Expectativas en la carne argentina: el efecto del dólar y el cambio de tendencias
Dólar, exportaciones, clima y tensiones globales están reconfigurando el mercado de la carne, con impacto directo en precios y oportunidades para Argentina.
Es cierto que la carne vacuna se sigue consolidando (en precios y volúmenes), tanto en el plano doméstico como en el internacional. También es verdad que ese algo más de 17 % que subió el dólar en el mercado local en las últimas semanas, ayudó bastante a la exportación que, por caso, hizo que el novillo pasara de ser el más caro del Mercosur a ser el más barato.
Y tanto es así que la propia cartera de Agricultura emitió un comunicado destacando que “el promedio móvil de los últimos 12 meses, desde junio 2025, del consumo total de carnes alcanzó los 114,06 kg por habitante, lo que representa un incremento de 4,6 % respecto al mismo período del 2024, cuando el total fue de 109,06 kg. Este aumento refleja no solo una recuperación del poder adquisitivo, sino también una respuesta positiva del sector productivo y una mejora en el acceso a proteínas de calidad por parte de la población”.
Y agrega que “Teniendo en cuenta por tipo de carne para el período señalado, el incremento fue: carne vacuna: 50,24 kg por habitante (+5,6 %, lo que se traduce en 2,66 kg más); carne porcina: 17,92 kg por habitante (+7,7 %, 1,28 kg) y carne aviar: 45,90 kg por habitante (+2,4 %, 1,06 kg)”.
Según se estima, y aunque el Mercado Agroganadero estuvo bastante estable en sus valores, no estaría ocurriendo lo mismo en las carnicerías, por lo que se proyecta que la demanda doméstica podría llegar a convalidar mayores precios.
Por el lado internacional, las noticias tampoco son malas, ya que las cotizaciones, en general, y a pesar de los graves conflictos, van recuperando cierta firmeza, más allá de la visión muy optimista de mediano y largo plazo.
De hecho, el analista Ignacio Iriarte lo destaca en su último Informe Ganadero al decir que la mejora global se debe a “una demanda global muy firme, suba de los precios internacionales (15-20 %) y una mejora en el tipo de cambio real, por la reducción (marginal) de las retenciones y por el aumento en el tipo de cambio oficial, que durante el mes de julio se incrementó más de un 12 %”.
Por supuesto que este panorama “alentador” es sostenido, además, por condiciones climáticas diametralmente opuestas a los últimos 3-4 años en los que predominó la sequía e incendios en buena parte de las principales zonas productoras de cría, afectando, además, varias regiones productoras de granos, al punto que en la cosecha 22/23 se perdieron alrededor de 50 millones de toneladas de los principales cultivos (de soja se cosecharon apenas 25 millones de toneladas), lo que también complicó el abastecimiento del principal insumo para la alimentación animal.
Ahora, por el contrario, y en un invierno atípico por lo húmedo, y con algunas zonas del corazón de la Pampa Húmeda hasta con excesos de agua, la situación es diametralmente opuesta para la ganadería que, si bien todavía registra algunos déficits, ya buena parte de las zonas ganaderas va a entrar a la primavera con campos recuperados, lo que también está incidiendo en los niveles de demanda de invernada “a pasto”, mientras que los feedlots mejoran su performance a partir de las bajas en los precios agrícolas y el sostenimiento que está mostrando la demanda.
Hay, sin embargo, algún nubarrón que puede empañar el momento ganadero “casi” perfecto después de décadas negativas: los aranceles de Estados Unidos que provocaron un tembladeral en el comercio de casi todo el mundo. Y, aunque algunos ven en esto una “oportunidad” para la Argentina, por el momento parecen mayores los riesgos que las eventuales ventajas.
Y el asunto no pasa por la relación bilateral, ya que Argentina quedó con un “envidiable” 10 % de aranceles para ingresar a los Estados Unidos que, si bien es algo mayor al que tenía hasta ahora, está en el grupo de los países con niveles más bajos.
En el caso de la carne vacuna, el temor viene por el lado de Brasil que, cerrada ya la negociación arancelaria, quedó en un inédito 50 % para ingresar a los EE. UU. (10 % + 40 %), lo que, de subsistir, va a recortar fuertemente sus envíos a ese país que oscilan entre 350.000 y 400.000 tn/año.
Por supuesto que el tema está en el terreno de lo político, y a esta altura es bien conocida la estrategia del presidente Donald Trump para negociar con “más comodidad”: primero pega fuerte y después acepta el pedido de negociación del golpeado. Y este caso no es la excepción, dado que desde Brasilia Lula da Silva enfatizó que “él siempre estuvo dispuesto a negociar”.
Algo parecido sucedió con China, a la que Trump le aplicó un insólito 145 %, que luego redujo al 30 %, mientras que Beijing bajó los suyos del 125 % al 10 %, lo que aquietó mucho las aguas, aunque el cierre definitivo de las conversaciones será este martes (12/8).
En el caso de Brasil, tal cosa todavía no ocurre y es forzoso analizar el escenario si no hay cambios pronto. Brasil le exporta a los EE. UU. unas 350.000-400.000 tn de carne vacuna por año que, de no poder ingresar por los altos aranceles, deberán ser redireccionadas a otro destino internacional, y uno de los pocos capaces de absorber semejante volumen sería China que, inmediatamente, ante el aumento de la oferta, bajaría los precios (justo en el momento de mayores compras del año).
¿Cuál es la posición local? Si bien es cierto que los Estados Unidos deberían sustituir la oferta brasileña con otros orígenes, y es probable que hasta impongan una mejora en las cotizaciones, la Argentina no cuenta con semejante volumen. Tal vez podría pensar en un 10 % de esa cifra que, aunque muy buena, no alcanzaría a compensar la pérdida que puede sufrir por la rebaja en los precios chinos, adonde se exporta todavía el 70 % del total. En 2024 se enviaron al país asiático casi 600.000 toneladas, aunque ahora hay cierta tendencia a la disminución.
Lo que queda claro, entonces, es que Argentina no puede distraerse un minuto con la baja del famoso “costo argentino” y las sobrecargas que se autoimpone con distintas justificaciones, perdiendo así parte de su competitividad. Y no es solo por causa del sector público; también distintos organismos, entes u organizaciones aplican varias de estas cargas perfectamente evitables.
El segundo tema es un planteo más serio, profundo y de largo plazo sobre el objetivo-país y, si efectivamente es la exportación, entonces lo más sano es la diversificación de mercados para que no ocurra, justamente, lo que está sucediendo ahora, cuando un cambio abrupto en la política de otro país puede terminar de echar por tierra la apuesta ganadera.
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