"Tuvimos 30 años de negligencia con el guanaco y se desertificaron los campos"
Productores advierten sobre la sobrepoblación del guanaco. Está afectando la salud del suelo en Santa Cruz. Un proceso claro de desertificación.
En su viaje a la Patagonia, Darwin describió al guanaco como “un animal elegante en estado silvestre, con cuello largo y esbelto y finas patas”. Para los pueblos precolombinos, que lo retrataron en la Cueva de las Manos, en el noroeste de Santa Cruz, hace 9.000 años, este animal era fundamental, porque su carne les proveía alimento y su piel abrigo, toldos, bolsas, cunas y hasta mortajas. Incluso, con sus tendones podían coser y fabricar cuerdas de arcos. Con el correr de los siglos y el avance de las poblaciones, el guanaco fue desapareciendo del norte argentino, Bolivia y Perú. Como reacción pendular, se incluyó a la especie en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés), y se prohibió la exportación de productos de estos animales y el tránsito federal. El resultado fue una gigantesca expansión del guanaco, que además empezó a ganarle la competencia a las ovejas, llegadas a la Patagonia con las estancias de fines del siglo XIX. Se calcula que cerca del 95% de los guanacos del mundo están en la Patagonia. En Santa Cruz, dicen los productores, hay cerca de 3 millones, lo que sería unos 9 por persona y alrededor de un 40% más que ovejas.
Marcelino Díaz es productor de ovinos y director de la Sociedad Rural Argentina del distrito 14, que abarca Santa Cruz y Tierra del Fuego. Si bien valora que, luego de mucho tiempo, el gobierno provincial y el nacional hayan vuelto a permitir una explotación racional del guanaco, es vehemente contra el daño que se ha producido en los campos por el imperio del discurso ecologista y lo que llama “negligencia” de las autoridades.
—¿Cómo está la situación con los guanacos en Santa Cruz?
—Tuvimos 30 años de negligencia de las autoridades. Les dieron bolilla a todos los verdes, tipos que no invierten en el país, sino que reciben plata de alguna ONG para salir a hablar de estupideces; protegieron a los guanacos y hoy tenemos una desertificación tremenda. Hay estancias que están con menos del 50% de su receptividad desde hace diez años —no hablemos de 20 años atrás—, y otras tienen como mínimo un 20% o 30% menos de hacienda. Por suerte, este Gobierno lo entendió, el gobierno provincial también, y ahora están dando una mano viendo que hay que controlar al guanaco para poder mantener los campos. Porque no solo los ganaderos desaparecen y se funden, sino que, de no hacerse nada, va a haber un ecocidio en la Patagonia, como lo hizo Tompkins en Monte León (Santa Cruz).
—¿Un ecocidio?
—Sí. Hace unos años, la señora de Douglas Tompkins (Kristine McDivitt Tompkins) fue al predio de Palermo de la Sociedad Rural Argentina a dar una charla sobre las bondades del parque nacional que armaron en Monte León. Yo estaba sentado en la primera fila, como en una gatera, esperando que terminara, y cuando me dieron la palabra le hablé de todo el desastre que hicieron en ese campo. Ahí antes había una estancia con 12.000 animales, tenía varios empleados, daba vida a los pueblos. Con la creación del parque, quedó todo abandonado, destruido. Pusieron dos parquistas y llenaron de zorros, de pumas, de guanacos. Como los zorros y los pumas ahí no tienen comida, les van a comer a los vecinos; como los guanacos ahí no tienen agua, porque no arreglaron más los molinos, les van a los vecinos. Destruyeron toda esa zona. Hicieron un relevamiento de ese parque nacional y la cobertura vegetal era inferior a cuando era un campo productivo con 12.000 animales. Ella estaba ahí con sus asesores y se tuvo que tragar todo lo que dijo. Me pidió perdón, reconoció que había sido un error.
Críticas a los ecologistas
—He visto advertencias para la circulación por rutas santacruceñas por los guanacos.
—Hay cantidad de accidentes en las rutas en invierno, cuando bajan los guanacos de las veranadas. No los ves, se mimetizan con el pasto, es un peligro. Llegando a Calafate, de la bajada de Míguez al aeropuerto, a veces hay 300 o 400 guanacos; hay que parar en la ruta a esperar que crucen. Un desastre hicieron, destruyeron la Patagonia.
—¿Los ecologistas?
—Todos estos ecologistas que hablan. Los primeros productores que poblaron en los parques nacionales podían tener animales, ovinos, vacunos, caballos, y convivían bien. Después aparecieron los ecologistas, dijeron que se destruía el parque, que el ganado se come el rebrote... Y ahora se dieron cuenta de que, al no hacer nada, es un foco de incendio. Es un combustible bárbaro donde se va llenando de toda la mugre del monte, mientras que, si había animales, estaban los senderos, comían algo del rebrote y entonces se podía transitar. Hoy hicieron una selva.
—Cerca del glaciar Perito Moreno se había formado como una reserva de vacunos criollos, ¿no?
—En Punta Avellaneda, frente al glaciar. La península estaba llena de criollos, que se fueron procreando solos y era una reserva genética. Sacaron gran cantidad. Antes convivían todos. Los ecologistas tienen que entender que un productor nunca va a querer destruir algo de lo que vive: lo quiere cuidar, porque, si no, se queda sin la comida.
—¿El puma no limita la expansión del guanaco?
—El puma, entre un cordero y un guanaco, agarra el cordero, que le es más fácil. Antes controlaban la cantidad de guanacos los puesteros de las estancias. Estaba permitido que cazaran crías (chulengos); se le llamaba la chulengueada. Juntaban entre 80 y 100 cueros cada uno, se los vendían a un mercachifle y se hacían un sueldo más en diciembre. Con ese control no superábamos los 250.000 guanacos en Santa Cruz. Pero aparecieron estos “genios” que nos metieron en el CITES, diciendo que el guanaco estaba en extinción. Habrán ido a censar Misiones, porque en Santa Cruz siempre fue plaga. Y el guanaco empezó a procrear y a procrear, y hoy hay más de 3 millones en Santa Cruz. Nunca los quisimos eliminar: con 250.000 convivíamos; con 3 millones, nos destruyeron a los productores. La población ovina cayó un 35%; hoy hay entre 2 y 2,3 millones de ovejas.
—¿Siente que hubo hipocresía de las autoridades con este tema?
—Por no ir en contra de los ecologistas, por quedar bien con todos, muchos hablan de la desertificación de la Patagonia, pero mencionan a los depredadores, a la sequía, a los ganaderos que no manejan la carga y no dicen que el problema serio que destruyó todo acá fue el guanaco. Yo adoraría estar sentado enfrente de alguno que me demuestre lo contrario. Tengo las pruebas, viví toda la vida en el campo y lo hice producir. Que me vengan a decir que no tengo razón. ¿Por qué tengo que mantener los guanacos, que no son míos? Cuando compré el campo no estaban esos comensales; no puedo mantenerlos. Por negligencia de los que dirigen esto, nos obligaron a tenerlos y hoy me quedé sin campo. El INTA no nos defendió a los productores seriamente con este tema, aunque lo reconocía detrás de la puerta y entre dientes.
Políticas de control
—Durante el gobierno de Mauricio Macri se había diseñado un plan para hacer una explotación racional del guanaco en Santa Cruz. ¿Qué pasó con eso?
—Luis Miguel Etchevehere (entonces ministro de Agroindustria) había logrado que nos autorizaran a faenar en el frigorífico Faimali. Exportamos 20 toneladas a Bélgica; fue la primera vez que se hizo una exportación de guanaco desde Argentina. Pero era muy light: se habilitaba extraer un 1% de los guanacos. Y después vinieron los kirchneristas y ya no se pudo tocar; pusieron hasta fotos de guanacos en el ministerio.
—¿Y ahora?
—Ahora, por suerte, el gobierno provincial de (Claudio) Vidal y el de (Javier) Milei entendieron el problema y se está tratando de resolver entre todos. Nos están dejando encerrar guanacos; se llevan vivos en jaula, se faenan y después se procesan el cuero y la lana.
—¿Y hay un límite de lo que se puede extraer?
—Sí, está bien manejado: te obligan a hacer un censo mediante alguien habilitado y podés sacar un porcentaje de lo que tenés, creo que el 30%. Es un permiso que se tramita en el Consejo Agrario. Aunque hoy deberían dejar sacar todos los guanacos de las zonas donde realmente se puede, y dejar zonas donde no se pueda entrar, de manera que queden en la provincia zonas con cantidad de guanacos y zonas sin guanacos, que vuelvan a ser productivas. Que los guanacos estén, pero en la cordillera, en las partes altas, donde siempre estuvieron.
—O sea, ¿llevarlos adonde no compiten con las ovejas?
—Claro. En las pampas fueron ganando terreno porque se multiplicaron y no había nadie, pero antes no estaban acá los guanacos. Luego fueron avanzando a las pampas porque ya no tenían lugar donde estaban.
—¿Sirve entonces esa medida actual? ¿Se ven resultados?
—Por lo menos es algo; antes no te dejaban sacar un 10%. Después se irá manejando, lo irán viendo ellos, pero por lo menos empezamos con algo. En los campos donde se pudo hacer se nota la diferencia: tienen más receptividad, las tierras se están componiendo al bajar la carga de guanacos.
—¿Pero ya se redujo la población desde esos 3 millones?
—No, porque todavía no se saca en una cantidad que incida. El guanaco aumenta un 20% por año. Si se sacaron, no sé, 10.000 guanacos —porque no han sacado más que eso—, no incide; venimos corriendo de atrás en el último vagón. Es una ayuda, pero no soluciona las cosas. Para que se note en general, habría que sacar por lo menos 300.000 guanacos por año.
Santa Cruz, la más complicada
—¿Santa Cruz es la provincia más complicada con este tema?
—Sí. En Chubut lo combatieron mucho porque siempre hubo carnicerías que vendían clandestinamente la carne de guanaco. En Sierra Grande, por ejemplo, el 80% de la carne que se vende es guanaco. En Mendoza no hay guanacos porque se los comen. Están acostumbrados a comer llamas y se comen los guanacos. Todos los gendarmes que vienen del norte están acostumbrados a comer guanacos.
—¿Cómo atrapan a los guanacos?
—No es fácil. Para hacer cada encierre se precisan 12 motos, 12 personas que sepan correr en moto, cargarlos en las jaulas, armar los corrales… Es caro y complicado, pero se puede hacer la inversión; lo que hay que buscar es el negocio, dónde vender el guanaco. Hay que desarrollarlo. Acá hay un frigorífico, Montecarlo, que lo está haciendo muy bien, a su propio riesgo: viene, trae su gente, sus corrales, sus motos, encierra y se lleva los guanacos. No nos cobran ni nos pagan nada. El beneficio para nosotros es que nos saquen los guanacos del campo. Venden la carne en Calafate.
—¿Y se vende bien?
—En los restaurantes se vende, pero tampoco es que les piden 50 toneladas por día. Hay que desarrollar el negocio. Todos los restaurantes ofrecen, no un costillar de guanaco, pero sí empanadas o un goulash. Además, está todo declarado: el frigorífico lo hace con papeles, tiene trazabilidad, es todo legal.
—¿Aclaran que es carne de guanaco?
—Sí, sí, está en el menú como guanaco; para ellos es promoción. Donde por ahí no aclaran es en casas de comida al paso o estaciones de servicio con las milanesas.
—¿Y hay chances de exportar?
—Y… hay que conseguir el cliente. El Ejército en España puede llegar a comprarlo. En realidad, un montón de gente, porque la carne picada es proteína; hay que buscar el negocio.
—¿La lana se procesa diferenciada?
—Sí, se vende como lana de guanaco.
—¿Tiene buen precio?
—Sí, hasta que la tenés. Es como todo: cuando no hay, vale una fortuna, pero cuando la tenés, ya no vale.
En esta nota








