El recorte en la tasa de devaluación, profundiza las inconsistencias del modelo
La jugada del Gobierno de reducir el ritmo de devaluación al 1% contra una inflación arriba del 2% es, en como mínimo, una jugada muy arriesgada.
El virtual congelamiento del dólar, tras el anunció del Gobierno de reducir la tasa de devaluación (crawling peg) del 2% al 1% mensual, apunta básicamente a consolidar dos pilares del programa económico financiero que impulsa el ministro Luis Caputo: continuar usando el tipo de cambio como ancla sobre los precios y mantener las condiciones del ‘carry trade’ en el sistema financiero. De ahí la decisión de, por ahora, no acompañar ese anuncio con un recorte de tasas. Como efecto colateral, la iniciativa apunta a estimular el consumo en dólares y, junto con ello, el financiamiento del sector privado -crédito- a través de este tipo de moneda.
En definitiva, el programa sigue ajustando bajo los preceptos de inicios de gestión, y sin los cambios estructurales de importancia que deberían acompañar todo este proceso, como para que llegue a buen puerto el modelo.
Con un dólar depreciado en la economía argentina, teniendo en cuenta los informes del Banco Central que señalan que la competitividad cambiaria se encuentra en niveles por debajo de los de noviembre de 2023, recortar la tasa de devaluación 50% para llevarla al 1% contra una inflación por encima del 2% para los próximos meses es, como mínimo, una audaz apuesta del Gobierno.
Tomando como referencia el dólar oficial, para fin de año terminaría en 1.165 pesos (una suba del 13,8%), contra un índice de precios al consumidor (IPC) proyectado por el Gobierno en el presupuesto para todo 2024 en torno del 28% y una tasa activa anual arriba del 50% para la toma de crédito en pesos. Es difícil pensar, analizando estas tres variables, que el modelo pueda funcionar en el plano económico sin un severo ajuste sobre las empresas o algunas mejoras en las condiciones -que compensen estos desvíos que hoy genera el atraso cambiario- para que puedan continuar produciendo.
De no existir cambios, se profundizarán las transferencias de fondos desde el sistema productivo al financiero, un esquema que no tiene posibilidades de subsistir, salvo en ciertas actividades que tienen un alto potencial de rentabilidad, como es el caso de la producción de gas y petróleo, la explotación de litio, y algunas bien definidas -y limitadas- en el sector agropecuario. Un claro esquema de ‘primarización’ de la economía.
Tras la reducción de la tasa de devaluación, el ‘carry trade’ emerge con más fuerza; una estrategia conocida como la bicicleta financiera que consiste en desprenderse de posiciones en dólares, tomar pesos y colocarlos a tasas locales a través de instrumentos que tengan un rendimiento superior al ritmo de devaluación, para luego volver a dolarizarse obteniendo jugosas ganancias en moneda dura. Como ocurrió en gran parte del año pasado, este esquema le permite al Gobierno sostener la 'pax cambiaria', y a los inversores conseguir ganancias superiores al 1,5% mensuales en dólares. La ‘tablita’ funciona a la perfección. ¿Qué banco prestará dinero al sistema productivo con semejante rentabilidad que logra en el mercado financiero? Y sin riesgo alguno.
En este contexto, la financiación en pesos, presenta para la producción un problema aún mayor. Damos tan solo un ejemplo de lo que hoy está preocupando a las empresas: muchas de las pymes que en este último tiempo -por problemas de caja- no pudieron pagar sus impuestos, la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA, exAFIP) financia esa deuda al 7,47% mensual, una tasa que termina siendo cercan al 90% anual. Volvemos a la pregunta de sentido común: ¿A dónde puede recurrir una empresa para financiar estos pasivos? Ningún banco aceptaría prestar dinero en estas condiciones.
El mundo de las finanzas es una fiesta y algunos lo celebran en voz alta: “Vamos bien”. No dicen lo mismo quienes financiaron, por ejemplo, al Grupo Grobo, emblema en los últimos años del modelo contratista rural. A ellos los números no le cerraron porque sus costos son en dólares y las ventas se concretaron en esa misma divisa, pero con retenciones y precios internacionales a la baja. Como en el ejemplo de ARCA mencionado párrafos arriba, hoy el sistema bancario/financiero mira al campo en general, y a las economías regionales en particular, con cierta desconfianza teniendo en cuenta el escenario complejo por el que deben transitar de aquí en adelante. En la región frutícola del Valle de Río Negro y Neuquén -caso que nos ocupa y preocupa- la falta de financiamiento está apareciendo con fuerza generando inconvenientes en empresas clave del sector.
Días atrás fue el ex ministro de Economía Domingo Cavallo el que alertaba sobre el riesgo de sostener el atraso cambiario en la economía argentina. Esta semana, otro par, Hernán Lacunza habló del mercado financiero y las políticas que el Gobierno de Javier Milei implementa para mantener un dólar “planchado”. Aseguró que “están jugando con fuego”, ya que el valor de la divisa está atrasado y no saben cuál es el tipo de cambio de “equilibrio”, o real.
No hay dudas que para el ministro Luis Caputo el “tipo de cambio de equilibrio” es el que contribuye a desacelerar la inflación y con el brazo del Banco Central, interviene en el mercado cambiario para generar una precaria estabilidad. El Gobierno devalúo 118%, liberó precios y disparó la inflación a 25% mensual en diciembre 2023, liquidó el déficit fiscal y la emisión derivada y, a partir de allí, ajustó el tipo de cambio al 2% mensual. Dada la inflación del año 2023, hoy volvimos al tipo de cambio real del exministro Sergio Massa. Lo positivo: mejoró los precios relativos y bajó la inflación, estabilizándola en los últimos tres meses la estabilizó en torno al 2,5% y ahora bajará el 'crawling peg' al 1% y marchará rumbo al 0%, algo que muchos especialistas no ven como positivo. El objetivo es llegar a tener un dólar fijo hasta liberar totalmente el mercado de cambios. “El Gobierno busca créditos por 11.000 millones de dólares para mantener el dólar en el nivel de la salida del cepo. Es decir, préstamos para intervenir en el mercado y sostener la divisa a la baja: una política monetaria que ya la vimos en otros momento de nuestra historia”, comenta el reconocido economista Carlos Leyba.
Esta claro que detrás de la no emisión monetaria para financiar al fisco, está la idea que, si se dispara el dólar aumenta la inflación. La estabilidad de precios, es la plataforma sobre la que se sostiene hoy la figura del presidente. “En este escenario político se moverán el dólar, los salarios, y todas las variables de la economía; en torno al 'crawling peg'. Y la apertura aportará del cepo disciplina social y empresarial. La economía más libre del mundo con tipo de cambio controlado, para atrasarlo. Las mollejas de Estados Unidos volverán a las góndolas locales”, ironizó Leyba.
En definitiva, emergen ciertas inconsistencias en el modelo implementado por el Gobierno que, con el paso del tiempo, tienden a profundizarse. La frase “Adaptarse o morir”, pronunciada por el Presidente Javier Milei, no deja de ser la antesala de lo que seguramente está por venir.
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