Laguna Blanca

Cristina e Isabel, dos crianceras de Laguna Blanca que se animan a más

Son amigas, ambas viven en el Parque Nacional Laguna Blanca, Neuquén, y aplican prácticas regenerativas para ganar mejores mercados con sus productos.

Todo cambia y Cristina García e Isabel Quilaqueo, productoras de Laguna Blanca, lo entendieron desde hace ya un tiempo. El saber de sus ancestros se entremezcla con prácticas modernas porque reconocen que ni los campos, ni el clima, ni los animales son los mismos. El paraje Laguna Blanca, ubicado en el Parque Nacional del mismo nombre, está enclavado en la estepa patagónica y es conocido por sus vastas planicies y pequeños volcanes enmarcando al cuerpo de agua que le da nombre. Está situado a unos 40 kilómetros de la ciudad de Zapala.

Los vestigios del cambio climático hacen mella en el trabajo diario de estas dos crianceras que se abren a adquirir nuevas prácticas cada vez que un técnico las visita.

El trabajo de extensión de agrónomos y veterinarios requiere encontrar saberes heredados y retroalimentarlos con los nuevos, bajar teoría, suavizar vocabulario y mostrar con la práctica cómo lograr sobrevivir a un tiempo que cada vez más acentúa las consecuencias de lo que hemos hecho mal.

Cristina, tiene la piel ajada y los ojos achinaditos. Sonríe fácilmente mientras cuenta que el manejo que está haciendo con sus animales es “ir clasificándolos por edad”.

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La capacitación es clave en Laguna Blanca para poder llegar a los objetivos productivos planteados. (Foto: gentileza)

La capacitación es clave en Laguna Blanca para poder llegar a los objetivos productivos planteados. (Foto: gentileza)

En relación con el pastoreo, indica que está cerrando cuadros. “Hoy tengo cuadros para carneros, y el resto de los animales trato de que no estén en el mallín; trato de sacarlos a la meseta para sostener el pastoreo de mallín”, remarca.

Explica que “el mallín se va degradando si están todos los animales metidos ahí, no se sostiene. Por eso es para que se mantenga la pastura, para el ovino más que nada; la cabra se maneja mejor arriba”.

Asegura que el saber lo va sacando “de las reuniones con otros productores y de las capacitaciones porque las generaciones más atrás no tenían ese manejo. La misma naturaleza nos está diciendo que tenemos que cambiar, ya los campos no son los mismos”.

“Siempre vamos aprendiendo cosas e incorporándolas a la práctica. Todo suma”, señala Cristina.

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Los rasgos de Isabel, el resumen de toda una vida dedicada al trabajo. (Foto: gentileza)

Los rasgos de Isabel, el resumen de toda una vida dedicada al trabajo. (Foto: gentileza)

Unirse para sumar

Isabel pertenece junto a Cristina a la Asociación de Fomento Rural “Macho Negro”, organización que nuclea a productores de la zona. También integran el Programa Mohair Neuquén y junto a la subsecretaría de Producción, hacen ventas conjuntas de esta fibra que también han podido exportar.

“Estoy mejorando el Mohair (de la Cabra Angora) y el Merino (de las ovejas, que me dan lana y carne). A nosotros nos va bien porque tenemos pocos animales, es lo que hay que hacer, manejar poco y mantenerlos en cuadros cerrados, ir guardando la pastura para ir mejorando. Porque si tenés muchos animales el pasto te va a faltar”.

“También tenemos pocas vacas y terneros y los vamos vendiendo para comprar forraje. Eso viene de mi padre, de nuestra cultura. Antes tenían otras vivencias, no permitían entrar a técnicos, no trabajaban con gente de afuera, seguían la experiencia de la familia”, cuenta.

Isabel y Cristina, aprovechan el espacio de encuentro -una capacitación- para conversar con sus pares, las dos aprenden, disfrutan y vuelven a sus hogares a continuar con su diaria tarea, pero ahora, sumando conocimiento.

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