Valle

La inmigración como motor de la producción del Valle

Los italianos, españoles e ingleses trabajaron a la par de los chilenos y argentinos que vinieron de otras provincias. Cómo se fue configurando el sistema productivo del Alto Valle, a medida que crecía la población y en paralelo con las grandes obras de ingeniería.

Las tierras de lo que hoy es el Alto Valle de Río Negro y Neuquén recibieron hacia fines del 1800 y principios del 1900 una gran cantidad de inmigrantes europeos, especialmente italianos y españoles, que vinieron en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias. Muchos de estos inmigrantes se dedicaron a trabajar la tierra y fueron los que establecieron las bases para el sistema productivo de la región.

Por su parte, muchos inmigrantes también vinieron desde el lado chileno y también se dio el traslado de ciudadanos argentinos que se establecieron en la zona desde otras provincias. Sin embargo, lo que antes se conocía como Colonia La Lucinda, hoy Cipolletti, recibió en gran parte de inmigración italiana.

Como lo describe Liliana Fedeli, profesora y doctora en Historia y magíster en Historia regional y local, “los italianos que llegan a trabajar en las obras del Dique (Ballester) y los canales (de riego) con poco ahorro compran la tierra o trabajan en la tierra… Eran contratados para desmontar, emparejar y poner bajo cultivo las tierras”.

De todas formas, las primeras chacras de producción frutícola recién aparecen hacia la década del 30. Mucho antes, los primeros cultivos que hubo en la zona fueron de alfalfa y de vides. “La Sociedad Vitivinícola Sanjuanina y algunos inmigrantes que luego hicieron la producción de vid. También había producción de verduras, de damascos y más tarde vino la de cerezas y la de frutales, en chacras no muy grandes”, repasa la historiadora.

Italianos: una forma de vida en contacto con la tierra

En las zonas de fruticultura incipiente el estilo de vida era bastante precario “había una vivienda que se utilizaba aprovechando los fardos de pasto, se utilizaban estructuras de palo en las paredes, el techo era revestido en barro, la mayoría eran con pisos de tierra, puertas y ventanas que construían con cajones viejos sin ponerle vidrio, el baño era una letrina”, recuerda Liliana.

A partir de 1935 y ya con la explosión de la fruticultura en la década de 1950 llegan las construcciones de ladrillos a la zona y con baño interno. Al principio estos inmigrantes “dormían en un colchón, sin cama, que era de pasto, de espuma o de lana, y había técnicas para prevenir la vinchuca y las hormigas que había en esa época, luego van a venir las camas de elástico y demás”. Testimonios como estos fueron recogidos por los historiadores de forma oral.

Como lo describen las investigadoras Lidia Ozonas y Nélida Bonaccorssi en su minucioso trabajo sobre la inmigración italiana en la zona, “una de las constantes de los italianos era que toda la familia trabajaba en la huerta y en la crianza de los animales domésticos. El excedente se vendía en el mercado local para incrementar los ingresos que luego se invertirían en nuevas prácticas productivas”.

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Foto de Colonia Lucinda de 1920 se ven construcciones y chacras. Fuente: la voz de Cipolletti

Foto de Colonia Lucinda de 1920 se ven construcciones y chacras. Fuente: la voz de Cipolletti

Recién la primera generación de los hijos de estos primeros inmigrantes italianos nacidos en Argentina “devienen en empresarios entre 1930 y 1940” y comienzan a adquirir tierras en la zona y localidades aledañas, con lo que pudieron ahorrar con el fruto de su trabajo.

Sobre este aspecto Liliana Fedeli agrega que “en nuestra zona, la cuestión de la inmigración de los antepasados estaba asociada a los recuerdos, al suelo, al agua, a la producción, a la gran importancia que se les daba a los mercados internacionales”. En notas anteriores, también hemos mencionado la influencia de los ingleses con las obras de los ferrocarriles y su contribución a los primeros sistemas de riego de la zona. Para esa época los grandes proyectos frutícolas en la colina Lucinda eran los que poseía el General Fernández Oro, tierras que adquirió del estado nacional, después de la conquista del desierto y que luego parceló y vendió.

Sin embargo, fueron principalmente los italianos los que le dieron una impronta a la conformación de lo que hoy es Cipolletti”, explica Liliana Fedeli, incluyendo el sistema productivo frutícola.

Del ciclo de la alfalfa a la producción de frutales

En 1919 la Colonia Lucinda tenía 4.004 hectáreas cultivadas, 3.100 de estas hectáreas eran de alfalfa, de viñas había 310 hectáreas, de frutales 145 hectáreas, de hortalizas 100 y de cereales 91. “Esto demuestra que al principio los frutales no eran la producción mayoritaria”.

El censo de 1914 data que de 1273 habitantes que tenía la Colonia Lucinda, 257 eran italianos, que eran terceros en cantidad de población extranjera, antes estaban los chilenos y los españoles. Hacia 1922 la nómina de italianos que accedieron a la propiedad de chacras fue de 25 sobre 100 registrados.

Luego de las experiencias con la vid, la producción se destinó desde el casco de la colonia hacia el norte, a la producción hortícola. Las quintas proveían papas, verduras y legumbres, que se trasladaban a través del ferrocarril a las poblaciones cercanas como Allen y Neuquén.

Los grandes establecimientos en la zona norte eran los de alfalfa, de Fernández Oro, al noreste lo que se llamaba La Alianza de Luis Castleraz, al oeste La Mayorina de Augusto Mengelle, al noroeste el establecimiento de Alberto Peuser, entre otros, que fue uno de los primeros que experimentó con plantas frutales, traídas de Nueva Zelanda.

También cabe mencionar la chacra experimental de los ingleses de 1918, el vivero del ingeniero Rosauer y la firma Kopprio que hacia 1919 fueron los primeros viveros de la zona que experimentaron con las plantas de frutales. Este desarrollo fue en paralelo con las grandes obras de ingeniería como el Dique Ballester inaugurado en 1916.

Recién con el incremento de la actividad frutícola hacia la década del 30, se formaron las primeras agrupaciones de productores y asociaciones de fruticultores. Mientras que, entre las décadas del 40 y del 50 llegó lo que se conoce como la época dorada de la fruticultura. Un largo camino de por lo menos 50 años de trabajo, dedicación y esfuerzo, donde los inmigrantes jugaron un rol fundamental.

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