producción avícola

Balance 2023: "La influenza aviar afectó todo el año de producción"

Con más de 40 años de trayectoria, Roberto Domenech -presidente del Centro de Procesadores Avícolas- repasa cuál es el impacto de las condiciones macroeconómicas y de la gripe aviar; y comparte su visión de cara al recambio presidencial y futuro del proyecto de producción avícola.

Roberto Domenech lleva más 40 años trabajando junto al sector avícola. Los vericuetos de la industria no le son ajenos. Salvo en un lapso corto en el que fue subsecretario de Política Agropecuaria en tiempos de Eduardo Duhalde, siempre estuvo junto a la industria. Y se muestra cómodo en el rol de presidente del Centro de Procesadores Avícolas (CEPA).

¿Cómo está la situación actual de la avicultura?

Ha sido un año muy difícil en general para el sector avícola. Había arrancado con toda la furia. Habíamos hecho récord de exportaciones en enero y también en febrero. Pero sobre el final de febrero apareció el primer caso, en principio, como ave silvestre, de influenza aviar. Ya en el final de febrero, en la zona de General Roca, en Río Negro, apareció el primer caso comercial en pollos y, bueno, automáticamente, tal como lo dice la Organización Mundial de la Salud Animal, es una enfermedad de declaración obligatoria y el SENASA atendiendo los protocolos existentes, cerró las exportaciones avícolas. Así que ese fue todo un proceso muy complejo que nos obligó a replantear el proyecto de producción, mercado interno y exportaciones para el año 2023.

¿Y qué preveía el proyecto?

El proyecto preveía un crecimiento en las exportaciones de un 10% anual sobre lo colocado en 2022. El año pasado se habían exportado 256 mil toneladas por 420 millones de dólares. Los dólares son consecuencia del precio internacional y las toneladas son las que marcan una relación con los volúmenes. De ese 10% previsto que nos hubiera llevado a 275.000 toneladas, finalmente vamos a estar cerrando este año con 175.000 toneladas. Es decir, con 100.000 toneladas menos como consecuencia de las condiciones internacionales vinculadas a esta enfermedad. Argentina pudo declararse libre nuevamente en el mes de agosto, o sea que tuvimos más de seis meses con casos que se fueron dando en el país. Y el SENASA comenzó su trabajo para desarrollar el cambio de certificados y dar garantías de que la enfermedad estaba controlada, aunque vigente, y posteriormente de que ya no había casos comerciales.

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La gripe aviar cambio las perspectivas de 2023. Foto: Senasa

La gripe aviar cambio las perspectivas de 2023. Foto: Senasa

¿Y cómo quedó Argentina en el mercado internacional luego de esta situación sanitaria?

Hay mercados muy importantes para nosotros, como China y Chile, que son el número uno y el número tres en destinos. En el medio están los países árabes, que hace 60 días reabrieron el comercio. En nuestro programa, con el crecimiento que esperábamos para las exportaciones, estimábamos una producción con un 2% de crecimiento. Es decir, pasar de 2.400.000/2.470.000 toneladas. Una cosa era destinar de eso 275.000 toneladas a la exportación, lo que iba a dar un consumo en el mercado interno de 46/ 46,5 kgs. Pero hoy estamos en 49 kilos por habitante/año, un consumo sumamente alto, que nosotros teníamos previsto recién a finales de 2025. Pero bueno, todo tiene su lado positivo y su lado negativo, sin ninguna duda.

¿Y cómo es eso frente a un consumo interno mayor al esperado?

Lo positivo es que el mercado respondió. El mercado siguió tomando el producto, no hubo ni pánico, ni miedo, ni angustia. Manejamos muy bien, a través del SENASA, la comunicación de la crisis sanitaria. Quedó en claro que era una enfermedad que escasamente se daba. Se dio en un solo establecimiento de pollos y el resto en dos establecimientos de reproductoras. Y después en 12 o 14 establecimientos de ponedoras de huevo comercial. Pero por el otro lado, para poder colocar todos los productos, se tuvo que hacer un esfuerzo de precios porque éste es un producto muy elástico al precio. Es decir, el producto sube mucho y entonces nos acercamos al cerdo o a la carne vacuna. Entonces, el consumo empieza a alterarse y baja.

Es la primera vez que el consumo de pollo equipara al de carne vacuna. Esto es porque el consumo de carne vacuna cae muy fuerte a costa, quizás, de precios. Nunca había llegado a este nivel de alza el consumo de carne de pollo. Parece que el consumidor es muy fiel. ¿Cómo lo ve usted?

Es así. El consumo fue teniendo una escalada continua, permanente. Por distintos factores, ya sea por conflictos en su momento, por la carne que se exportaba, que se cerraban las exportaciones. Pero lo que siempre nos llamó la atención, nos motivó, fue el hecho de que de un año para otro el consumo crecía dos kilos por factores que no estaban en el mercado. Y al año siguiente no los bajaba. Y después volvía a crecer tres kilos, tampoco los bajaba. Es un sector que tiene 73 años de avicultura industrial, con lo cual sin duda que hay generaciones nuevas con hábitos. Ya hace más de 10 años que las casas de comida rápida tienen incorporado y promueven las hamburguesas de pollo o los medallones de pollo o los nuggets. Son generaciones que hace 10 años tenían 10, 12, 13 años y ahora tienen 20, 22, 23 años y mantienen el hábito y en muchos casos lo trascienden a sus hijos. Todo eso creo que juega a favor. Por otro lado, la escala nos ha puesto en un valor muy accesible. Hoy tenemos que hablar de un pollo al consumidor que puede estar entre, según los lugares geográficos de Argentina en 1.500 pesos el kilo en Buenos Aires, 1.600 kilos en el norte y, seguramente, en 1.800 a 1.900 pesos en el sur. Estos valores contra, como mínimo, $4.000, $4.500 o $5.000 la carne de bovina. Y, en el medio, se sitúa el cerdo con $3.000, $3.200/3.400 hasta $4.000 el kilo. Cada vez se consume menos pollo entero. Prácticamente el 70% del pollo se lo vende en forma trozada. Se lo vende como pata muslo, cuarto trasero, suprema, como pechuga con hueso y con piel, y las alas. Es decir, si tomáramos una escala de precios al público con IVA, la suprema está en $2.500/ 2.600 el kilo, el cuarto trasero $1.200, la pata muslo $1.250 y las alitas $600/ 750 pesos el kilo. Y después están los menudos y la carcasa. Hay una clientela muy importante en el segmento de menores recursos.

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"El consumo fue teniendo una escalada continua", dijo el dirigente. Foto: Senasa

"El consumo fue teniendo una escalada continua", dijo el dirigente. Foto: Senasa

¿Cómo llega el pollo a ser tan competitivo cuando tiene tanta industrialización? Y tantos factores que afectan seguramente el precio, como el insumo maíz.

Es un proceso de años… No es solamente el pollo; hay un trabajo de genética, que es lo único que se importa en el país. Se importan animales desde Brasil. Si pensamos como una familia, están los abuelos, los bisabuelos, los padres y los hijos. En Argentina este año vamos a producir 1000 millones de pollos. Brasil produce 800 millones por mes. La escala de volumen que tiene Brasil le permite tener bisabuelos. Y nosotros importamos desde Brasil el 70% de esas abuelas, que son 600.000, que producen 7 millones y medio de reproductoras. Y esas reproductoras producen 1000 millones de pollos en Argentina en un año. Así que avanzamos por mejoras genéticas, que no es genéticamente modificada, sino por selección. Hace 25 años comercializábamos un pollo de 2,800 kilos con 75 días de edad. Hoy comercializamos 3 kilos vivos y 42 días de edad. Esa eficiencia es mejor costo, sin ninguna duda. Esto en general pasa por eso y mucha tecnología incorporada. Lamentablemente en Argentina tenemos mucha menos tecnología de la necesaria. Hay mucho trabajo para hacer. Hace más de 7 u 8 años que no hay créditos. No se pueden hacer inversiones importantes. Nuestros proyectos durante los últimos cuatro años dependieron del crédito y la inversión. Y hemos atravesado todo este tiempo con un dólar de 350 pesos. Un dólar que en la mayor parte del tiempo estuvo atrasado.

Hay una nueva gestión de gobierno que empieza en pocos días. ¿Qué espera el sector? Se habla mucho de liberar mercados, de quitar retenciones, y esto podría perjudicar a uno de los insumos de la industria. Por ejemplo, ante la mayor puja de un mercado más libre, podría aumentar el precio del maíz.

Sí. De todos modos, no hay que leer las cosas en forma lineal. Por supuesto, se sacan las retenciones y aumenta el maíz. Lo que el presidente electo ha planteado es un cambio total en las condiciones generales. Creo que hay que esperar que se ponga en práctica todo lo anunciado y lo propuesto. A partir de allí veremos cómo habrá que adecuarse. El maíz tiene que ver con nosotros, pero también con la lechería, con la ganadería y los biocombustibles. La soja tiene que ver con las exportaciones y con el pellet de soja. Nuestro sector tiene un alto nivel de consumo en electricidad, en gas y en mano de obra. Como sector tenemos que avanzar en los cortes y eso tiene una relación directa con una participación de mano de obra en el costo que va desde el 16% hasta el 22%. Así que yo creo que hay que esperar un poco. Evidentemente, las cosas van a ser distintas. Por lo menos así se ha anunciado y así lo decidió la gente. De nuestra parte, como ya lo dije, necesitamos créditos para tener inversiones. Y necesitamos también un comercio mucho más dinámico. Hay que tener en cuenta que se atravesó la sequía con la pérdida monumental de recursos para el país.

¿Qué horizonte tienen proyectado para el 2024?

Nuestro programa alcanza hasta el 2025 y sigue manteniendo un crecimiento del 2 al 2,5% de producción anual. Lo que va a ser la producción del 2024 ya comenzó el 1 de mayo de este año. Cada mayo comienza el ingreso de esos 8 millones de reproductoras que van a ser consumidas por el país y que van a producir los pollos del año siguiente. Así que ya tenemos el 40% de lo que se va a producir en 2024. Las correcciones recién se podrían hacer para el segundo semestre de 2024.

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