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Cuando en un café de un bar se definen las estadísticas, algo anda muy mal...

Las reuniones matinales de café son una tradición en el Valle. Muchas veces allí es donde se definen las principales estadísticas de la fruticultura.

Calle Tucumán al 700 de la ciudad de General Roca. La mañana de los primeros días de diciembre se muestra soleada. Los primeros productores cruzan la puerta de una tradicional confitería que los reúne con empresarios para hablar de distintos temas del día. Cada mañana se produce el mismo ritual. El reloj marca poco más de las 7 y un grupo de no más de 15 personas, con sus pequeñas tasas de café negro frente a ellos, se sumergen en una conversación que es recurrente para la fecha: ¿Qué cosecha hay que esperar para la temporada que está por iniciar?

Los debates terminan siendo muy generales, amplios y con un alto grado de intuición; típicos de una ronda de café..."La helada golpeó fuerte en la chacra del 'Gallego' y eso se está viendo ahora con la pera", agregó un primer osado en opinar; "El granizo dejó sin fruta a Guerrico... en la chacra del ´Tano' fue tremendo el daño", se envalentonó un segundo participante. Y luego de un par de expresiones más sobre los daños en otras explotaciones de la región, aparece finalmente el especialista que pone algo de claridad sobre el tema..."Y sí...se habla que se perdió un 30% de la pera del Valle; un drama".

Tras la dramática afirmación, todos posan sus miradas en quien arriesgo semejante número. En forma casi inmediata, una pausa de pocos segundos... algunos llevan su tasa de café a la boca dando un último sorbo, intentando reflexionar sobre semejante cifra. Pero la conversación se desvía hacia temas mucho más banales, buscando alejarse intuitivamente de la confrontación que puede generar esa información. El porcentaje ya quedó instalado en el inconsciente de todos aquellos que participaron de la mesa y se transmitirá en forma casi remota de boca en boca, en los próximos días, hasta formar parte de una verdad revelada.

Este mismo escenario se da casi en simultáneo en las ciudades de Cipolletti, Allen, Villa Regina, Choele Choel y Neuquén. Los actores, también son los mismos: productores y empresarios. Y los números que se terminan por tirar en cada una de estas mesas de café no difieren mucho de aquel inicial que se lanzó en la confitería de Tucumán al 700. "Estamos hablando de pérdidas entre un 20% y 40%...seguramente, por ahí anda", resumen.

El escenario muestra un Valle que mantiene sus tradiciones, con el café de la mañana en selectos lugares de las distintas ciudades de la región. Algo que claramente, lejos de criticar, es una conducta social que no se puede -ni se debe- perder.

Pero todos estos métodos no empíricos que utilizan acontecimientos actuales, observaciones personales y subjetividad para sacar conclusiones, terminan por lo general dando por cierto algo que no lo es. Y al no existir programas públicos o privados de donde obtener información certera sobre -entre otras- las variables de cosecha en el Valle, es cuando productores y empresarios se encuentran 'ciegos' a la hora de armar sus programas de venta para los próximos doce meses. Ni hablar de la falta de estadística abierta sobre precios en los mercados internacionales y locales; ni de datos sobre lo que hoy requieren los mercados; o como cambiar nuestra matriz varietal para adaptarnos a esta nueva demanda del mundo de la fruta. Todas estas faltas tienen costos.

Sin ir más lejos en la presente temporada la actividad perdió más de 30.000 toneladas de peras por no prever que es lo que iba a pasar en los mercados con la cosecha de esta especie en el Valle. Ese volumen de peras, si hubiese sido de calidad como para poder colocarlo en Brasil u otro mercado, hubiese generado ingresos al país por unos 20 millones de dólares, pero por carecer de cierta información a principio de temporada, se perdieron como mínimo unos 4 millones de dólares. Se podría aducir que con el diario del martes 22 de octubre 2024 es fácil opinar sobre qué hacer con la pera aquel 15 de enero del mismo año. Puede ser. Pero está claro que si se tuviesen para los Valle de Río Negro y Neuquén los pronósticos de cosecha ajustados, estadística que nos permita proyectar tendencias de lo que sucede semanalmente en explotaciones y galpones de referencia, y datos de stocks a días de cerrar el mes en curso, con plena seguridad se hubiesen minimizado las pérdidas originadas este año por la mala decisión de almacenar altos volúmenes de pera sin saber que respuesta podría tener el mercado.

Con un piso de 4 millones de dólares, tirados literalmente a la basura, la tecnología está a la mano de cualquier empresa u organización. Lo vemos en Chile, Nueva Zelanda, Perú y otros países productores de fruta de punta en los que la información es una variable clave para definir la temporada comercial de la actividad. Aquí, en el Valle de Río Negro y Neuquén, cada uno sigue jugando su juego pensando que, de esta manera, sus retornos tienen una vía para seguir creciendo. Un concepto que muestra la ceguera de algunos. Más de una vez hemos escuchado de boca de empresarios destacar lo bien que les va en este contexto, pero las estadísticas muestran que la actividad se desploma a su lado; las exportaciones de pomáceas cayeron cerca del 50% en la última década y la producción se redujo un 40% en ese mismo período. ¿Qué más se puede decir del exitismo empresarial? ¿Quién va a pagar los 4 millones de dólares de pérdida por esta mala gestión sobre la pera?

El otro gran jugador de la actividad, los estados Provinciales, miran hacia un costado viendo como se derrumba todo. Aducen falta de fondos, carecer de poder de policía y otros argumentos que solo animan a enfadar aún más a aquellos productores y empresarios dignos, que insisten todavía en sacar de esta oscuridad en la que se encuentra sumergida la fruticultura del Valle.

Está claro que en nuestros días, la estadística debe estar más presente que nunca en la vida de las empresas. Las ayuda a tomar decisiones difíciles, a optimizar su tiempo y sus gastos. Todo el sistema se beneficiaría de las ventajas que le proporciona el análisis de datos y la interpretación de resultados, en pos de conseguir un mayor retorno por la venta de fruta.

Con estos 4 millones de dólares, más otros tantos millones de pérdida que no trascienden todos los años, la fruticultura del Valle podría contar con una tecnología básica apalancada en un sistema de información que permita a empresas y productores tomar decisiones certeras -o minimizar en el peor de los casos sus riesgos comerciales- de cara al futuro. ¿Cuánto más la actividad deberá esperar para dar este puntapié inicial?

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