Sin un plan de estabilización, se profundizará el retraso cambiario
El Gobierno insiste en que no hay retraso cambiario, y confirmó que seguirá devaluando al 2% mensual.
En los salones del Hotel Alvear, el pasado miércoles, el presidente Javier Milei dedicó la mayor parte de su discurso, ante los empresarios allí presentes, para desmentir el retraso cambiario en la economía argentina y acusar de “chantas” a los analistas y consultores que sostienen esa idea. Pareciera que nace una nueva grieta entre los economistas: aquellos que señalan que el país está ingresando en la peligrosa senda del retraso cambiario y otros -enrolados abiertamente con el Gobierno- que rechazan esta posición.
¿Cómo saber si existe retraso cambiario? No hay una única definición para esta pregunta ya que son innumerables las variables que hay que analizar y esto se complica, aún más, en un país como la Argentina donde la economía presenta una alta volatilidad en cada una de estas variables.
Lo primero es entender el nivel de competitividad que tiene nuestra economía, y ahí ya nos topamos con un problema. La economía argentina cuenta con una estructura impositiva que tiene un claro sesgo antiexportador, y regulaciones que terminan impulsando: altos costos de producción, descapitalización de sectores clave, brecha tecnológica con el mundo, ineficiencias en varios frentes, etc. Sin dudas, algunas de estas variables pueden ser modificadas transitoriamente por un salto cambiario, pero no transforma la competitividad sistémica del modelo.
Lo segundo está centrado en el plano externo: precios internacionales de los productos que exportamos, trabas a la importación de los destinos de nuestra oferta exportable, la evolución de la moneda local en esos mercados, potenciales conflictos diplomáticos, barreras sanitarias, etc.
Estos dos frentes, el interno y el externo, son los que terminan por definir un tipo de cambio en equilibrio para la Argentina. Pero, con la existencia del cepo cambiario en el país, no hay forma de poner un número a esta variable; por lo tanto el Gobierno no puede aseverar que éste dólar oficial, que se publica día a día en las pantallas del Banco Nación, es el de equilibrio. Tampoco, en este mismo contexto, la verdad se la pueden arrogar aquellos que señalan que la moneda local está revaluada.
Sin ir a tanta bibliografía sobre el tema y recurrir a complicados tecnicismos, el sentido común que tiene el argentino de a pie lo lleva a deducir que, cuando las cosas afuera son mucho más baratas que en nuestro país, o cuando escucha a los empresarios que les cuesta exportar por la falta de competitividad de nuestros productos, intuye que algo está pasando alrededor del dólar (nuestra paridad cambiaria). Siente que algo está mal. La historia de las últimas décadas de la Argentina lo dejo marcado y le dio grandes enseñanzas, sin ser un gran economista.
Hoy esto es lo que está sintiendo gran parte de la sociedad. En definitiva, solo con el olfato que le dio los años a este sencillo hombre de a pie, puede deducir que el dólar comienza a estar retrasado.
Ahora bien, ¿El programa económico del Gobierno debe inmolarse detrás este conocimiento empírico? No lo creo. Pero a este aporte, se le suma el de profesionales, especialistas y estudiosos del tema como es el caso de los Doctores Domingo Cavallo, Juan Carlos de Pablo, Miguel Ángel Broda y Orlando Ferreres, entre otros tantos, que aseguran que la economía está ingresando en un sendero de retraso cambiario del que, de no salir en el mediano plazo, será muy difícil continuar sin un nuevo ajuste de por medio. A estos pensadores de la economía, se los puede discutir por sus posiciones o teorías, lo que sí no se los puede calificar es de “chantas” o “kirchneristas” que quieren el caos para el país, como lo señaló el presidente Milei esta semana ante los empresarios.
Algunos números del retraso cambiario
Con base 100 en diciembre de 2015 en la salida del cepo, antes del cambio de Gobierno y la llegada de Javier Milei el índice era 74,4 puntos. Con la devaluación del 13 de diciembre saltó a 162,1 y tras cinco meses de actualización al 2% mensual ese número cayó a 92,2 puntos. La estadística muestra que, bajo este criterio, el tipo de cambio habría perdido cerca de un 50% de su competitividad luego de la devaluación. Sin embargo se encuentra un 20% arriba de lo que fue la paridad durante los últimos momentos de Sergio Massa como ministro de Economía de la gestión anterior, paridad que ya venía sufriendo un importante retraso para la competitividad de las exportaciones argentinas.
Otro dato. Los 800 pesos con el cual arranca este programa del ministro Luis Caputo, llevado al día de hoy por el índice de precios (IPC) y sin computar la inflación internacional, debiera ubicarse en valores entre 1.500 y 1.600 pesos; su diferencia contra el tipo de cambio actual 900 pesos muestra lo que ha ocurrido desde el 13 de diciembre hasta hoy.
Pero el problema no es lo que ya perdió el dólar en estos casi cinco meses desde la devaluación. Lo que va a perder de aquí en adelante, es tal vez más preocupante. El Gobierno a través del jefe de Gabinete Nicolás Posse aseguró esta semana en su primer informe ante el Congreso que el sendero de devaluación del tipo de cambio se mantendrá en el 2% mensual hasta fin de año. Ningún Gobierno anticipa en qué momento haría un movimiento cambiario, pero en el sector privado ya trabajan con la expectativa de que no lo habrá, y más en sectores cuya rentabilidad dependen en buena parte del precio de la divisa norteamericana.
Con un seguro de cambio, como hoy tiene la paridad oficial (o la tradicional “tablita” del 2% mensual), y una inflación de aquí a fin de año que recorrerá el sendero del 6/7% en mayo al 3/4% en diciembre (en el mejor de los casos) las ganancias están garantizadas para cualquier operador financiero con el tradicional “carry trade” que hizo a más de uno millonario en todo este último tiempo. No hay que dejar de mencionar, en este contexto, que muchos de los servicios hoy siguen regulados, postergando la suba de sus precios, por lo que la inflación todavía no está del todo contenida.
Pero mientras algunos logran rentabilidades extraordinarias, el sector de la producción se verá seriamente afectado ya que la revaluación del peso con esta nueva “tablita” se manifestará en diciembre con mucha más fuerza que ahora. Poner un corsé en el tipo de cambio en donde, en palabras muy simples, la inflación vaya por arriba de la tasa de devaluación, es meterte en un problema que la Argentina ya pasó varias veces en su corta historia económica.
Nadie pone en duda que para lograr competitividad sistémica en un modelo económico debe existir competitividad laboral, financiera, productiva, entre otras; pero también cambiaria. Todo aquel economista que quiera solucionar los problemas de competitividad que hoy vuelve a tener la Argentina solo con una devaluación, está errado.
Se necesita acomodar la economía para que sea competitiva en lo laboral, lo financiero y lo productivo. El Gobierno entra en un terreno muy peligroso sino genera rápidamente medidas para que estas tres variables, entre otras tantas, permitan ganar en competitividad al sistema. Pensar que solo con el anclaje en el tipo de cambio puede lograr sus objetivos, también es un error.
Frente a este escenario, se impone urgente un plan de estabilización para poder corregir los desvíos que está generando el tipo de cambio sobre las empresas y la economía argentina.
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