Columna de Opinión

Propuestas de campaña demasiado pobres

Tal vez porque dudan de sus propias fuerzas y/o ideales, la opción durante todos estos últimos días fue “bajar” al otro, al que va adelante, en lugar de elevar la discusión con nuevas ideas superadoras.

En los últimos días se escuchó, hasta el hartazgo, a los principales políticos que pretenden la presidencia de la Nación hablando, muchas veces en forma altisonante, de sus posturas partidarias (?). Sin embargo, lejos de delinear y de intentar llegar al electorado con sus propias ideas y propuestas, la campaña se circunscribió, hasta ahora, a intentar demoler al ocasional adversario.

Destruir en lugar de construir, sería la síntesis. Tal vez porque dudan de sus propias fuerzas y/o ideales, la opción fue “bajar” al otro, al que va adelante, en lugar de elevar la discusión con nuevas ideas superadoras.

Una campaña floja, vacía, triste…, para un país estancado hace más de 20 años.

Ante ese escenario, algunos dirigentes del sector agroindustrial se quejan de la escasa/nula participación del “campo” en las presentaciones de los candidatos, incluyendo los dos debates nacionales. Y es cierto. Las menciones fueron prácticamente inexistentes, y solo en algunos actos de campaña casi todos ellos coincidieron en mencionar la “eliminación de las retenciones” como un aparente eje de la política que llevarían adelante, aunque sin siquiera dar demasiadas especificaciones de tiempos, porcentajes de caída del retrógrado gravamen, etc., y como si toda la política que requiere el sector, se circunscribiera a un impuesto a la exportación que, por otra parte, salvo alguna excepción circunstancial, no existe en ningún otro lugar del mundo. Todo demasiado pobre.

Y en realidad, tampoco se trató de lo que los candidatos creen que hay que hacer con el campo. Más vale, es apenas lo que ellos “creen” que el sector y sus industrias “quieren escuchar”, y solo por eso lo dicen.

Ahora bien, que es lo que le hace falta al país productivo, además del discurso, claro está…?. Pues ni más ni menos que un plan. Un programa. Un proyecto. Un objetivo-país que por el momento, ninguno de ellos menciona y que, en realidad, es la base excluyente de todo.

Algo así como la gran Constitución (de 1853) que luego, junto a la generación del ´80 (1880), dio lugar al país más atractivo del mundo entre fines del XIX y principios del XX. Ese lugar al que venían cantidades de inmigrantes para “hacer la América”, y que con su trabajo transformaron en el “granero del mundo”.

Pero aquella hoja de ruta, o mapa, se fue desdibujando y desvirtuando con el tiempo, y nunca fue sustituido, mientras muchos países vecinos y regiones competidoras recorrían exactamente el camino contrario hasta llegar a hoy, cuando la Argentina se encuentra en los últimos lugares de desarrollo económico, a pesar de las ventajas comparativas que todavía ostenta.

Dicen que “no hay vientos buenos, cuando no se sabe para donde ir…”, y eso le pasa al país, aunque la política pretenda obviarlo. Si se toma el sector agroindustrial, unos pocos ejemplos dejan el asunto tan claro que ya no es discutible.

Tanto la Ley Agrícola de los Estados Unidos (EE.UU), que se renueva cada 5 años, actualizando la tecnología y los objetivos de uno de los mayores países del mundo, como la poderosísima PAC, la Política Agrícola Común, que surgiera en Europa tras la II Guerra Mundial, con el objetivo de lograr la independencia alimentaria, un verdadero talón de Aquiles durante el conflicto bélico, que los obligaba a “depender” de proveedores, nada menos que de comida¡¡, son un ejemplo claro. Consolidada como PAC, luego en 1962, también terminó desvirtuándose al volverse excedentaria en la producción de alimentos, por la aplicación de costosos y discursivos subsidios que terminaron alterando también el comercio mundial, y que ahora se ven obligados a corregir.

Pero sin ir tan lejos, hasta los vecinos encararon cada uno sus propios proyectos. El gigante Brasil comenzó con el Plan Proalcohol a principios de los ´70, cuando se produjo la crisis mundial del petróleo, aprovechando las ya extensas plantaciones de caña de azúcar que tenía. Hoy es uno de los mayores productores de etanol del mundo, y el principal exportador, mientras desarrollaba otros rubros. Pero tras encarar el Mercosur a principios de los ´90, junto con Paraguay, Uruguay y Argentina, a principios del siglo XXI dio una vuelta de tuerca que en estas últimas dos décadas, le permitió convertirse en uno de los tres principales proveedores de alimentos del mundo, incluyendo rubros que eran atípicos para su clima tropical y sus tipos de suelo, como la carne vacuna (hoy de excelente calidad), la leche, manzanas, y hasta el trigo en el que ahora alcanzó la autosuficiencia, que se sumaron a los pollos, cerdos, cítricos, soja, maíz, etc. que ya poseía.

Chile, con muchísimo menos, hizo lo mismo en los ´70 reconvirtiéndose desde su dependencia del cobre, en una potencia frutihortícola mundial, con vinos, conservas y piscicultura de nivel internacional, además de una poderosa industria forestal “plantada” hasta en las laderas de la cordillera de los Andes.

Incluso Uruguay, con su Plan Forestal, que le justifica las millonarias inversiones en pasteras de celulosa , es un ejemplo claro de lo que significa una definición-país y la necesidad de objetivos claros y reglas de juego estables.

En todos los casos, la agroindustria es actualmente uno de los principales rubros de la actividad económica (y en ningún caso es el único), permitiendo un PBI per cápita varias veces superior al de Argentina.

Pero tal vez sea Paraguay el caso más emblemático y el que ´pone en evidencia de forma más cruda, el injustificable retroceso de la Argentina en general, y de su agroindustria en particular.

No se puede construir una casa sin un plano… Y eso parece ser lo que pretende la política vernácula, a pesar de los sobrados ejemplos en contrario a su alrededor.

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