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Elecciones y dólar: el día después que puede marcar el rumbo de la economía argentina

El resultado electoral definirá más que un mapa político: será una señal clave para los mercados y el futuro del dólar.

En cada elección, la democracia argentina renueva su pacto con la ciudadanía. Ese acto, tan simple y a la vez tan profundo, de depositar un voto en la urna, vuelve a poner en juego mucho más que nombres o partidos: define modelos, marca rumbos y, sobre todo, mide la temperatura de un sistema que, con todas sus imperfecciones, sigue siendo la única herramienta legítima para canalizar el conflicto social y redefinir el contrato entre el Estado y la sociedad.

Hoy, el país enfrenta un nuevo día de lecciones, no solo en el sentido electoral, sino también en el de aprendizaje colectivo. Una nueva oportunidad que ofrece la democracia para que los argentinos decidan qué tipo de Gobierno desean, qué rol esperan del Estado y hasta qué punto están dispuestos a tolerar el costo de los ajustes, las reformas o los privilegios heredados. Con la creciente polarización que se manifestó en las encuentras de las las últimas semanas, se juega hoy la pulseada entre el proyecto libertario de Javier Milei —de orientación liberal y alianzas con la centro-derecha— y el peronismo unificado, que tras la derrota del 2013 logró rearmarse detrás de una estrategia común.

La campaña entró en su tramo final marcada por un dato que reconfiguró el escenario político y financiero: la derrota por 14 puntos que La Libertad Avanza sufrió el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires. Ese revés, a manos de un peronismo que logró reagrupar sus distintas vertientes, funcionó como una señal de alarma para los mercados y desató una verdadera tormenta financiera.

El valor del peso se derrumbó, el riesgo país —termómetro de la confianza inversora— trepó a casi 1.500 puntos básicos y el Gobierno quedó al borde de quedarse sin liquidez. La administración intentó sostener el dólar dentro de las franjas del esquema de bandas cambiarias, pero la presión fue insoportable.

Bessent y Trump
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, cuenta con el total apoyo de Trump para ayudar a la Argentina.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, cuenta con el total apoyo de Trump para ayudar a la Argentina.

La economía argentina, ya exhausta por meses de tensiones, se encontró frente a su límite. Y cuando parecía que el Gobierno estaba al borde del colapso, apareció un salvavidas inesperado: la mano generosa de Donald Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent.

Aunque no hay cifras oficiales, los operadores del mercado financiero dan por hecho que el Tesoro de Estados Unidos inyectó más de 2.000 millones de dólares en las últimas semanas para evitar un colapso del peso. La intervención permitió sostener —a duras penas— la paridad oficial dentro de la banda cambiaria, mientras el resto de los dólares financieros ya perforó los 1.500 pesos.

El rumor más fuerte, sin embargo, es que la Casa Blanca prepara un paquete de apoyo de hasta 40.000 millones de dólares que incluiría un intercambio de monedas (swap) y un crédito con bancos privados. La jugada, diseñada por Bessent con la venia directa de Trump, busca apuntalar al Gobierno de Milei en un momento crítico, pero también fortalecer la influencia de Washington sobre la política económica argentina.

Esa dependencia externa reabre un viejo debate nacional: ¿hasta qué punto la soberanía económica puede sostenerse cuando el timón de las finanzas se entrega a un poder extranjero? La historia argentina conoce de rescates y condicionamientos; cada vez que un presidente aceptó un salvavidas externo, pagó el costo político más temprano que tarde.

En medio de la incertidumbre, la voz del economista Ricardo Arriazu —una figura respetada incluso por quienes discrepan con sus ideas— introdujo una dosis de realismo. En declaraciones recientes, planteó dos posibles escenarios post-electorales.

“Si el Gobierno logra al menos un tercio de los escaños en alguna de las cámaras, podrá evitar un juicio político y sostener sus vetos. Con ese respaldo y el apoyo de Estados Unidos, la economía podría cambiar de la noche a la mañana”, advirtió Arriazu.

El otro escenario, el más temido por los mercados, implicaría un Congreso adverso que cuestione el rumbo fiscal y reabra el fantasma del juicio político. En ese caso, dijo el economista, “Washington podría retirar su respaldo”. Y en un país sin reservas, sin crédito y con el dólar al borde de la implosión, el retiro de esa ayuda sería devastador.

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Ricardo Arriazu, uno de los economistas más escuchados entre los inversores locales y extranjeros.

Ricardo Arriazu, uno de los economistas más escuchados entre los inversores locales y extranjeros.

El análisis de Arriazu deja al desnudo la vulnerabilidad estructural del modelo actual. La estabilidad argentina depende hoy más de la geopolítica que de la política interna. Si Milei gana poder legislativo, la alianza con Estados Unidos puede consolidarse; si lo pierde, esa alianza puede evaporarse en cuestión de días.

Trump, el nuevo factor de poder

La ayuda de Trump no es desinteresada. Su intervención en la economía argentina le permite proyectar influencia sobre un país estratégico en el Cono Sur y, al mismo tiempo, enviar un mensaje político a su propio electorado: que bajo su liderazgo, Washington vuelve a “ordenar” el continente.

Para Milei, el auxilio de Trump fue un salvavidas, pero también un precio: cedió soberanía económica a cambio de sobrevivir políticamente. Y aunque ese pacto le dio oxígeno para llegar a las elecciones, su futuro dependerá de lo que ocurra este domingo. Si el resultado le es adverso, no está claro si Trump —o los bancos aliados— seguirán sosteniendo la economía argentina.

Como señaló Arriazu: “Si las elecciones salen mal, se acaba la ayuda de Estados Unidos. Si salen bien, el dólar baja, pero no demasiado: a 1.300 o 1.350 pesos”. En otras palabras, incluso en el mejor de los casos, la calma es frágil.

La incertidumbre cambiaria ha eclipsado una realidad económica desigual. Según los últimos datos oficiales, la Argentina de 2025 crece a dos velocidades: sectores como la minería y los servicios financieros se expanden con fuerza —9% y 26% respectivamente—, mientras la industria cae 5,1% y el comercio se retrae 1,7%.

La economía real se enfría, el consumo sigue estancado y la inflación, aunque contenida por las bandas, erosiona el poder adquisitivo. En ese contexto, la ayuda estadounidense apenas mantiene al sistema en pie. Como explicó el economista Mariano Ricciardi, CEO de BDI Consultora de Inversiones: “Los inversores no miran solo el resultado, sino la lectura política del lunes: si la elección consolida el rumbo económico o vuelve a abrir dudas sobre la gobernabilidad. No hace falta un triunfo aplastante, sino equilibrio y continuidad”.

Un gabinete en ebullición

En las horas previas a las elecciones, la política interna del Gobierno se vio sacudida por movimientos que revelan tensiones profundas. La renuncia del empresario Gerardo Werthein a la Cancillería, apenas cuatro días antes de los comicios, provocó un cimbronazo. Su reemplazo, Pablo Quirno, hasta entonces secretario de Finanzas, consolidó la tendencia: la política exterior argentina quedó subordinada al Ministerio de Economía, y la diplomacia orbitando alrededor de Washington.

caputo y quirno
Luis Caputo afianza su poder en el Gabinete con el nombramiento de Quirno en Cancillería.

Luis Caputo afianza su poder en el Gabinete con el nombramiento de Quirno en Cancillería.

La llegada al país de Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, no fue casual. El gigante financiero está negociando con Caputo y Quirno las garantías del préstamo privado que impulsa Trump. Esa coincidencia —Dimon en Buenos Aires, Quirno al frente de la Cancillería, Caputo y Bausili en el Banco Central— refuerza la idea de una “puerta giratoria” entre Wall Street y la Casa Rosada. El mensaje político es claro: Milei deposita la suerte de su Gobierno en la confianza de los mercados internacionales.

Mientras tanto, la política local sigue su propio juego de tronos. Santiago Caputo, primo del ministro de Economía, negocia su ingreso a la Jefatura de Gabinete en reemplazo de Guillermo Francos, con quien mantiene una interna feroz. La posibilidad de que Francos pasara a la Cancillería se evaporó con el nombramiento de Quirno.

Otro actor desplazado es Federico Sturzenegger, el ministro “Desregulador”. Tenía listo un plan económico alternativo para reemplazar a “Toto” Caputo, pero el proyecto quedó congelado por la resistencia del entorno presidencial. La señal es inequívoca: mientras el resultado electoral sea incierto, Milei no moverá las piezas clave de su tablero.

Según analistas políticos, la profundidad de los cambios en el gabinete dependerá directamente del resultado electoral. Si el oficialismo supera el tercio de los votos, los movimientos serán moderados. Si no lo logra, se avecina una reestructuración de raíz. En ese caso, el riesgo no solo es económico: también es político e institucional.

La democracia como punto de inflexión

Más allá de los números y los nombres, lo que está en juego hoy es la fortaleza de la democracia argentina. Cada elección es una prueba de madurez institucional, y esta, en particular, se desarrolla bajo una presión inédita: una economía condicionada desde el exterior, una polarización que divide al país en dos bloques irreconciliables y una ciudadanía fatigada por años de crisis recurrentes.

El “día de lecciones” no es solo un eslogan. Es la oportunidad de repensar el sentido del voto, de reflexionar sobre el rumbo elegido y de asumir la responsabilidad colectiva que implica sostener un sistema democrático en medio del descontento. La historia enseña que las democracias no se agotan en sus elecciones, pero también que sin elecciones libres y transparentes no hay democracia posible.

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El Gobierno de Trump espera con ansiedad los resultados de las elecciones argentinas.

El Gobierno de Trump espera con ansiedad los resultados de las elecciones argentinas.

En tiempos donde el discurso de la antipolítica gana terreno, votar se convierte en un acto de resistencia y de esperanza. Porque más allá de las alianzas con Washington, los swaps millonarios o los vaivenes del dólar, la legitimidad de un Gobierno sigue dependiendo de su pueblo, no de los mercados.

El lunes, cuando las urnas ya estén calladas, los argentinos volverán a mirarse en el espejo de la democracia. El resultado definirá mucho más que un reparto de bancas.

En Washington se espera con ansiedad. En Buenos Aires, con nerviosismo. Pero en el fondo, el desenlace pertenece a un solo actor: el votante argentino, ese ciudadano que, pese a la inflación, la incertidumbre y la desconfianza, vuelve a ejercer su derecho con una fe inquebrantable en el sistema democrático.

La democracia no garantiza soluciones inmediatas, pero sí asegura algo más valioso: la posibilidad de corregir los errores sin violencia, de elegir y de volver a elegir. Este domingo, la Argentina vuelve a ponerse a prueba. Y, como tantas veces en su historia, el voto será su última palabra.

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