Las fábulas que el Gobierno pareciera nunca haber leído
Las sucesivas crisis que muestra nuestra historia no se debieron a malas recetas económicas, sino a políticas extraviadas: el abandono de las instituciones, la destrucción de la moneda y la creencia de que "todo vale" en la búsqueda de poder.
En estas últimas décadas, la sociedad argentina ha sufrido innumerables cambios en su conducta. Muchos de ellos generados desde las más altas direcciones de la política.
Sumergidos en los buenos momentos que nos puede brindar el corto plazo -haciendo referencia a las recientes medidas tomadas por el ministro de Economía, abogado y candidato a presidente de la Nación, Sergio Massa- no terminamos de medir -por acción u omisión- las consecuencias que pueden traer aparejadas estas decisiones para el mediano y largo plazo.
Todos somos conscientes de que hoy colocar plata en los bolsillos de los trabajadores, en el escenario económico actual y sin un programa de Gobierno sustentable, es más inflación en los próximos meses. En definitiva, los pocos pesos adicionales que se transfieren a la ciudadanía para mejorar su consumo, dejarán de cumplir sus funciones cuando en los próximos meses la inflación haya licuado ese poder de compra extraordinario otorgado “generosamente” por el Gobierno.
Pero hay que alertar de las consecuencias, que van mucho más allá de lo que estamos mencionando. Una espiralización de precios para los próximos meses generará más indigencia, y problemas en el mercado laboral y de consumo. La economía se retraerá aún más, con todo lo que trae aparejado este escenario. En lo que va de su gestión, de poco más de un año, el titular de Economía y abogado Sergio Massa, condenó a 1,7 millones de argentinos a la pobreza. El “Plan Platita”, probablemente, empujará durante los próximos meses a más ciudadanos hacia esta condición.
Disfrutemos el momento, mañana...alguien dispondrá, pareciera ser el lema del ministro Massa. Como mínimo se debería calificar estas medidas como irresponsables. Llevado al plano político, como netamente populista y electoral. Lo que esta claro que esta efímera satisfacción para la sociedad quedará sepultada por la dureza de lo que viene.
Esto nos recuerda a alguna de las fábulas que, a lo largo de nuestra niñez, muchos padres contaron o citaron como ejemplos de vida. Este tipo de historias son narraciones parecidas a los cuentos protagonizadas generalmente por animales que, en la narración, tienen características propias del ser humano, y que se caracterizan por contener una enseñanza o moraleja final.
La fábula
Uno de los autores más conocidos de este tipo de narración ha sido el escritor Esopo, un antiguo esclavo de la Antigua Grecia al cual se le atribuyen una gran parte de las fábulas más populares y habituales de nuestra cultura. Una de ellas, es un aprendizaje que, tal vez, nos pueda volver a colocar como sociedad en la senda del sentido común. La versión clásica de “La Hormiga y la Cigarra” se resume de la siguiente manera:
La hormiga trabaja todo el verano construyendo su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno. La cigarra, observando, justo frente a la construcción, piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando. Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casa donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera. La cigarra, sin comida y sin cobijo, muere de frío.
La versión de este escrito de Esopo, fue interpretado en su blog, hace ya años, por el periodista Zavala Ra -como crítica a los sistemas populistas- y vale la pena volver a traerlo hoy al debate, teniendo en cuenta la sensación que existe en gran parte de nuestra sociedad en su relación con el Estado.
Tomando como punto de partida la llegada del invierno, conocido todo lo previo de la fábula, la hormiga se refugia en su casa donde ya tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera. Enfrente, la cigarra, tiritando, sin comida y sin cobijo, organiza una rueda de prensa en la que se pregunta por qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida, cuando hay otros, con menos suerte que ella, que tienen frío y hambre.
Tras cartón, recurre a la televisión en vivo mostrando el frío por el que está pasando y todas sus calamidades de ese presente. Paralelamente, pasan extractos de vídeos con la hormiga bien calentita en su casa y con la mesa llena de comida. Todo el mundo se sorprende de que en un país próspero dejen sufrir a la pobre cigarra mientras hay otros que viven en la abundancia. Se organiza, a través de las redes sociales, una marcha en apoyo a la cigarra. Las asociaciones contra la pobreza, los “Sin Tierra”, los “Sin Techo”, los “Sin Departamentos” y las Comisiones de Derechos Humanos se manifiestan delante de la casa de la hormiga. La terminan “escrachando” y pintando el exterior de su casa con consignas hostiles.
Se organiza un programa en el que cuestiona cómo la hormiga se ha enriquecido a espaldas de la cigarra e insta al público a opinar en sus encuestas telefónicas y por internet, a través de una mañosa pregunta donde tienen qué escoger si son partidarios de la igualdad o de la discriminación (como la ‘egoísta e insensible hormiga’). En respuesta a las encuestas de opinión, el Gobierno prepara una ley sobre la paridad económica y otra contra la discriminación.
Primera medida: los impuestos a la hormiga se elevan notoriamente. La casa de la hormiga es embargada por el impago de los altos impuestos y la multa. Decepcionada, empaca y termina por irse a otro país, donde su esfuerzo sea reconocido y pueda disfrutar libremente de los frutos de su trabajo, donde no se le juzgue ni se le castigue el éxito bien concebido.
La antigua casa de la hormiga, es tomada y se convierte en albergue social para cigarras a la espera de que alguien llegue con los almuerzos, desayunos, meriendas y los recursos para sobrevivir dignamente, ellas y sus descendientes. La televisión estatal realiza un programa especial sobre la cigarra, ahora bien gorda y lustrosa, mostrando los logros de la intervención del Gobierno. Pero se están a punto de terminar las últimas provisiones que tenía la hormiga, aunque la primavera queda lejana todavía.
La antigua casa de la hormiga, ahora convertida en vivienda social para cigarras, se deteriora por la falta de cuidados. Ahora, se critica duramente al Gobierno por la escasez de medios asignados a las cigarras que allí habitan. Los partidos proponen una comisión de investigación, que obviamente costará millones a todo el resto de la sociedad.
Entretanto la cigarra muere de una sobredosis… los medios de comunicación comentan que es debido a la falta de medios del Gobierno a la hora de luchar contra las desigualdades sociales y la injusticia económica. La casa termina siendo ocupada por una banda de arañas que llegan de otros países ligados con el narcotráfico. En este complejo contexto, el Gobierno se felicita por la diversidad multicultural del Estado Nacional. Las arañas organizan una red de tráfico de drogas y tienen aterrorizado a todo el barrio…
Favor comprendan que, si algo de toda esta reinterpretación tiene algún parecido con la realidad, es pura coincidencia.
Moraleja: el populismo -sea de la ideología que sea- es un trastorno de conducta contradictorio. Su pulsión vital lo lleva a actuar como salvador en catástrofes de su propia autoría.
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