Colapso

El legado de SanCor: del auge al colapso de una cooperativa emblemática

SanCor encarna la historia del cooperativismo argentino: un modelo que alcanzó reconocimiento global, pero terminó en colapso.

En la pampa húmeda, donde la vaca lechera es parte del paisaje y de la vida cotidiana, surgió hace más de ocho décadas una de las experiencias cooperativas más emblemáticas de la Argentina. Se llamó SanCor —acrónimo de Santa Fe y Córdoba, las dos provincias que la vieron nacer— y durante mucho tiempo fue sinónimo de manteca, de leche en polvo, de yogures y quesos que llegaron a las mesas de millones de argentinos, y también a mercados internacionales.

SanCor fue un sueño colectivo nacido en tiempos de crisis, que conoció la expansión meteórica, el respaldo incondicional del Estado y el respeto de sus competidores. Fue también un modelo de cooperativismo que inspiró a generaciones de productores. Pero la historia no terminó en la cima: con el nuevo milenio comenzaron las grietas, y lo que alguna vez fue un gigante agroindustrial se transformó en una empresa que luchaba por no desmoronarse.

Hoy, repasando su historia, SanCor aparece como una metáfora perfecta de la Argentina: una nación capaz de alumbrar proyectos extraordinarios, pero también de arrastrarlos a crisis interminables.

Raíces en la crisis

La historia de SanCor comienza, paradójicamente, en medio de una crisis. La Gran Depresión de 1929 golpeó fuerte a la Argentina agroexportadora, y los pequeños tamberos de la región pampeana vieron cómo los precios de la leche y sus derivados se desplomaban. En ese contexto, surgieron las primeras experiencias cooperativas: los productores entendieron que, si querían defenderse de los vaivenes del mercado, debían unirse.

En 1918 había nacido en Zavalla (Santa Fe) la primera Sociedad Cooperativa de Lechería. Diez años más tarde, en San Carlos, las cooperativas tamberas dieron un paso más con la Unión de Mantequerías de San Carlos Centro. Eran los primeros ensayos de una lógica que crecería en la década del ’30, cuando la crisis internacional, la caída de las exportaciones y el nuevo rol del Estado interventor empujaron a los productores a buscar soluciones colectivas.

Así, en 1938, dieciséis cooperativas de Santa Fe y Córdoba decidieron dar un paso histórico: unirse para fundar “Fábricas de Manteca SanCor Cooperativas Unidas Limitada”. Su objetivo inicial era simple y pragmático: procesar la crema de leche de los tamberos para transformarla en manteca y caseína, productos de mayor valor que podían competir en el mercado local e incluso exportarse.

Sancor fotos antiguas 3
El boletín informativo que apareció a principios de la década del 60.

El boletín informativo que apareció a principios de la década del 60.

La sede se estableció en Sunchales, Santa Fe, localidad que desde entonces quedaría íntimamente ligada a la historia de la empresa. Nadie imaginaba entonces que esa asociación nacida con modestia y espíritu cooperativo se transformaría en una de las mayores compañías lácteas del continente.

Primeras conquistas (1940-1970)

SanCor no tardó en mostrar su ambición. Apenas dos años después de su fundación, en 1940, inauguró en Sunchales la primera fábrica de manteca y caseína del país. Tres años más tarde abrió otra planta en Brinkmann, Córdoba, especializada en manteca de exportación, mientras en Sunchales comenzaba a elaborarse dulce de leche, un producto que se convertiría en emblema de la tradición argentina.

El crecimiento fue vertiginoso. En 1946, SanCor ya tenía tres plantas y nucleaba a 144 sociedades cooperativas. Un año después, bajo el primer gobierno de Juan Domingo Perón, inauguró en Gálvez el primer depósito de maduración de quesos del país, con capacidad para dos millones de kilos.

Los números reflejan el despegue: en 1950, la cooperativa manejaba activos por más de 31 millones de pesos y registraba ventas por más de 250 millones de aquella época. Para entonces, SanCor ya era el principal deudor del Banco Nación en su rubro, lo que no era visto como una señal de debilidad, sino como la confirmación de su papel estratégico para la economía nacional.

El vínculo con el Estado fue decisivo. Durante los años del peronismo, SanCor recibió créditos blandos del Banco Nación y del Banco Industrial, que le permitieron ampliar sus plantas y modernizar su producción. El gobierno veía en la cooperativa un aliado clave para impulsar la industrialización de la producción agropecuaria, reducir la dependencia de importaciones y asegurar alimentos para el mercado interno.

La diversificación no se detuvo: en los ’60 comenzó a elaborar leche pasteurizada y leche en polvo, y en los ’70 dio un paso fundamental al lanzar su línea de productos frescos: yogures, flanes, postres y quesos untables. Algunas marcas —como Yogs o Shimy— se convirtieron en verdaderos genéricos, parte inseparable del consumo cotidiano.

SanCor no era ya solo una cooperativa de productores: era una empresa moderna, innovadora, con marcas reconocidas y una capacidad productiva que la colocaba en la primera línea del sector lácteo argentino.

Un modelo apoyado por el Estado

El ascenso de SanCor no puede comprenderse sin el apoyo constante del Estado. Desde los años ’40, y bajo gobiernos democráticos o dictaduras, la cooperativa contó con líneas de crédito oficiales, subsidios y exenciones impositivas. Era un círculo virtuoso (o vicioso, según se lo mire): SanCor crecía gracias a la ayuda estatal, y el Estado justificaba ese auxilio en la importancia social y económica de la empresa.

A mediados de los años ’50, SanCor ya concentraba a más de 12.000 productores y se había consolidado como exportadora de lácteos. Sus quesos y mantecas llegaban a mercados exigentes, y la oficina que abrió en Nueva York en 1953 buscaba ampliar ese horizonte.

En paralelo, la cooperativa fortalecía el movimiento juvenil cooperativista, creando en 1950 la Federación de Centros Juveniles, semillero de dirigentes que mantendrían viva la identidad solidaria de la organización.

El modelo funcionaba: SanCor crecía, los productores recibían un precio justo por su leche y el Estado se aseguraba la provisión de alimentos básicos para la población. Era, en muchos sentidos, un ejemplo de la “Argentina posible”: un país que integraba producción primaria, industrialización, cooperativismo y política pública.

Internacionalización y gloria (1980-2005)

Con la democracia recuperada y el auge de la globalización, SanCor encaró un proceso de internacionalización. En 1986 abrió en San Pablo su filial SanCor do Brasil, y en los años ’90 invirtió fuertemente en tecnología e innovación.

El lanzamiento de la leche BIO, desarrollada junto al CERELA (CONICET-Universidad de Tucumán), mostró cómo la cooperativa podía articular ciencia pública con producción privada para mejorar la nutrición.

Entre 1995 y 1999 invirtió más de 200 millones de dólares en expansión y modernización. En 2000 creó la SanCor Dairy Corporation para gestionar negocios en Centroamérica y el Caribe. En 2002 se asoció con la cooperativa sueco-danesa Arla Foods para montar en Córdoba una planta de proteínas de suero, y en 2004 selló una alianza con Dairy Partners Americas (Nestlé y Fonterra) para competir en el mercado de lácteos refrigerados.

El cambio estatutario de 2005, que le permitió incorporar a productores individuales además de cooperativas, reflejó la magnitud de su crecimiento. Para entonces, SanCor procesaba 1.300 millones de litros de leche al año en 17 plantas industriales, empleaba a más de 20.000 personas de forma directa e indirecta y era, sin dudas, la cooperativa láctea más importante de América Latina.

Era el momento de gloria. SanCor parecía invencible.

Las primeras sombras (2006-2012)

Pero los gigantes también tambalean. En 2006, ahogada por las deudas, SanCor estuvo a punto de ser comprada por Adecoagro, la empresa del magnate George Soros. La operación se frustró gracias a la intervención del presidente Néstor Kirchner, que consiguió un salvataje financiero del entonces mandatario venezolano Hugo Chávez: 80 millones de dólares a cambio de leche en polvo y tecnología.

Ese acuerdo, celebrado como un triunfo político, terminó siendo una pesada carga. Venezuela dejó de pagar con regularidad, nunca cumplió con lo acordado y SanCor quedó atrapada en un negocio que no le generaba liquidez.

“Venezuela le quedó debiendo a SanCor a hoy 20 millones de dólares y con ningún gobierno se logró cancelar”, aseguraron fuentes de la empresa. Se trata de una operación por exportaciones que surgió en paralelo a un acuerdo firmado en 2006 con el gobierno de Hugo Chávez, después de que el expresidente Néstor Kirchner impidiera la asociación de la cooperativa con Adecoagro, un grupo entonces con predominancia del magnate George Soros.

Chavez Hugo-Chavez-y-Nestor-Kirchner_primerinforme
Los presidentes Néstor Kirchner y Hugo Chávez, socios en operaciones comerciales que nunca llegaron a buen puerto.

Los presidentes Néstor Kirchner y Hugo Chávez, socios en operaciones comerciales que nunca llegaron a buen puerto.

En su momento, SanCor había pactado con esa firma la creación de una sociedad anónima en la que controlaría el 62,5% y la cooperativa retendría el 37,5% restante, a cambio de un pago de 120 millones de dólares.

En paralelo, la empresa reestructuró su deuda y buscó nuevas alianzas: en 2012 se asoció con Mead Johnson Nutrition para ampliar su línea de productos infantiles en América Latina. Pero la fragilidad financiera ya estaba instalada.

Agonía en cámara lenta (2016-2018)

La crisis lechera de 2016 fue el golpe más duro. Con la caída de precios internacionales, la quiebra de tambos y la falta de pago de Venezuela, SanCor entró en una espiral de deterioro.

Ese año vendió su línea de yogures y postres a la firma Vicentin, en un intento desesperado de recaudar fondos. En 2017 cerró cuatro plantas y redujo su personal de 4.000 a 2.500 trabajadores. El gobierno otorgó 450 millones de pesos para sostenerla, pero la situación era insostenible.

Las pérdidas de los tamberos asociados crecieron más de 300% respecto de 2015, y la cooperativa pasó de procesar 5 millones de litros diarios en sus tiempos de esplendor a apenas 1 millón en 2017.

En 2018, Adecoagro volvió a la carga con una propuesta de compra, esta vez con apoyo de la neozelandesa Fonterra. SanCor, debilitada y sin alternativas, aceptó desprenderse de varias unidades productivas y marcas históricas.

El gigante cooperativo se desmembraba ante los ojos del país.

Epílogo: entre la resistencia y la reinvención

Hoy, SanCor sigue existiendo, pero lejos de su época dorada. Con apenas seis plantas en funcionamiento, 1.800 empleados y un procesamiento de poco más de medio millón de litros diarios, ocupa un lugar marginal en el ranking lácteo argentino.

Dejó de elaborar leche fluida y se concentra en productos de mayor margen, como quesos, dulce de leche y manteca. Su objetivo declarado es alcanzar 1,5 millones de litros diarios, una cifra modesta frente a los viejos tiempos.

sancor protesta
Las protestas de trabajadores de SanCor por sueldos impagos, un postal recurrente de los últimos años.

Las protestas de trabajadores de SanCor por sueldos impagos, un postal recurrente de los últimos años.

La cooperativa transita un Acuerdo Preventivo Extrajudicial (APE) para reestructurar su deuda y analiza transformarse en sociedad anónima, un cambio que pondría fin a su identidad cooperativa original. Puede ser una salida para la empresa, pero no hay garantías.

Reflexión final

La historia de SanCor es, en el fondo, la historia de la Argentina del siglo XX y XXI. Nació de una crisis y de la voluntad asociativa de pequeños productores. Creció de la mano del Estado, que la consideró estratégica y la sostuvo con créditos y subsidios. Conoció el auge gracias a la innovación, la diversificación y la internacionalización. Y entró en decadencia arrastrada por las deudas, la mala gestión, la dependencia política y los vaivenes de la economía global.

SanCor cumplió 80 años en 2018 en plena agonía, y cada aniversario se convirtió en motivo de reflexión: ¿cómo una empresa que llegó a ser símbolo del cooperativismo, orgullo nacional y referente continental terminó al borde de la desaparición?

Quizás la respuesta no sea una sola. Pero lo cierto es que, mientras en Sunchales todavía se encienden las chimeneas de sus plantas, SanCor permanece como un caso testigo. Un espejo en el que se reflejan las virtudes y los fracasos de un país que nunca termina de encontrar el equilibrio entre el sueño colectivo y la dura realidad de sus crisis recurrentes.

Fuente: "SanCor y sus 80 años en la industria láctea argentina": de Noemí M. Girbal-Blacha (CEAR-UNQ/CONICET). "SanCor: una gran empresa cooperativa": de Gabriela Olivera, parte del libro "Una historia de la lechería argentina: desde la colonia a nuestros días". Aportes de la Redacción +P.

En esta nota

Dejá tu comentario

Las más leídas