Fruticultura

La pera en los ciclos de la economía

A lo largo de las últimas ocho décadas, la producción de esta pomácea en los Valles irrigados de río Negro y Neuquén tuvo una conducta errática producto de variables externas e internas.

Es realmente llamativa la evolución que ha tenido la fruticultura del valle de Río Negro y Neuquén en todo su desarrollo histórico.

En los años iniciales de la fruticultura del Alto Valle, las nuevas plantaciones de pera entraban aceleradamente en producción, concentrando en 1935 el 68% del total de la cosecha de frutas. Las 202.000 cajas embaladas durante 1932 en los empaques locales y transportadas en trenes hacia el puerto porteño y los mercados consumidores de Buenos Aires, se multiplicaron en corto tiempo, hasta alcanzar los 1,5 millones en 1938. El crecimiento fue imponente: 650% en solo seis temporadas.

Sin embargo, en tanto la producción crecía, las esperanzas albergadas por los productores se transformaban en un presente que poco se asemejaba a las previsiones iniciales.

La realidad mostraba que los resultados económicos para los productores no eran los esperados, y la frustración comenzó a poner en riesgo la continuidad de los chacareros en la actividad. El origen del problema se ubicaba principalmente en que la comercialización de pera estaba limitada por el tamaño del mercado, las dificultades para su conservación y transporte; problemas que se agravaron cuando aumentaron los volúmenes producidos en forma tan vertiginosa y en tan poco tiempo. Desde 1929 los precios habían declinado con fuerza, desde un promedio de 6 pesos por caja por una William's extra fancy a 1,40 pesos en 1936. El retroceso promedio de los valores en torno al 70% trajo efectos inmediatos sobre la actividad.

La severa caída de las exportaciones durante la segunda guerra mundial afecto los volúmenes comercializados, agravando la ya difícil situación. En esos años, el gobierno nacional informaba que la recolección de pera Williams arrojaba altos rendimientos, pero la falta de interés provocaba el descarte de frutas que en otras oportunidades se hubieran comercializado perfectamente.

Cuando en 1959, un funcionario del departamento de agricultura del gobierno de Estados Unidos recorrió el Alto Valle, observó las consecuencias de la crisis que se había vivido: la producción era similar a la de 15 años antes, las 4000 hectáreas a las que había quedado reducida la superficie de pera representaban el 20% de la extensión frutícola, y de ella sólo 10% eran nuevas plantaciones. Producto de la erradicación que había acontecido tras la crisis y las pocas expectativas positivas que se tenían sobre su futuro, en las chacras la pera ocupaba un espacio cada vez más reducido.

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Veinte años después, el estancamiento que evidenciaba esta especie mostró una reversión de la tendencia. Si en 1980 la producción alcanzó las 110.000 toneladas, hacia fines de la década se elevaba hasta las 200.000 toneladas, impulsada por el crecimiento de las exportaciones, destino de más del 60% de la comercialización. Un nuevo auge cíclico colocaba las peras valletanas en los mercados mundiales, posicionando a Argentina como el primer país exportador del hemisferio sur.

Durante la reconversión de las estructuras productivas en los años ‘90, las perspectivas optimistas llevaron nuevamente a la pera a ocupar el lugar que había tenido en el origen de la fruticultura valletana, llegando al año 2012 con un total de 23.823 hectáreas.

En esa temporada, la producción superó las 600.000 toneladas y las exportaciones hacían de Argentina un país líder en el mercado mundial. La Unión Europea, Brasil y Rusia tenían en sus góndolas un espacio reservado para la William´s argentina, y en menor proporción para otras variedades. Era un producto muy demandado.

La producción alcanzaba la calidad requerida, y las mejoras de logística y conservación permitieron llegar sin problemas a los mercados en distintos puntos del mundo. El valle estaba preparado para continuar con su ciclo de crecimiento apoyado en las ventajas agroecológicas y el conocimiento de la producción acumulado durante un siglo, y una creciente demanda mundial

Pero, la Argentina presenta ciclos económicos bien definidos y esta vez no fueron los mercados externos ni los problemas de la producción los que frustraron las expectativas del sistema. La demanda internacional seguía esperando el producto, pero como reflexionaba uno de los principales importadores europeos “ustedes en la región siempre tienen el mismo problema”. Y ese “mismo problema” que emergía todos los años al inicio de la temporada de exportación estaba claramente definido: las políticas nacionales de contención artificial del valor del dólar impedían que las exportaciones obtuviesen los valores que pudiesen afrontar los costos de producción.

En un país que necesitaba generar valor agregado y empleo, políticas económicas inconsistentes se aferraban a utilizar el rudimentario recurso del retraso cambiario, lo que afectó no solo a la fruticultura sino a las economías regionales del país, que poco pesan a la hora de definir las políticas sectoriales frente al poder central, sino al conjunto del sistema exportador nacional.

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Hoy la pera del Valle, no esta pasando por un buen momento comercial.

Hoy la pera del Valle, no esta pasando por un buen momento comercial.

¿Cuál ha sido la consecuencia de esta política de mantener el retraso cambiario? Un eslabón más de la cadena de retrocesos en que la economía productiva del país se ve inmersa. Las 23.500 hectáreas de perales registradas en 2010 y las 600.000 toneladas que alcanzaban las exportaciones se redujeron a poco más de 18.000 hectáreas y 300.000 toneladas en los últimos años. Fría estadística que refleja el impacto de la mala praxis económica en el sistema.

Y ya su reducción no es reemplazada por otros cultivos, ni los productores esperan que la situación se revierta, ya que a pesar de supuestas diferencias, las políticas económicas nacionales de los últimos años poco han favorecido, o siquiera contemplado, el interior del país. Todo esto muestra que los efectos sobre la producción y el empleo, parecen no tener lugar en las miradas de la política económica nacional.

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