Una elección atípica para la joven democracia argentina
La sociedad se dispone a votar en un ambiente de negatividad, realidades y mensajes de violencia y enojos, de miedos y odios. Pero existe esperanza. Todas emociones que conviven, en un precario equilibrio, dentro de nuestra comunidad de votantes.
Hoy volvemos a depositar nuestro voto en las urnas. Lamentablemente lo hacemos rodeados de un ambiente de negatividad, realidades y mensajes de violencia y enojos, de miedos y odios. La realidad y la política sin duda contribuyeron, en buena medida, a este clima de desencanto.
Muchos son los argentinos que, frente a este contexto de país, se escudan en una polaridad emocional: el enojo de corto plazo, reflejado como parte de la indignación que refleja la actualidad; y la esperanza, íntima de la alegría que en algún momento estaría por llegar. Estas dos emociones, que son aparentemente divergentes, se complementan o conviven en nuestra comunidad de votantes.
Claramente son tiempos sobre los que emerge la “emocracia”, la política de las emociones como parte del combate al rechazo de la política, y la desconfianza hacia actores e instituciones, tal como menciona en una de sus obras la docente e investigadora, Anna María Fernández Poncela. Épocas donde aparece la “democracia sentimental” y el “gobierno de las emociones”.
Desde la política se aboga por un discurso pasional en detrimento de la información, los datos duros de la realidad, e incluso de las opiniones fielmente respaldadas con estadística. Pero esto no pasa sólo en nuestro país, es una marea que está atravesando parte importante de las democracias occidentales. Como remarca Antoni Gutiérrez-Rubí, Catalán asesor en comunicación y consultor político: se están propugnando campañas electorales de “likes” más que de “thinks”, donde las mejores narraciones -strorytelling-, las experiencias y momentos memorables o el hablar con y desde el corazón aparecen como la novedad electoral, que cada vez gana más adeptos. En cierto punto, el electorado se enfrenta a la disyuntiva de creer en la realidad o respaldar un relato.
De una u otra manera este es el escenario que enfrenta el ciudadano promedio argentino, de cara a emitir hoy su voto. Seguramente, muchos de ellos, sumergidos en profundas contradicciones.
Pero volvamos al plano del día a día en la Argentina. Hoy existen tres candidatos con alguna posibilidad para ingresar en el balotaje que, dentro de este contexto que se describe, tuvieron comportamientos disímiles buscando llegar con posibilidades a estas elecciones.
- Patricia Bullrich. Una política tradicional, que lidera las filas de Juntos por el Cambio. Tuvo que surcar una cruenta interna para poder emerger como candidata de su espacio. Y eso tuvo sus costos. Después de las PASO algunos electores migraron hacia otros partidos y durante gran parte de todo este último tiempo su esfuerzo de concentró en buscar recapturar a esos infieles. Hoy sabremos los resultados de su trabajo. Es la candidata que menos apeló al discurso emocional que tanto habla Antoni Gutiérrez-Rubí. Se enfocó en golpear al kirchnerismo, como el causante de los males del país. Cuenta con dos grandes activos. El primero, sus antecedentes en la lucha firme contra la delincuencia cuando fue funcionaria del gobierno de Macri. El segundo, la gran cantidad de Gobernadores que logró su partido en las elecciones provinciales. Eso le daría un paraguas de gobernabilidad.
- Sergio Massa. Ministro de Economía de la alianza gobernante, tiene muy poco para mostrar. Los números no lo acompañan en el plano fiscal, económico y social. Sin embargo, y pese a lo mencionado, ha sido todo un logro -un milagro según el escritor y politólogo Jorge Asís- llegar a este domingo con posibilidades de mantenerse en la carrera para la presidencia de la Nación. No es un punto menor. La perseverancia lo colocó donde está. Y fue un trabajo en soledad, ya que no solo no tuvo grandes manifestaciones de apoyo de sectores clave dentro de su partido (el silencio de Cristina Fernández y los líderes de La Cámpora, entre otros), sino que tuvo que enfrentar innumerables críticas de la intransigencia de su gobierno (organizaciones sociales) que solo buscaron poner un freno a su candidatura. En sus discursos Massa apeló, habrá que ver con que resultados, a la esperanza y el miedo, dos sentimientos que trabajó con gran profundidad Gutiérrez-Rubí en sus escritos.
- Javier Milei. El libertario que emerge en la política sin ningún tipo de estructura. Es un claro referente de las campañas electorales de “likes” más que de “thinks”. Su base de campaña se apalancó a través de las redes sociales donde allí volcó las mejores narraciones, experiencias e ideas, por lo general todas ellas basadas en la ruptura del sistema económico tradicional que gestionó al país en los últimos 25 años. No le fue mal. La agresividad de sus discursos captó la bronca de muchos argentinos sumergidos en la angustia y frustración. Y sus palabras no tuvieron como destino ciertos segmentos etarios y/o sociales definidos. Cruzó transversalmente a todos los partidos políticos, tomando parte de sus tradicionales votantes. Desde familias humildes hasta aquellas que gozan de un buen pasar dieron su apoyo irrestricto a este nuevo modelo de hacer política. Desde jóvenes, tercera y cuarta generación de familias peronistas, hasta personas mayores a 40 años provenientes de partidos tradicionales de derecha, se volcaron hacia las filas del libertario. Otro dato clave: sin ningún tipo de estructura -y en muchos casos sin tan siquiera pisar territorio- Milei en la última PASO ganó en 16 provincias entre un total de 24 jurisdicciones.
Hoy podríamos decir que la mayor parte de los argentinos va a votar más impulsado por sus emociones que por sus convicciones. Es una elección atípica, no caben dudas. Pero es un paso más para seguir afianzando nuestra democracia a punto de cumplir tan solo 40 años desde aquel 30 de octubre de 1983, cuando pudimos dejar atrás un pasado gris de la Argentina.
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