Los Menéndez y Braun: forjadores del poder económico en la Patagonia
Cómo dos familias de inmigrantes europeos construyeron un imperio de tierras, ganado y comercio que aún hoy define la economía de la Patagonia.
Por décadas, el sur más austral de la Argentina fue presentado como una tierra vacía, indómita y salvaje. Sin embargo, hacia fines del siglo XIX, ese territorio extremo se convirtió en el escenario de una de las mayores concentraciones de poder económico, territorial y comercial de Sudamérica. Dos apellidos —Menéndez y Braun— no solo moldearon la economía del sur argentino y chileno, sino que dejaron una huella profunda y contradictoria en su historia social, política y humana. De esa alianza surgiría una empresa que aún hoy forma parte de la vida cotidiana de millones de personas: La Anónima.
A finales del siglo XIX, la Patagonia era una frontera abierta. Para los Estados argentino y chileno, significaba soberanía por consolidar; para los pueblos originarios, territorio ancestral; y para los inmigrantes europeos, una oportunidad única. Lejos de los centros de poder de Buenos Aires y Santiago, el sur ofrecía algo invaluable para los ojos del capitalismo emergente: tierras casi ilimitadas, recursos naturales y ausencia de regulaciones efectivas.
El comercio en la región dependía de pequeñas casas mercantiles, del intercambio con pueblos originarios y de rutas marítimas dominadas por aventureros, balleneros y navegantes como Luis Piedrabuena. Fue en ese contexto donde dos inmigrantes europeos comenzaron un proceso que transformaría radicalmente el destino económico del extremo sur.
El asturiano que entendió el sur
José Menéndez Menéndez nació en Asturias, España, en 1846. Como tantos europeos empujados por la pobreza y la falta de oportunidades, emigró joven a América. Llegó a Buenos Aires alrededor de 1870, pero rápidamente comprendió que el futuro no estaba en la ciudad puerto saturada, sino más al sur, donde el Estado aún no había terminado de llegar.
En 1875 desembarcó en Punta Arenas, entonces una pequeña colonia chilena en el Estrecho de Magallanes. Inicialmente trabajó realizando cobranzas para una firma comercial vinculada a Luis Piedrabuena, figura clave de la navegación patagónica. Sin embargo, Menéndez no tardó en independizarse. Su talento no estaba en la administración ajena, sino en la lectura estratégica del territorio.
A diferencia de otros comerciantes, Menéndez comprendió que el verdadero negocio no era únicamente el intercambio de pieles, plumas o productos traídos de Europa, sino la apropiación de la tierra y la producción ganadera a gran escala, especialmente la oveja, cuyo auge estaba impulsado por la demanda internacional de lana.
En 1879 fundó la estancia San Gregorio, importando ovejas desde las Islas Malvinas, que ya habían demostrado la viabilidad del modelo ovino. Ese fue el punto de partida de un proceso expansivo imparable. Década tras década, Menéndez adquirió tierras mediante concesiones estatales, compras directas y mecanismos legales poco transparentes, hasta conformar un verdadero latifundio.
Hacia comienzos del siglo XX, se estimaba que José Menéndez controlaba cerca de un millón de hectáreas en Argentina y Chile. Entre sus estancias más emblemáticas se encontraban San Gregorio, María Behety y José Menéndez, esta última en Tierra del Fuego, una de las explotaciones ovinas más grandes del mundo. No por casualidad comenzó a ser conocido como “el Rey de la Patagonia”.
La familia Braun: visión empresarial
Mientras Menéndez consolidaba su imperio ganadero, otra familia avanzaba en paralelo en el mundo del comercio y la logística: los Braun. De origen europeo, Elías Braun se estableció en Punta Arenas y sentó las bases de una firma comercial que pronto sería clave para el desarrollo regional.
Su hijo, Mauricio Braun, emergió como una figura central de la sociedad magallánica. Empresario moderno, con una mentalidad más corporativa, Braun entendió que el comercio patagónico necesitaba algo más que campos: necesitaba infraestructura, barcos, depósitos y redes de abastecimiento.
Braun se convirtió en socio de la firma Braun & Blanchard, dedicada al comercio marítimo, la importación y la exportación. Desde Punta Arenas, controlaban rutas que conectaban el sur con Europa y el resto de América, abasteciendo a estancias, pueblos y colonias en expansión.
A diferencia de Menéndez, cuya figura estaba asociada al poder territorial, Braun representaba el capital comercial y logístico, indispensable para cerrar el circuito económico.
La alianza de sangre
El verdadero punto de inflexión no ocurrió en una estancia ni en un puerto, sino en un salón familiar. En 1895, Mauricio Braun contrajo matrimonio con Josefina Menéndez Behety, hija de José Menéndez. Aquella boda fue mucho más que una unión sentimental: fue la fusión estratégica de las dos mayores fortunas de la Patagonia.
Con ese matrimonio, se consolidó una red de poder económico sin precedentes en el sur. Ganadería, comercio, transporte marítimo, importaciones, exportaciones y abastecimiento local quedaron integrados bajo una misma lógica familiar y empresarial. Además, la alianza trascendía las fronteras nacionales, operando indistintamente en territorio argentino y chileno.
En una región donde el Estado era débil y distante, los Menéndez y los Braun funcionaban como un verdadero poder paralelo: generaban empleo, abastecían poblaciones, controlaban rutas y condicionaban decisiones políticas locales.
El 10 de junio de 1908 marcó un antes y un después. Ese día, en Punta Arenas, se constituyó formalmente la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, bajo el liderazgo de José Menéndez, Mauricio Braun y Juan Blanchard.
La nueva empresa nació como una solución integral al modelo económico patagónico. Controlaba:
-Estancias productoras de lana y carne.
-Frigoríficos para faena y conservación.
-Almacenes de ramos generales.
-Puertos y depósitos.
-Una flota propia de barcos mercantes.
El nombre legal era tan largo y formal que los pobladores comenzaron a referirse a la firma de manera coloquial: “La Anónima”. Así, sin estrategia de marketing ni estudios de mercado, nació una de las marcas más perdurables de la Argentina.
La empresa llegó a operar una flota de hasta 50 buques, muchos bautizados con nombres que comenzaban con la letra “A”, en homenaje a Asturias, la tierra natal de Menéndez. Desde Comodoro Rivadavia hasta Río Gallegos, desde Puerto Deseado hasta Punta Arenas, La Anónima se convirtió en sinónimo de provisión y comercio.
Luces y sombras
No puede negarse que el imperio Menéndez-Braun fue un motor de modernización. Impulsó la industria frigorífica, desarrolló comunicaciones marítimas y permitió el crecimiento de pueblos enteros. Sin embargo, ese progreso tuvo un costo humano altísimo.
La expansión ganadera significó el cercamiento y apropiación de tierras ancestrales, especialmente en Tierra del Fuego. El pueblo Selk’nam fue desplazado, perseguido y exterminado en uno de los genocidios más silenciados de la historia sudamericana. Estancieros, capataces y fuerzas estatales participaron directa o indirectamente de ese proceso.
Asimismo, durante los años 1920 y 1921, las estancias de la empresa fueron escenario de las huelgas obreras conocidas como la Patagonia Rebelde. Las demandas laborales fueron respondidas con represión militar, dejando cientos de trabajadores fusilados. Aunque la responsabilidad fue compartida con el Estado, el nombre de La Anónima quedó asociado a esos hechos.
Tras la muerte de José Menéndez en 1918, el control pasó a sus herederos. Con el correr de las décadas, el modelo original comenzó a mostrar fisuras. Las crisis económicas de mediados del siglo XX, los cambios en el comercio internacional y la pérdida de rentabilidad obligaron a la empresa a replegarse.
Durante las décadas de 1950 y 1960 se desmanteló la flota naviera y se redujeron operaciones rurales. Sin embargo, la firma conservó su presencia territorial a través de los almacenes.
El gran giro llegó en 1978, cuando Federico Braun, nieto de Mauricio Braun, asumió el control y transformó esos antiguos almacenes en una moderna cadena de supermercados. Así, La Anónima dejó de ser un gigante ganadero para convertirse en un actor central del consumo masivo.
Un legado que sigue vigente
Hoy, con más de 160 sucursales en casi 90 ciudades, La Anónima sigue siendo una de las empresas más poderosas del interior argentino. Su historia es inseparable de la Patagonia misma: una historia de audacia, visión empresarial, concentración de poder, progreso económico y profundas heridas sociales.
Entender el origen de los Menéndez y los Braun no es solo revisar el pasado de una empresa, sino comprender cómo se construyó la economía patagónica, entre el rigor del territorio, la ambición humana y las contradicciones de un modelo que aún define el presente.
Fuente: "Menéndez, rey de la Patagonia", de José Luis Alonso Marchante (2014), Archivos de La Anónima, Archivos oficiales de la Provincia de Santa Cruz y aportes de la Redacción +P.
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