos de campaña ya en diciembre-enero, las cuestiones de política económica despiertan demasiadas dudas aún, especialmente por el lado del aumento global de los costos, aunque el gobierno determinó algunas bajas de aranceles (para fertilizantes y herbicidas), y varios prevén que la desaceleración económica va a alcanzar también a más insumos, impulsándolos a la baja.
En realidad, además del efecto clima (positivo, hasta ahora), y el de los precios internacionales (negativo), el otro factor determinante es el dólar y ahí inciden dos cuestiones: el cepo, que el Gobierno promete eliminar en breve, y las retenciones, cuya desaparición esta siendo muy reclamada para el trigo de la campaña que está comenzando, pero que varios ven muy difícil de remover en el corto plazo, aunque el efecto de la medida tendría impacto recién para la próxima cosecha, sobre fin de año. Es que contra el argumento de las entidades gremiales, del “impacto positivo” para alentar la siembra y que, las retenciones de lo que se exporta del último ciclo ya “fueron declaradas y adelantadas”; los funcionarios temen al “efecto contagio” que una decisión de esta naturaleza temen que tendría sobre los otros granos, especialmente la soja, y todos los restantes rubros que aún soportan la quita de estos impuestos a la exportación.
Y este escenario en el marco del ingreso de las semanas más críticas de la cosecha, ya que recién sobre el final del maíz (atrasado por siembra tardía y por las lluvias), se podrá hacer la evaluación final de los daños causados por el “cisne negro” de la chicharrita que, según los últimos cálculos, ya habría provocado una baja de 8-9 millones de toneladas en el volumen de este grano. Para la estratégica soja, a su vez, igualmente atrasada por las siembras tardías, el alerta es máximo por la facilidad de desgrane que presenta estando madura. El temor es que se prolonguen las lluvias impidiendo los ingresos de maquinaria a los potreros, en el momento exacto de recolección pues, a diferencia del maíz (mazorca compacta) que puede “esperar” en planta hasta que puedan entrar las cosechadoras, las chauchas de soja se abren con facilidad cuando están seca, y tanto las lluvias, como los vientos, causan pérdidas de distinta magnitud.
Sin duda, un panorama muy complejo a la hora de tomar decisiones por parte de los productores, pero también de las autoridades que comenzaron a “orejear” los posibles ingresos, antes de tomar cualquier decisión .
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