Vinos

El curioso caso de una compañía que cruza el atlántico a soplo natural

El transporte oceánico fue para la historia del vino una herramienta de cambio.

No estamos en el siglo XVIII. Sin embargo, hoy es dable beber vinos transportados a vela. Lo descubrí hace algunos meses en un coqueto restaurante de Nueva York, ciudad a la que había ido a dar unos seminarios sobre vinos argentinos. Pero ese es otro cuento.

Como uno tiene el ojo entrenado para las etiquetas de vino, algo que nos pasa a todos los que estamos en este asunto de las botellas, apareció un circulito raro en la contra etiqueta. Al acercarme pude comprobar que era un sello que decía: Cargo Sailboat Shipping - Grain de Sail.

En pocas palabras, ese vino había llegado hasta la Gran Manzana a vela. Y eso es lo que certificaba el sello. Grain de Sail –un juego de palabras del francés "grano de sal", pero usando sail del inglés, navegación– es una compañía fundada en 2008 como tostadora de cafés orgánicos, para en 2018 construir el barco y lanzarlo a la navegación en 2020. El objetivo: importar vinos franceses y café y chocolates antillanos a Estados Unidos. Rara la combinación pero completamente posible.

La razón detrás de esta compañía es ofrecer vinos con el menor impacto posible en términos ambientales. Y por eso, además, el portfolio que llevan a vela está en línea con ese espíritu: orgánicos, naturales y biológicos. Lo mismo cuenta para las barras de chocolate y los granos de café.

El dato de color de Grain de Sail es el barco. Una goleta moderna, de 24 metros de eslora y con capacidad para transportar hasta 35 toneladas de mercancías que, en cajas de vino, son 1500 cajas de doce botellas. Goleta moderna al fin, con dos tripulantes hacen el viaje de ida y vuelta dos veces al año. El otro dato de color es que en la página de la compañía hay un contador de días para el regreso de la goleta. Al momento de escribir esta nota faltan 161 días para que llegue al puerto de Nueva York, mientras navegaba con proa a Guadalupe.

Como no podía faltar en este cuento, el slogan de la compañía es elocuente: “El sabor de nuestra aventura”. Nada mal para vender vinos que nunca antes estuvieron en el mercado norteamericano y que, para más datos, cruzaron el atlántico empujado por los vientos.

Los vinos a vela

Más allá del caso de Grain de Sail –hay otros ejemplos, sé ahora, como TransOceanic Wind Transport, también con su sello, pondrá a navegar en 2024 dos barcos con 1.100 toneladas de capacidad–la realidad es que el transporte oceánico fue para la historia del vino una de esas grandes herramientas de transformación. Sucede que, como en el pasado siglo XVII y XVIII, los barcos que surcaban los mares se podían demorar hasta un año en darle la vuelta a la tierra, algunos de los vinos que transportaban necesitaron ajustes para el largo viaje.

Entre esos vinos ajustados, dos se cuentan entre los más nobles: el Porto y el Madeira, vinos que fueron fortificados con alcohol vínico hasta llevarlos a 18 o 20 grados máximo y así resistían la travesía oceánica. Copas con perfumes de marecías –una de las palabras más bella del portugués, aplica al rocío de la espuma de las olas llevado por el viento–, tienen en su ADN el mundo navegante del pasado: encierran brújulas y sextantes, tifones y piratas, puertos exóticos, noctilucas y el inmenso mar en un tiempo impoluto. Libre de microplásticos y contaminaciones.

Pero no sólo el vino fue transformado por la era de las navegaciones. Una de las cervezas más populares hoy, la IPA, se explica por ese enorme proceso comercial que sentó las bases del mundo moderno. Indian Pale Ale, como la llamaron los ingleses, es el espejo rubio de los Portos: una cerveza ligeramente fortificada, con más lúpulo para tal fin, que tiene un sabor más intenso.

Al fin y al cabo, de eso se trata ese cuento. De conseguir sabores nuevos donde no los hay. Por eso los barcos a vela fueron desde tiempos remotos el motor del progreso, etéreo y leve como el viento. Si Grain de Sail o TransOceanic Wind Transport son o no un éxito comercial, o un capricho de gente con dinero, estará por verse. Lo que sí está claro es que, el romanticismo de una era perdida al filo de un mundo que se desmorona tiene el sabor de la aventura. Y de eso también hablan los vinos.

¿Cuánto contamina el vino?

El dato es que, como el vino es un producto natural, tiene huella de carbono casi positiva (si no fuera por la cocción del vidrio y los fertilizantes) hasta que ingresa en el rubro transporte. Ahí, el traslado de una caja de vino desde la bodega al puerto es punto crítico. El transporte oceánico tiene bajo impacto por la cantidad de carga que lleva un barco de gran calado.

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