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Alfalfa en la Patagonia: Se puede tocar el cielo con las manos, o quedar en el intento

El cultivo de alfalfa es una tentación para inversores que se aventuran a aplanar el desierto y regar. Pero hay riesgos.

Una vez que se apagaron las luces de la Expo Alfalfa Patagonia Norte, algunos de sus protagonistas, con el paso de los días, fueron pasando en limpio –pasado el entusiasmo inicial– los desafíos que deben afrontar aquellos que quieran ingresar al negocio de “la reina de los forrajes”. Depende de cómo se encare el desarrollo de este cultivo en la zona de los valles de la región, se puede tocar el cielo o llegar el día en que “tengamos que hacer dulce de alfalfa”.

Esos extremos tienen sus matices y es conveniente, con algunos números, poner en contexto la situación actual. El complejo alfalfa en el país tiene como principal producto de exportación los megafardos. En 2023, las exportaciones fueron de US$ 47,93 millones. Si tomamos que las autoridades de la provincia de Río Negro sostienen que, del total de exportaciones, el 20% se trata de producción rionegrina, solo esta provincia ha generado 9,6 millones de dólares en divisas. Eso, teniendo a mano unas 10.000 hectáreas bajo riego en el Alto Valle que salieron de la fruticultura y pueden reconvertirse en alfalfares. A esto se suman las 60.000 que se quieren desarrollar en la zona de Negro Muerto y Colonia Josefa.

Hoy, el productor que bajó los brazos en la fruticultura ve en el cultivo de forrajes una salida muy tentadora: “Se necesitan pocas herramientas, poca mano de obra (mucho menos que en la fruta), y es un trabajo (corte y producción de rollos) que me lo puede hacer el vecino”, dijo uno de los asistentes al encuentro que se hizo en Cipolletti. Pero hasta el momento, si se tuviera que hacer una evaluación de la performance local, en riguroso 'off the record' un especialista dejó tres tips básicos: rollos mal armados, alto stock y baja calidad.

“Fijate cómo se amontonan los rollos en algunas chacras. Eso no es buena señal”, hizo notar. El mercado extra Patagonia, por ejemplo, son los tambos de la zona núcleo. Pero en el país hay otros jugadores, como los productores de Córdoba, que formaron un cluster y llegaron a las 620.000 hectáreas, sobre los 3,2 millones de hectáreas de alfalfa que hay en el país. Ese número solo pone a la Argentina en el 'top five' de los productores, pero participa apenas del 1,5% del mercado mundial, ya que destina el 80% de la producción al mercado interno.

Por ejemplo, cuando se habla de rollos “mal armados”, se debe tener en cuenta que el hilo ya se dejó atrás y se utiliza una red para hacer los rollos. La producción requiere menos tiempo (horas hombre/gasoil). ¿Y cómo es tocar el cielo haciendo alfalfa? Es lograr en una hectárea de la Patagonia tener la misma rentabilidad que un campo de soja. Dos expertos, ambos entrevistados por el diario La Voz de Córdoba el año pasado, pasaron en limpio esta idea.

Alfalfa en la Patagonia

Fabián Russo, presidente del cluster y comercializador de los productos de la alfalfa, sostiene que la alfalfa es la soja de hace 40 años y que está en plena expansión. “Incluso es más rentable, por eso necesitamos tecnología como deshidratadoras y compactadoras, que en Argentina no se fabrican”, admitió.

Gastón Urrets Zavalia, coordinador del Clúster de Alfalfa, asegura que “la rentabilidad ha sido muy buena en los últimos años en comparación con otros cultivos. En épocas de sequía como la que tuvimos, ha estado mucho mejor que otros cultivos, incluso ganándole a la soja. En años normales, la rentabilidad es igual”.

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Potencial del norte de la Patagonia: se pueden poner bajo riego unas 270.000 hectáreas adicionales a las 34.000 ya existentes.

Potencial del norte de la Patagonia: se pueden poner bajo riego unas 270.000 hectáreas adicionales a las 34.000 ya existentes.

Mientras que la contracara es tener una producción de baja calidad y saturar el mercado, a lo que se suma, para los patagónicos, el costo diferencial del flete: “Si saturamos el mercado, y si no apuntamos a la calidad, nos podemos terminar haciendo dulce de alfalfa”, dijo otro de los contertulios del encuentro alfalfero de días atrás.

“La calidad lleva otro enfoque, no el tradicional”, dijo la fuente, sintetizando así que es necesario tener un diagnóstico del suelo, ser muy precisos en el momento de los cortes, buscar asesoramiento técnico y tener herramientas más modernas. “Es necesario producir mejor de lo que lo estamos haciendo”, acotó.

Sobre el potencial del norte de la Patagonia, donde se pueden poner bajo riego unas 270.000 hectáreas adicionales a las 34.000 ya existentes, un técnico resaltó con asombro: ¡270.000 hectáreas es muchísimo! No es para menos, si se tiene en cuenta que España, el gran proveedor de forrajes de Europa, dispone como todo capital de 217.000 hectáreas dedicadas a la alfalfa. El jugador número uno sigue siendo Estados Unidos, que produjo el año pasado unos 2.200 millones de toneladas, de las cuales el 55% se exportan a China, un 21% a Japón y buena parte del resto se coloca en el mercado interno. Para este año, el negocio de la alfalfa en EE. UU. se espera que esté en torno a los 7.500 millones de dólares.

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