Argentina tiene el mismo rodeo vacuno que en 1978, pero casi el doble de población
La ganadería argentina se enfrenta a una paradoja: más demanda interna y externa, pero sin crecimiento en la producción. ¿Qué frena al campo para invertir?
Si se consideran los aproximadamente 10 kilos de pescado que ya se están ingiriendo, Argentina alcanza unos 125 kilos de “carne” por habitante y por año, incluyendo pollo, cerdo y vacuna. Semejante número ubica al país en uno de sus niveles más altos, aunque con una diferencia abismal respecto de lo que ocurría hace unas décadas, cuando la demanda interna absorbía más del 80 % de la producción (solo se exportaba entre el 12 % y el 15 %), y de eso, cerca del 90 % era carne vacuna. De hecho, en algún momento el consumo alcanzó casi 90 kilos de carne vacuna por año, mientras que el pollo rondaba los 6-7 kilos; el cerdo (con chacinados incluidos), 3-4 kilos; y algo más de cordero y pescado.
Pero desde los años ’90, cuando comenzó a crecer la producción aviar, el mercado local inició un fuerte cambio. Entonces, la demanda de pollo rondaba —como se mencionó— los 6 kilos por habitante por año, mientras que ahora se igualó (y hasta superó) a la vacuna, que fue disminuyendo, ubicándose ambas en alrededor de 47-48 kilos. En el medio, especialmente en la última década, irrumpió el cerdo, que ya araña los 18-20 kilos. Y acá no termina la transformación de la dieta, que seguramente continuará en los próximos años, con la probable inclusión, por ejemplo, del cordero, cuyo consumo anual apenas ronda el medio kilo por habitante.
Según el último encuentro de la “remozada” Mesa de Carnes —de la que participan representantes de todas las especies de mayor consumo y exportación—, la falta de continuidad histórica en las políticas locales es uno de los principales escollos que enfrenta hoy la actividad. Aunque las desregulaciones que se fueron implementando y la baja de la inflación se contabilizan como puntos a favor, eso solo no alcanza, mucho menos cuando se trata de grandes inversiones a mediano y largo plazo, como las que requieren los porcinos, las aves o los vacunos.
“Que nos ocupemos de Vaca Muerta está muy bien, pero ¿y con la Vaca Viva, qué?”, preguntó Alberto Lowenstein, vicepresidente de la Unión de la Industria Cárnica Argentina (UNICA), antes de señalar: “En 1978, cuando éramos 25 millones de habitantes, había 51 millones de cabezas, y ahora que somos 46 millones, seguimos teniendo el mismo rodeo (apenas 1,08 por habitante)”, dijo, para magnificar el retroceso. En ovinos fue peor aún.
Y a pesar del optimismo que genera la afirmación de que “al menos por los próximos 8-10 años va a faltar proteína animal” —lo que podría ser aprovechado por la producción argentina (que, además, cuenta con mucho maíz)—, cada uno de los asistentes puntualizó sus necesidades. Para los frigoríficos locales, la demanda internacional está muy firme, pero Argentina va a reducir este año su participación por falta de oferta. “Hay escasos animales terminados para faena, y estamos pagando un 35 % más que las plantas brasileñas”, afirmó Miguel Jairala, analista del ABC, el consorcio de exportación vacuna.
También destacó que “la industria está trabajando con capacidad ociosa; algunos adelantan vacaciones y otros, directamente, están por debajo de la línea de flotación”, dijo. Por su parte, la industria del consumo doméstico reconoció que “la capacidad ociosa ya alcanza el 30 %”. “La carne está barata, pero no hay poder adquisitivo, y los costos internos son mayores”, dijo Sebastián Bendayan, titular de CAFRISA.
La producción de pollos con mismo interrogantes
Tampoco la producción aviar fue la excepción, aunque con un panorama algo menos grave: “Después de la Gripe Aviar (febrero de 2024), volvemos a crecer 17.000-18.000 toneladas por mes y contamos con 64 destinos de exportación, a los que se suman ahora Corea del Sur, Filipinas y la reapertura de China”, destacó Carlos Sinesi, del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), quien reconoció que “con inflación hay que ser mucho más eficiente” (!!).
El punto es que la producción avícola “está madura” y ya se ubica en 2,5 millones de toneladas por año, mientras que la de carne vacuna se estima en apenas unas 3,2 millones. De hecho, el crecimiento de las exportaciones —que alcanzan cerca del 30 % del total producido— se debió, justamente, a la caída del consumo doméstico de carnes rojas, que liberó volumen para las ventas al exterior. No hubo crecimiento, por el contrario, ni en cantidad de cabezas ni en productividad.
Hubo coincidencia en torno a la necesidad (y la vocación) de crecer, y sobre las inversiones necesarias para lograrlo. Justamente, eso es lo que reclamaron los avícolas, que —comparativamente— están mejor posicionados. Entre otras cosas, necesitan unos U$S 500 millones solo para renovar 1.200 galpones. Pero “falta financiación, y las tasas de interés son muy altas. Si se agrega la devaluación de Brasil, la ecuación se complica”, explicó Sinesi.
En el caso de los cerdos —una especie también en ascenso—, ya se demandan unos 18 kilos por habitante por año entre carne y chacinados. Daniel Fenoglio, de la Federación Porcina, reconoció que este año “comenzó muy bien”, con un crecimiento del consumo de otro 5 %, “aunque luego también se estancaron los precios”. Resaltó su convicción de que Argentina pueda alcanzar las 800.000 toneladas exportadas, frente al 1,2 millón del comercio exterior del vecino Brasil, que —entre otros— le sigue exportando a nuestro país. Por ahora, sin embargo, sigue ingresando mercadería brasileña, a pesar de que allí se utiliza un promotor de crecimiento que en Argentina no está autorizado (ractopamina). ¿Otro doble estándar?
También coincidió con el resto en los saldos técnicos de IVA (10,5 % a la carne versus 21 % a los insumos), en la necesidad de promocionar algunos cortes y en la falta de financiación para la producción.
El resumen lo dio Dardo Chiesa, actual coordinador de la Mesa de Carnes, cuando aseguró: “Para hacer mayores inversiones, se necesita más confianza”. “Faltan más señales por parte del Gobierno. Hay distintos estatus sanitarios, diferencias con Ingresos Brutos, tasas desiguales entre municipios. También los adelantos y anticipos salen del proceso productivo, y eso representa menor producción”, aseguró.
A modo de ejemplo, también se mencionaron los certificados que se requieren para exportar, frente a los (no) requerimientos del mercado interno. “Hay eslabones de la cadena que no se controlan, y hasta provincias que no miran nada (o no ven nada), y todo eso representa competencia desleal”, concluyeron casi al unísono sobre un tema más que conocido: las irregularidades fiscales, sanitarias y laborales, que implican costos muy distintos para quienes están dentro del sistema y los que están “afuera” de él.
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