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Del rechazo al aplauso: cómo el Gobierno revirtió la tensión con el campo

Tras semanas de incertidumbre y críticas por la suba de retenciones, el Gobierno logró revertir el malestar campo. Qué se negoció, qué se consiguió.

Si alguien hubiera dicho hace 30 días que las retenciones, especialmente las del maíz y la soja, iban a volver a ser recortadas apenas un mes después, pocos lo hubieran creído. ¿Por qué el Gobierno iba a hacer ese ida y vuelta? ¿Arrepentimiento? ¿Mal cálculo?

Nada de eso, pues, a la luz de lo que ocurrió este último fin de semana, durante la inauguración oficial de la Exposición Rural en Palermo, bien se podría especular con dos objetivos oficiales básicos: primero, lograr que la exportación, acopios y algunos productores adelantaran una cantidad adicional de dólares al liquidar granos guardados, lo que el Gobierno necesitaba imperiosamente, y que fue ocurriendo gracias a esa rebaja impuesta en los DEX (Derechos de Exportación) durante el primer semestre, pero en particular, desde fines de mayo hasta el 30 de junio, cuando estos gravámenes volvieron a aumentar a su nivel previo, tal como se había anunciado seis meses antes. Esta decisión, dicen los analistas, fue la principal razón que permitió lograr nuevamente superávit fiscal.

El segundo objetivo podría haber sido lograr un saldo político muy favorable (en plena época electoral), al conseguir la adhesión total de una tribuna que, a veces, puede ser “esquiva”, con independencia de la posición que pueda tener la propia Sociedad Rural. Pero lo más importante es que el costo ya se había descontado prácticamente en la rebaja inicial del primer semestre.

De hecho, se calcula que el “sacrificio” fiscal que hizo el Gobierno durante ese lapso, al pasar la soja de 33 puntos a 26, y el maíz y el trigo de 12 % a 9,5 %, fue de U$S 544 millones, pero logró un volumen adelantado de divisas que, probablemente, se hubiera atrasado, en parte, a los próximos meses.

Por otro lado, se calculaba que a partir de la suba del 30 de junio (otra vez a 33 %) los productores perderían, por lo que resta vender, alrededor de U$S 445 millones, “apenas 0,04 % del PBI”, señalaban los críticos de la medida de junio.

Ahora, todo eso desapareció, el Presidente fue aplaudido, la gente del campo, aunque esperaba algo más, también quedó más o menos conforme y el público general renovó su adhesión desde las tribunas, lo que para el oficialismo resultó un muy buen dato con miras a las elecciones, tanto de septiembre en la provincia de Buenos Aires como las nacionales de octubre. Y todo esto, sin que el ministro Luis Caputo resignara más fondos que los que ya tenía previstos. Si la estrategia fue esa, sin dudas les salió “redondita”…

Sin embargo, hay un dato mucho más significativo aún, pero que no es de la coyuntura ni del futuro inmediato. El caso es que la soja llegó a ser el cultivo más importante del país durante la primera década de este siglo, al punto que el presidente Néstor Kirchner llegó a recibir el mote de “el presidente de la soja”, por la cantidad de ingresos que logró durante su mandato vía volumen de cosecha y altos precios internacionales. Era la época en que se hablaba del supuesto peligro de la “sojización” por el avance de la oleaginosa.

Eso, sin embargo, fue cambiando paulatinamente, al punto de ubicarse ahora 10-12 millones de toneladas por debajo del récord de hace una década, lo que provoca una capacidad ociosa industrial de alrededor del 40 %, que obligó en los últimos dos ciclos a importar porotos de soja ya no solo de Paraguay, sino también de Brasil, para achicar las pérdidas de trabajo y de las industrias, además, naturalmente, del achicamiento en el ingreso de divisas y de recaudación fiscal.

Frente a ese escenario, y sabiendo este Gobierno que tiene, al menos, dos años más de gestión por delante, ¿sería sensato provocar un nuevo descenso de producción justamente en el rubro más importante de ventas al exterior que tiene la Argentina por ahora?

Y, como la respuesta lógica es “no”, hasta para los que no saben nada de producción ni de administración de recursos, el Gobierno, con relativo poco esfuerzo, parece haber logrado una salida de gran impacto público, casi sin jugar nada, apenas devolviéndole un poco de rentabilidad al cultivo más jaqueado, y mirando ya a las necesidades que enfrentará el año que viene (justo cuando llegue la cosecha).

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El Gobierno logró el apoyo del campo en esta nueva exposición de Palermo.

El Gobierno logró el apoyo del campo en esta nueva exposición de Palermo.

De hecho, todos los indicadores muestran que en los campos alquilados (la gran mayoría) los resultados económicos eran, en general, negativos; mientras que los que cultivan campo propio, con los precios internacionales actuales, salían “hechos”, y solo en las zonas centrales del cultivo se encontraban saldos más positivos.

En todos los casos, los márgenes brutos del maíz eran superiores, aunque con una inversión en los costos de producción mayores.

Ahora, si bien ambas retenciones se recortan, la de la soja vuelve a bajar de 33 % a 26 % (subproductos de 31 % a 24,5 %); las del maíz, de 12 % a 9,5 %, y la de girasol, de 7,5 % a 5 % (a 4 % el aceite), las chances de caída del área de soja disminuyen bastante, y habría que ver el comportamiento del clima para estimar el resultado final.

Por supuesto que, ante esto, la ovación fue atronadora y, al menos los del campo, parecieron olvidarse de que también se esperaba la “desaparición” de otras retenciones remanentes en ciertos productos como la carne (que solo bajó 1,5 puntos a 5 %), pesca, etc.; también algún anuncio sobre las más que postergadas obras de infraestructura, especialmente en materia de caminos; o algunos aspectos de créditos con tasas más adecuadas para la producción, en especial si se habla de mediano y largo plazo, como la fruticultura, forestación, etc.

Pero nada de eso se oyó, aunque algunas cosas podrán ir apareciendo, sobre todo después de las elecciones de octubre, ya que el propio presidente Milei aseguró recientemente que todavía “quedan más de 1.500 desregulaciones para eliminar”, y muchas de ellas afectan a la producción agroindustrial.

De ahí que ahora, con lo urgente resuelto, que era evitar que escalara el malestar con un sector que a él le cae bien (y que está distribuido en todo el país), y lograr que el producto principal (la soja) no se siga cayendo tanto; y habiendo hecho, además, un buen “negocio” de bajo desembolso económico, aunque le insumió muchas horas hombre de parte de los máximos funcionarios del Gabinete, que todos los días estuvieron en la Rural, donde se reunieron casi diariamente con los dirigentes del campo (algo inédito), el Gobierno también se retiró de la muestra muy satisfecho.

No había aparecido ninguno de los nubarrones que algunos presagiaban.

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