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El bisturí regulatorio del INV: ¿Desburocratización o motosierra?

El INV eliminó 756 normas. ¿Es esta "poda" una señal de la modernización estatal que el mercado anhela o solo un gesto administrativo sin impacto real en la economía del vino?

La simplificación administrativa en el sector público nacional parece ser algo más que un eslogan; por estos días se transformó en una directriz tangible, impulsada por la necesidad de desburocratizar los procesos. El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), organismo clave en la economía regional y la fiscalización de la producción vitivinícola argentina, dio un paso significativo en esta dirección al dictar la Resolución N° 35/2025, una medida que afecta directamente su caudal normativo histórico.

La acción del INV se enmarca en la aplicación de las “Buenas Prácticas en Materia de Simplificación” y sigue el mandato del Decreto N° 90/25 del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), que instruye a los organismos a realizar un exhaustivo relevamiento normativo. El objetivo es claro: identificar, y eventualmente proponer la derogación, de aquellas normas que perdieron vigencia, relevancia o que simplemente se tornaron obsoletas e innecesarias.

El resultado es la derogación de 756 resoluciones. Este volumen no es menor y subraya la complejidad y el crecimiento orgánico de la legislación sectorial a lo largo del tiempo. Las resoluciones eliminadas incluyen, principalmente, aquellas de vigencia temporal—normas que cumplieron su ciclo al ligarse a una ventana específica de tiempo—y las que se emitieron para requerir información específica en respuesta a un contexto particular o una emergencia.

En este punto, la pregunta es: ¿La eliminación de estas 756 piezas normativas reduce, en efecto, la carga operativa de las bodegas y productores, o se trata fundamentalmente de una higienización del back-office estatal?

La finalidad declarada del INV es profundizar el proceso de desburocratización y modernización del Estado Nacional. Desde una perspectiva económica, la simplificación normativa disminuye la "carga regulatoria oculta", que se traduce en tiempo, esfuerzo y recursos que dedican las empresas a comprender, clasificar y asegurar el cumplimiento de un laberinto legal. Un cuerpo normativo más conciso, claro y vigente permite a los actores del mercado asignar más recursos a la producción e innovación y menos a la administración del cumplimiento.

Sin embargo, el valor real de esta acción se medirá en los próximos pasos. La derogación de normas muertas es un inicio, pero la modernización efectiva requiere una reingeniería de procesos, priorizando la digitalización, la automatización y la simplificación de los trámites que son vitales y recurrentes para el sector. Este "bisturí regulatorio" del INV puede verse como un indicador positivo de la voluntad política de ordenar el Estado, pero la expectativa del sector vitivinícola con conocimiento del detalle regulatorio es que esta poda sea el preludio de una simplificación funcional que se sienta en el bottom line del negocio.

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