Kilómetro cero para el sector agropecuario nacional
La agroindustria no parece presentar ese impulso por el cambio que imprime el electo presidente, Javier Milei, lo que es claramente visible en las estructuras de sus entidades y de sus dirigentes.
Lejos de ser una elección más, ésta última adquirió características que inducen a creer en un cambio de signo muy marcado. Tal vez por eso también, se comienza a mirar, y a comparar, con la década del ´90.
Pero más allá de las cuestiones económicas, deuda, inflación, caída de la actividad, achicamiento de la producción, u otros indicadores “físicos”, en este caso los puntos más salientes pasan por la sociedad. De hecho, probablemente es el involucramiento más fuerte de los jóvenes en la vida cívica, de la Argentina moderna. Imposible negar la “mileimanía” de los chicos, como tampoco es ocultable el hartazgo de la gente en la calle con las irregularidades políticas.
Por supuesto que a quienes más les cuesta ver (y analizar) lo que sucede es a los directamente involucrados, o sea, a los mismos políticos tradicionales; a quienes viven de la función pública; a los analistas políticos y económicos que todavía intentan explicar (y explicarse) porque se equivocaron, y más aún, a algunos sectores empresarios que tienen aceitados sus movimientos con el sistema de burocracia oficial que se traía de arrastre. Ahora son buena parte de los que resisten los cambios.
También algunas corporaciones como el sindicalismo, movimientos sociales, y otras formas de agrupaciones de poder entre las que hay, naturalmente y como en todo, algunas excepciones.
Sin embargo, esta resistencia al cambio no está en la ”gente”, al contrario, o no hubiera ganado el candidato de la ruptura, y la transgresión. Tampoco está en los sectores menos concentrados como es el campo. Y esto no significa que no haya cuestiones , sistemas y costumbres (malas) para cambiar. Quiere decir, simplemente, que el campo es uno de las áreas más sanas como conjunto, más activa, y con mayor calidad y velocidad de cambio, entre las productivas.
Lo que es cierto también, es que hasta la propia agroindustria no parece haber llegado todavía ese mismo impulso por el cambio, lo que es claramente visible en las estructuras de sus entidades y de sus dirigentes. Tanto es así que esta actividad que se ubica entre las más moderna del país, y con la mayor adopción de tecnología de última generación plantea, en contraposición, estructuras dirigenciales casi sin cambios desde sus orígenes o, al menos, en más de medio siglo.
No se entiende, de otra forma, la falta de propuestas, de discurso aggiornado, la insistencia en el mismo reclamo histórico por “la eliminación de las retenciones”; la falta de impulso a nuevos programas e, incluso, la falta de actividad conjunta y participación con otros estratos como la educación, la salud, o el área de trabajo del que, en definitiva, dependen.
Por eso, seguramente, y si la tendencia nacional se mantiene y profundiza, es probable que también, además de la democracia, la justicia y el cumplimiento de la ley a nivel nacional, también llegue la modernización “forzosa” del esquema de dirigencia que necesita un sector clave de la vida del país.
También por eso (y por otras varias razones), estos días se esté recordando particularmente, la famosa frase que el por entonces presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, lanzó en 1961 (dos años antes de morir), cuando planteó: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Una frase en dos partes, con palabras muy parecidas, pero con un sentido bien distinto.
El campo necesita que se eliminen definitivamente las retenciones?, obvio que si, pero también necesita electricidad y conectividad para poder trabajar y quedarse a vivir en su zona. Requiere de estructura de caminos y trenes, que eviten los costosos y contaminantes fletes carreteros. También que permitan conectar el país en forma transversal.
Necesita una renovación tributaria que alivie las cargas, no solo por su peso económico, sino también por la burocracia y el tiempo que insume.
Necesita educación rural y salida laboral para los jóvenes que no pueden, o no quieren, seguir con una educación terciaria.
Tiene que recuperar su liberación en fronteras y todas las salidas posibles al Pacífico, integrándose al resto de la región en forma efectiva, y no solo dialéctica.
En fin, hay muchas cosas en las que “el campo” debería estar trabajando, proponiendo, y sus dirigentes elevando a las autoridades, para poder después reclamar si no hay receptividad en las propuestas y pedidos.
Así se evitaría, además, tener casi sin excepción, funcionarios de relleno que, en el mejor de los casos, son apenas voluntaristas, pero que no están preparados para “servir al público” (ya que ese es justamente el sentido de “servidor público”). Personajes que solo quiere viajar; sacarse fotos; dar cátedra, tener chofer y secretarias, o que en casos más graves, se enriquecen o van al cargo público para fondear sus propias y permanentes ambiciones políticas.
El sector no los ayuda, ni los controla. Tampoco lo hace con sus legisladores, a quienes les delegó su representatividad para que elaboren las leyes que el país necesita para crecer.
Y este podría ser el camino que se está perfilando, de repente, tras el resultado eleccionario. Y, de ser así, será como volver a empezar. Un barajar y dar de nuevo.
Un km cero (0), en el camino de reconstruir un país que se lo merece, pero en el que la gran mayoría tendrá que cambiar, también los dirigentes (políticos, gremiales, empresarios), y los dirigidos.
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