Agricultura: un arranque con tropiezos
Ninguno de los del grupo “oficial” de funcionarios que va a administrar el área, fue convocado por quien la conduce. Es más, algunos no se conocían entre ellos.
Casi de “culebrón”, podría calificarse lo que desde hace semanas viene ocurriendo con la cartera de Agricultura (como se la conoce en casi todo el mundo), y que estos últimos días alcanzó ribetes de escándalo.
Comenzando de menor a mayor, se puede decir que las “chicanas” de una de las entidades del campo (CRA), respondidas en el mismo tenor por el nominado titular de la cartera (Fernando Vállela), dejaron un gusto desagradable en todos los que esperan un nivel un poco más conducente entre las partes, a fin de poder abordar los debates y las diferencias entre funcionarios y representantes del campo de una más forma educada y constructiva.
Intentar justificar el hecho con la “falta de experiencia” de ambos sería infantil. Se supone que en esos niveles de representatividad (entidades), y responsabilidad (funcionario), hay perfecta conciencia de lo que está en juego y, si no se está a la altura de las circunstancias, el paso al costado es la única posibilidad digna.
Por supuesto que se sabe que un “académico”, un hombre que dedicó su vida a la educación pública, puede estar muy capacitado para el análisis macro o general, pero tal vez no para recibir críticas, acostumbrado como está al “silencio” de los alumnos. Pero los empresarios de la agroindustria, no siempre son mansos educandos que pueden ser sancionados con una amonestación o una mala nota.
Lo cierto es que el “intercambio” derivó en el desplazamiento de quien hasta hace días atrás era el segundo en cuestión (Germán Paats), el subsecretario del área, hombre “de campo” que había atravesado una serie de alternativas productivas, aparentemente no todas resueltas de la forma más prolija, y que tras su autoincriminación (que nadie le pidió) salió rápidamente “eyectado”, e iría a reportar directamente como “asesor” de la Jefatura de Gabinete, no se sabe aún de la mano de quien.
En todo caso, ninguno de los del grupo “oficial” que ahora va a administrar el área, fue convocado por quien la va a conducir. Es más, algunos directamente no se conocían entre ellos, de la misma forma que tampoco el Jefe de todos, el Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, los conocía a ellos (a algunos ni siquiera de nombre).
Dicho de otra forma, no hay un equipo, solo una agrupación de nombres aportados por distintas personajes (la mayoría políticos) y que, en muchos de los casos, suelen responder a la “devolución de favores” hechos, o por hacer. Así se puede contabilizar gente de la Administración Macri, otros de Guillermo Franco, un par de Juan Schiaretti y, al menos en Agricultura, casi nadie de La Libertad Avanza, o sea, la fuerza del presidente Javier Milei y, como ya se dijo, tampoco fueron elegidos por Caputo.
A partir de allí, la ausencia aún de un equipo (que se conoce y que ya sabe trabajar junto) deriva en una casi lógica falta de un programa abarcativo, aunque varios de ellos (no todos) tienen ideas bastante claras más, tal vez, para el desarrollo de estrategias de mediano y largo plazo, que para la resolución de problemas de trinchera como los que enfrenta esta cartera, y que van a “explotar” inmediatamente.
El campo, lamentablemente, ya tiene experiencia con funcionarios nóveles (más allá de la edad que tengan), que manejan perfectamente un power point, pero que hacen agua a la hora de tener que enfrentar a los chacareros, o a los problemas puntuales que ahora abundan, ya que durante este año lo único que hubo fue proselitismo para las elecciones presidenciales, y poca o nula gestión.
Ahora los problemas están todos amontonados detrás de la puerta para ir desgranándose en forma ininterrumpida en las próximas semanas y meses, y con el “power point” no alcanza. Probablemente con el grupo ecléctico tampoco.
En este contexto, el cambio de nombre de la cartera de Agricultura a Bioeconomía (que pocos saben lo que significa), parece más una tendencia de moda hacia lo “bio”, lo “verde”, y lo ambientalmente amigable. Se sospecha más declarativa, que de verdadero contenido. De hecho, para que Argentina hable de ¨bio” en serio, faltan unos cuantos años aún. Pero en todo caso, se puede admitir como una expresión de deseos pero, ¿y cual es el programa que sustenta el supuesto cambio?, ¿cual es el plan que presentan para terminar con la radicalización de sindicatos y los abusos que siguen restando competitividad a las empresas argentinas (y hasta llegan a fundirlas como está pasando ahora con una láctea, o ya se vio con un par de grandes avícolas, y varias frutícolas también, entre otras muchas).
Temas “en serio”, como el trigo transgénico y su ubicación (geográfica); los exagerados costos operativos, trámites excesivos que incluyen reparticiones públicas como el Senasa, el INV, etc. hasta ahora no fueron abordados en las muchas, y “digitadas”, reuniones que los funcionarios fueron manteniendo (y que también provocaron fuerte malestar por la discrecionalidad de las convocatorias, o por haber sido hechas directamente por empresas). Más vale, todo lo contrario. Con la frase “queremos escuchar”, la postura parece ser la de recibir programas y proyectos ya desarrollados, que a la vocación de elaborarlos, y mucho menos de dar a conocer cual es la posición con la que llegan al Gobierno.
Como si fuera poco la amenaza del tipo: “si no nos dan lo que planteamos no asumimos”, lanzada hace un par de semanas atrás, además de muy poco creíble, constituyen al menos un desafío a las autoridades máximas del país (los “jefes” como el Ministro Caputo, y el Presidente Milei, entre otros), que difícilmente constituya un correcto paso inicial, ni contribuyeron para crear el clima constructivo que se requiere para solucionar los muchos problemas “concretos” que hoy enfrenta el área, y de los que todavía no se escucha hablar.
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