Para la agroindustria, todo indica que las grietas seguirán...
En el campo, cuando se habla de “grietas” inmediatamente se piensa en las diferencias negativas impuestas a la agroindustria, pero el tema es más amplio.
Se habló mucha de “la grieta” durante los últimos tiempos. La política forzó el tema, aunque no era la primera vez que las diferencias internas causaban la división de la sociedad provocando distintas “categorías”, incluso, de ciudadanos.
Sin embargo, superada la etapa de la “colonia”; las guerras de “unitarios y federales”; la inmigración y luego el “éxodo interior”, es decir, el traslado de parte de la población hacia las grandes urbes donde había posibilidades para un desarrollo económico mayor, llevaban a pensar que se habían zanjado las diferencias, pero no fue así ya que ahora pareciera que se vuelve a aquel esquema de mediados del siglo pasado, y hasta se da como “natural”. ¿Cómo calificar, si no, a ese “interior profundo”, al que aluden muchos medios de comunicación?, ¿o las economías regionales?, entre otros.
Pero eso es apenas la punta de un iceberg que, lamentablemente, se ahondó en los últimos años a pesar de que las comunicaciones, tecnologías, y los servicios harían pensar lo contrario.
Solo para citar unas pocas cuestiones, se podría preguntar si es lo mismo un productor de la Pampa Húmeda, a 200 o 300 kilómetros de los puertos o las grandes ciudades, que uno que está a 1.000 o 1500 km…¿Tiene alguna forma de compensación el más alejado?, ¿Por qué siguen cerradas las fronteras obligando a “salir por Buenos Aires”, como ocurría hace 200 años atrás?.
¿Por qué un boleto de colectivo es mucho más caro en cualquier zona rural que en la Ciudad de Buenos Aires?, ¿no tendría que ser al revés?. ¿Por qué muchos de los servicios, incluyendo los bancarios, están pensados para las zonas urbanas (y cuanto más grande mejor), que para las áreas rurales que son las que más lo necesitan? ¿Por qué a la hora de priorizar los recursos escasos, se elige gastar en bicisendas, más veredas, parquizaciones, etc., que son importantes, pero no prioritarias, en lugar de caminos, especialmente los de tierra que son más del 80% del total, y que se vuelven imposibles cuando llueve?.
Es cierto que en el campo, cuando se habla de “grieta”, además de la política, inmediatamente se piense en las diferencias negativas impuestas a la agroindustria respecto al tipo de cambio, más conocido como “retenciones”, pero, lamentablemente no es lo único. También hay diferencias impositivas entre las empresas regulares, y las irregulares que, en general, se controlan muy poco, o directamente no se lo hace. Hay diferencias en materia sanitaria y de calidad, hay diferentes estatus para el acceso al crédito e, incluso, todavía el Banco Central no mantiene vigente la anacrónica restricción impuesta por el gobierno anterior, para los productores con tenencias de soja mayores al 5% de lo producido?. ¿Eso no es discriminatorio?, ¿no es antiliberal? ¿no impone otra grieta: los que pueden acceder a los créditos, y los que los tienen vedado?.
También hay otras diferencias, que se constituyen en verdaderas aduanas interiores, y que después de años deben ser discutidas y revisadas bajo la nueva realidad.
Durante el último mes y medio el conjunto de la sociedad fue ametrallado con cantidad de propuestas del oficialismo, con dos muy importantes: el Mega-DNU (recortado por una serie de amparos que seguramente se judicializarán llegando a la Corte Suprema, ahora que ya pasó la feria judicial) y la Ley Ómnibus que trabajosamente fue aprobada en general el viernes 2 de febrero. Sin embargo, y a pesar del amplísimo articulado, este tipo de diferencias son poco, o nada, contempladas. Las óptica legislativa parece ser otra, incluso entre los propios legisladores provinciales.
Y tanto es así, que buena parte de los pedidos de excepcionalidad, apuntaron más a “dejar las cosas como están”, que a corregir los muy numerosos errores, o cubrir la increíble cantidad de déficits que se muestra en la vida cotidiana.
Hubo, sin embargo, aspectos muy positivos, como el arduo trabajo legislativo que ahora seguirá hasta empalmar con las Sesiones Ordinarias a partir de 1º de marzo; la “inmersión” que tuvieron que hacer los diputados y gobernadores en los problemas concretos (lo que se venía solucionando con conversaciones personales, y decisiones discrecionales, en lugar de correcciones estructurales), y la necesidad de los sectores de ponerse también a trabajar, estudiar los temas, y reunirse con políticos y legisladores para tratar de influir en decisiones que van a impactar en forma directa en las posibilidades de las empresas y la producción.
Pero también quedaron en evidencia muchos déficits que, en el caso de las distintas organizaciones del sector, fueron inocultables respecto a retenciones, donde recién sobre el final, alguno se animo a plantear la necesidad de un “cronograma de rebaja”, mientras el resto solo hacia declaraciones mediáticas respecto al “alivio porque el Ejecutivo había retirado el articulado fiscal completo, de la Ley Ómnibus”. Nadie parece haber pensado de donde pueden llegar a salir los recursos que podría aportar el incremento de los impuestos a la exportación, y tampoco que después de que pase la hiperactividad de estas leyes, vendrán otras tandas y se hace imprescindible que el sector tenga, al menos en los temas centrales, una posición común para negociar ante el nuevo ordenamiento.
Y, desde el Impuesto País que pretenden coparticipar algunos gobernadores, hasta la protección intelectual en obtenciones vegetales (que aunque tiene más de 20 años de discusión parece que aún no logra acuerdo ni entre las entidades); pasando por la vacunación -o no- contra la aftosa, o el mantenimiento de la barrera al sur del Río Colorado y, especialmente, el “retorno” del paquete fiscal (que solo se postergó, no se olvidó), entre otras varias cuestiones es muchísimo el trabajo que debe encarar el sector y sus representantes, si quiere aprovechar los cambios que se puedan instrumentar para mejorar la situación productiva, que buena falta les hace.
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