¿Hasta cuando el consumidor tendrá que subsidiar a la ganadería?
El modelo de producción regional, sostenido en parte por la barrera sanitaria del río Colorado, presenta desvíos importantes. Nuevos desafíos para el sector: aumentar las exportaciones y bajar los precios de los cortes de carne en las góndolas.
La barrera sanitaria del río Colorado, entre otras cosas, no permite el ingreso a la Patagonia de carne con hueso que provenga del norte. Esto lo definió el Servicio Nacional de Seguridad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) para mantener el estatus sanitario del ganado de la región como “libre de aftosa sin vacunación”. La fiebre aftosa es una enfermedad viral sumamente contagiosa y con repercusiones económicas considerables. Afecta a los bovinos, porcinos, ovinos y caprinos.
En el otoño de 2001 fue la última vez que se implementó la barrera sanitaria en el río Colorado y hasta la fecha se mantiene incólume.
¿Qué beneficios genera a la región esta condición sanitaria?
-Permite exportar las carnes a países que se encuentran dentro del circuito no aftósico, mercados en los que se paga más del doble de la media de exportación que obtiene la Argentina.
-Para lograr vender este tipo de carne en el exterior se necesita oferta, por lo tanto hay que desarrollar la producción ganadera regional para permitir abastecer esta potencial demanda internacional.
-A su vez, hay que poner en marcha infraestructura industrial que pueda faenar la hacienda producida en la región y así destinar los cortes potencialmente demandados del exterior.
¿Esto que significa? La posibilidad de desarrollo de una actividad productiva en una región marginal del país. Algo impensado varias décadas atrás. La Patagonia no es un mercado competitivo para la producción ganadera, comparada con otras zonas de Argentina. La cuestión climática, de calidad de tierras y la logística, entre otros puntos, son variables clave que marcan estas diferencias.
Es decir que, en principio, se puede considerar como un logro la posibilidad de contar con una matriz productiva de estas características en nuestra región. El desarrollo de la actividad, tanto primaria como industrial, permite generar riqueza, demanda real de mano de obra calificada y no calificada, y dólares genuinos por la exportación de los cortes destinados a los países del circuito no aftósico. La exportación, con los ingresos marginales obtenidos, terminaría de financiar los mayores costos que tiene la actividad en toda la región ubicada al sur del río Colorado.
Estaríamos frente a un círculo virtuoso generado por la barrera sanitaria: un mercado internacional que no tiene techo para este tipo de productos de alta calidad y sanidad -con toda la sinergia que significa poner en marcha la marca “Carne de la Patagonia” en estos destinos-, un escenario que permite -con las nuevas tecnologías existentes- aumentar sensiblemente la producción ganadera en la región -como así también su infraestructura industrial-, y la creciente disponibilidad de tierras para producir forraje y granos que alimente un cambio de escala en la actividad.
Analizando la estadística que presenta el sector en una larga línea de tiempo, se puede observar que los stocks ganaderos crecen (aunque no a la tasa esperada) y la superficie cultivada con forrajes (según datos de la Provincia de Río Negro) acompaña este desarrollo.
Sin embargo, pareciera que su crecimiento se encuentra estancado, al observar la evolución de los últimos años. Desde 2018 a la fecha los stocks vienen bajando en forma sistemática. La sequía que afectó a todo el norte de la Patagonia fue una de las causas -tal vez la más importante- de esta caída de cabezas.
Hasta aquí, pareciera que no hay grandes cuestionamientos sobre la barrera.
Las metas incumplidas
El modelo virtuoso que estamos mencionando apunta a producir carne que, en parte importante, sea orientada al mercado externo. La barrera sanitaria permite a la región ingresar a países del circuito comercial no aftósico que pagan muy bien este tipo de productos. Más exportación, más producción, más ganancia para el sector privado, más impuestos que recaudar por parte del Estado, más dólares para el país. Este es uno de los mayores argumentos para sostener el mercado de la Patagonia con este tipo de protección sobre la ganadería local. Sin embargo, los niveles de ventas externas de carnes de la región no muestran una tendencia clara.
Tal como se observa en el gráfico adjunto, en el mejor de los casos, las exportaciones tocaron en 2019 el 1,5% del total de la producción local. Muy alejado de la media nacional donde hoy el comercio externo representa para el país el 30% del total de la producción de carne bovina.
Hace solo unos años se abrieron las exportaciones de carnes argentinas a Japón, importante país de los circuitos no aftósicos. Sin embargo, las colocaciones regionales hacia ese destino -y hasta la fecha- han sido marginales. (Se adjunta nota: ¿Por qué no resulto el proyecto de exportación de carne a Japón?)
https://masp.lmneuquen.com/ganaderia/por-que-no-resulto-el-proyecto-exportacion-carne-japon-n1046770
Hay un dato que remarcar dentro de todo este análisis, que no puede quedar fuera de la discusión. La participación de la oferta de carne local esta creciendo en forma importante, producto de la mayor cantidad de cabezas que presenta la actividad y la mejora de eficiencia que registró el sistema ubicado en el norte de la Patagonia. Un dato, de por sí, positivo.
Si bien la participación de la producción de carne local reemplazó en forma creciente la oferta que llegaba del norte de la barrera -uno de los objetivos del modelo de mercado cerrado- los precios de los productos se dispararon afectando el bolsillo de los consumidores, algo que no estaba contemplado en la teoría, por lo menos en la magnitud que presenta este diferencial respecto de los valores en góndolas registrados en los mercados ubicados al norte de la barrera.
El consumidor, el gran perjudicado
El concepto inicial para sostener con argumentos técnicos la barrera del río Colorado y así el estatus sanitario de la región de la Patagonia, era la posibilidad de ingresar a los mercados internacionales con precios de venta hasta tres veces superiores de los que se paga por un mismo corte exportado proveniente de cualquier región del norte de la barrera.
Este ingreso marginal, el que se genera con la exportación, es el que debería participar en la financiación de los mayores costos de producción local. Hoy esta meta no se está cumpliendo y es el consumidor el que subsidia el sistema pagando el precio de la carne a un valor muy superior del que abona la mayoría de los argentinos.
Es decir que, los cortes de carne local y todo el sistema burocrático para sostener la barrera, están siendo financiados por el consumidor patagónico y no por los ingresos marginales de la exportación, como en un principio se preveía. Y este no es un dato menor. Son más de 200 millones de dólares los que se abonan anualmente por este diferencial de precios, a lo que hay que sumar los cientos los empleados públicos que hoy están trabajando en distintos organismos (SENASA, entre otros) para sostener la barrera sanitaria de la carne. Gran parte de todo este costo, lo abona el ciudadano de la Patagonia.
Con esto no se quiere decir que hay que levantar la barrera sanitaria y que la actividad ganadera regional termine perdiendo el estatus internacional que ostenta. En todo este recorrido de más de dos décadas, se debería analizar como se pueden corregir los desvíos que presenta el modelo para que sea la exportación -el gran objetivo que se planteó desde un inicio para la actividad- la que participe de este subsidio que hoy está siendo soportado en su totalidad por toda la sociedad rionegrina y neuquina.
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