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El campo con regulaciones y mayores costos, ¿o todo lo contrario?

La falta de definiciones en el área de Bioeconomía generan confusión entre los hombres de campo. La puja entre más regulaciones y menores costos.

No por sorpresivo era menos previsible la cantidad de cambios que se están dando en normativas y cuestiones sanitarias y ambientales, tanto dentro, como fuera del país. Sin embargo, las consecuencias están derivando en situaciones cada vez más complejas, muchas de ellas evitables si las autoridades locales dieran las explicaciones del caso en tiempo y forma, y arbitraran ante los conflictos de intereses (lo que no está sucediendo).

Y es tal la gama de cuestiones que entran en juego, que se hace difícil diferenciar lo que es justificable, de lo que no lo es.

Veamos algunos casos, como el reciente de la vacuna contra la aftosa, que explotó de golpe en marzo pasado, y que recién comienza a tener una resolución. El tema arrancó por las provincias del norte, a causa de la gran diferencia de precio (en vacuna y en aplicación) que había respecto a todos los países vecinos, lo que determinó una “rebelión en la granja”, con dos consecuencias iniciales: el Gobierno decidió abrir la importación y, además, flexibilizar las exigencias sobre el tipo de producto a usar, que de “tetravalente” ahora se admiten también la aplicación de tri y de bivalente, que es la que se utiliza en toda la región. Tras eso, una de las principales proveedoras del producto “decidió unilateralmente” bajar 23% el costo del producto.

El caso es que recién se puede comenzar a importar porque faltaba una resolución del SENASA que permitiera el “ingreso” de ese tipo de producto. Ahora, allanado parcialmente el camino, tendrían que subsanarse otros temas operativos (subsisten trabas de medidas anteriores) para que comience efectivamente, el ingreso de las vacunas que, según algunas fuentes, “puesta en el campo”, pueden salir menos de U$S 0,40 la dosis vs U$S 1,50, aproximadamente que se venía cobrando (además, de la aplicación).

A partir de ahí se espera entonces que para octubre (que es cuando se da la segunda dosis anual) se hayan allanado definitivamente los obstáculos que frenan la competencia provocando un rápido abaratamiento de los costos, al menos, de este rubro, aunque algunos aún piensan que los productores, y el país, no lograrán este beneficio, al menos, hasta marzo del año que viene.

Pero si como si esto solo no hubiera alcanzado para conmocionar al sector, a fines de abril Brasil dejó de vacunar contra la aftosa en prácticamente todo su territorio, para acceder al estatus máximo de “libre sin vacunación”, y poder ingresar así a los mercados más caros y sofisticados. Y en este caso, el tema sacudió a toda la región, poniéndose en análisis varios sistemas de control, como el de Argentina. Por supuesto que sin casos de aftosa en todo el Mercosur ampliado desde hace más de dos décadas, y con los costos en la mira, las posiciones se abrieron en abanico: desde dejar de vacunar, como Brasil; hasta cambiar el sistema para hacerlo, con más responsabilidad operativa de los propios productores, y con un control mucho más activo de los organismos sanitarios.

Pero la cosa no terminó ahí, ya que días atrás la ahora OMSA (Organización Mundial de Sanidad Animal), la ex OIE, a partir de los avances internacionales logrados en el control de la enfermedad, determinó también flexibilizar normas, y autorizó el ingreso de animales vacunados a países y zonas “libres sin vacunación”, lo que volvió a recalentar el ambiente con posiciones encontradas. Es que por un lado, ese es justamente el argumento que está usando la Argentina para intentar acceder a algunos mercados internacionales como Japón (tal como hace Uruguay), pero eso también significaría que animales del norte, puedan entrar al sur de la histórica barrera sanitaria al sur del Río Colorado, lo que es fuertemente resistido en la zona por dirigentes de la producción. Por otra parte, algunos técnicos sostienen que, después de tantos años, al menos la barrera se debería correr fuertemente hacia el norte del país dejando, en todo caso, apenas una zona buffer sobre la frontera con Paraguay y Bolivia, aunque esos países no presentan casos desde hace dos décadas y media, o más. El caso es que “No puede existir el doble estándar dentro del país y, además, se pone en una situación muy vulnerable a la Argentina en sus negociaciones internacionales” señalan responsables de las negociaciones, mientras otros miran, directamente, el beneficio que tendrían los consumidores patagónicos con una oferta de carne mucho más barata que ahora.

Pero junto con todo esto, que está en una especie de limbo todavía, volvió sobre el tapete la exigencia de “libre de desforestación” para una serie de productos que importa la Unión Europea como carne vacuna, soja, café, cacao, madera, carbón vegetal y caucho, y sus productos derivados, entre otros. Obvio que el revuelo es mayúsculo, y no pocos sospechan que también hay intereses locales en juego.

Y, tal vez, como en todo, algo de razón hay. Por ejemplo, sorprende que Europa haya dejado afuera a los cereales, o a la fruticultura. Además, si bien es cierto que la trazabilidad se va generalizando, ¿Por qué certificar “libre de deforestación” en zonas donde nunca hubo un árbol, como sucede en buena parte de la Pampa Húmeda?. También aquí las preguntas se multiplican. Es obligatorio, u optativo?, ¿Por qué tendrían que certificar quienes no quieren producir para la Unión Europea?, después de todo, Europa ya no representa el grueso de las exportaciones argentinas, como ocurría a mediados del siglo pasado. En todo caso, tiene algunos productos especiales (la carne vacuna, el aceite de oliva, etc.) que aún cuentan con un mercado interesante, sofisticado, y con precios que justifican el mayor costo de certificar. Hay que recordar que para muchos todavía está fresco el tema de las exigencias impuestas a los campos UE (Unión Europea), y el encarecimiento que implicó, igual que la famosa “caravana de cola”, mientras que nunca se vio un precio diferencial en el producto que justificara ese mayor costo.

Y si a partir del año próximo va a ser obligatoria la caravana electrónica, como ya anunciaron las autoridades, ¿no se pueden cargar muchos de los controles en un sistema que simplifique y abarate?, preguntan los empresarios.

Lo que está claro es que Brasil, principal productor mundial de alimentos, se pronunció fuertemente en contra de las medidas europeas. De hecho, los sojeros emitieron un comunicado en el que califican de “proteccionismo comercial disfrazado de preservación ambiental” a la medida (parecido a los ´90 cuando surgieron los OGM -Organismos Genéticamente Modificados- y Europa intentó imponer medidas para frenarlos) …

Por ahora, en cada uno de los temas, se espera que los responsables del gobierno, salgan finalmente a aclarar estas cuestiones estratégicas, que en muchos casos hacen al cortísimo plazo, pero sin olvidar una cuestión clave, muy en boga hace 30 años atrás: el famoso “costo argentino”. Es que si no es imprescindible, si no es conducente para una mejora a futuro; si solo es porque sí, o porque siempre se resisten los cambios, o por alguna cuestión que exceda lo estratégico, entonces no parece muy inteligente que, internamente, por cuestiones públicas, o privadas, se haga perder competitividad a las exportaciones del sector, sumándoles costos innecesarios.

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