Alarmante confesión de productores rionegrinos: "Producimos a $400 y vendemos a $200"
Los productores de peras y manzanas llevaron sus problemas a Viedma. Allí fueron escuchados por la Legislatura.
En medio de una profunda crisis del sector frutícola, un grupo de productores del Alto Valle se movilizó hasta la capital de Río Negro para mantener una serie de reuniones con legisladores y autoridades de la provincia. Entre ellos estuvo Carlos Carrascos, productor de Cipolletti, quien relató la experiencia de un viaje que, si bien no trajo soluciones concretas, permitió visibilizar el drama que atraviesa una de las economías regionales más históricas de la provincia.
La decisión de viajar a Viedma surgió luego de un encuentro en el Consorcio de Riego de Cipolletti. “Fuimos encomendados a mantener una serie de reuniones y una de ellas fue en la Legislatura”, explicó Carrascos. Allí, fueron recibidos por representantes de todos los bloques legislativos y también por el vicegobernador Pedro Pesatti. Sin embargo, el gobernador Alberto Weretilneck no respondió al pedido de audiencia que habían solicitado previamente. “Nunca nos contestó”, lamentó.
Para Carrascos, el balance del viaje tiene una doble cara: “Hay un aspecto positivo y uno negativo. El positivo es que hay comprensión. El negativo es que la provincia no tiene capacidad para resolver esta crisis. La fruticultura es una actividad compleja, con muchos factores que inciden, y hoy Río Negro adolece de herramientas políticas y económicas para afrontarla”.
El productor fue enfático al señalar que la solución no está solamente en decisiones provinciales, sino en un armado político mayor: “La provincia no puede ir sola a Buenos Aires. Hay que construir poder con todas las economías regionales. Es la única manera de influir en políticas nacionales. Si no hay respaldo de un conglomerado que se plante ante el gobierno nacional, no vamos a ser escuchados”.
Durante las reuniones con los legisladores, Carrascos notó una distancia entre el drama que vive el chacarero y la percepción política: “Se entiende, pero como algo anecdótico. Muchos dicen: ‘Pobre chacarero, a mi papá también le pasó lo mismo’. Pero no se trata de nostalgia o simpatía. Nosotros buscamos un cambio real. Queremos una fruticultura floreciente, no esta decadencia que lleva 40 o 50 años. Esto es un desastre”.
En ese sentido, remarcó la importancia de que las economías regionales que comparten características –como el citrus o la yerba mate– se unan para conformar espacios de poder a nivel nacional, donde se discutan temas como las leyes laborales o la distribución de recursos. “Si no se arma un bloque político fuerte, los ejecutivos seguirán haciendo y deshaciendo según su conveniencia, y las economías regionales terminarán reventadas”, sostuvo.
Carrascos también describió con crudeza la situación actual: “Hoy producir un kilo cuesta 400 pesos y lo vendemos a 200. Esa es la síntesis de esta tragedia económica. El gran interrogante es de dónde salen esos otros 200 pesos que perdemos por kilo. Por eso hablamos con los legisladores de alternativas, como el bono verde, entre otras propuestas. No podemos seguir produciendo sin cobrar nada. Ni por la manzana, ni por la pera, ni por el oxígeno que generamos. Todo esto hay que debatirlo en serio”.
Pese a la falta de respuestas concretas, el productor aseguró que el viaje no fue en vano: “Nos hicimos oír. Hablamos con la mayoría de los diputados y planteamos nuestras ideas. Nosotros también somos gente de fe. Porque si no creyéramos que esto puede cambiar, no estaríamos movilizándonos. Todos los días peleamos por pasar al día siguiente, y seguimos”. Sobre el futuro inmediato, Carrascos anticipó que las movilizaciones podrían continuar. “Creemos que este mes de julio será bisagra. No descartamos salir a la ruta o volver a manifestarnos. La fruticultura no puede esperar más”.
La visita de los productores a Viedma dejó en claro que, aunque la empatía existe, las soluciones están lejos. Mientras tanto, los chacareros del Alto Valle siguen produciendo a pérdida, aferrados a la esperanza de que alguna vez el país escuche realmente lo que ocurre en sus economías regionales.
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