Bajo riego, la Patagonia alcanza rendimientos récord en maíz y trigo: los secretos de la chacra Vinpa
Con un maíz de hasta 17.500 kilos y trigo de 10.000 kilos, los valles de la Patagonia muestran un potencial inédito en el país.
Magalí Gutiérrez es ingeniera agrónoma, de Bahía Blanca, y desde 2014 trabaja con la chacra Valles Irrigados Norpatagónicos (Vinpa), la más austral del Sistema Chacras de la vanguardista Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid). Esta chacra se formó en 2012, cuando productores que habían desembarcado en los valles Medio e Inferior del Río Negro como inversores se toparon con un montón de problemáticas productivas que no lograban resolverse con los manuales de las zonas agrícolas tradicionales. Magalí fue durante siete años responsable técnica de desarrollo de la chacra, y hoy sigue trabajando en ella y otras dos, ya como coordinadora técnica zonal. Así logró conocer las fortalezas y debilidades de la producción en esas estepas naturalmente semidesérticas. Aquí habla de los rindes prácticamente récord que se obtienen bajo riego, de la generación de suelos que captan carbono y desarrollan biodiversidad, de los problemas de escala, infraestructura y desarrollo, de los residuos y la economía circular, entre otros temas que a todas luces la apasionan.
—Decís que en Patagonia no se hace agricultura regenerativa, sino generativa, ¿cómo es eso?
—Está muy de moda hablar de lo regenerativo, que supone reconstruir lo que se destruyó. No es el caso del Sur, donde los productores toman campos naturales de una zona semiárida, sin evolución ni materia orgánica, le ponen riego, agricultura, y los suelos evolucionan positivamente. En nuestra zona, el lote con más años de agricultura es el mejor que tenemos. De hecho, en la chacra tenemos suelos que los edafólogos catalogaban como no agrícolas. Y bueno, productores que tenían espalda y curiosidad avanzaron allí y se dieron cuenta de que respondían. El agua con la que se irriga es muy buena. Al cubrir esos suelos y meter raíces, el agua empieza a entrar, se lavan las sales, se genera cobertura, las raíces desencadenan actividad biológica, se generan nuevas raíces y empieza a aumentar el stock de materia orgánica en el suelo, y eso se va correspondiendo arriba con el incremento de rendimientos de los cultivos, que están cada vez más lindos y más parejos.
—¿Cuántos años, cuántas campañas demora un suelo en volverse viable allí?
—No tenemos un ensayo de distintas rotaciones para evaluar qué es lo que va más rápido, pero desde la experiencia hemos visto que suelos de barda, que son un poquito más benévolos, en dos o tres años ya tienen cultivos rentables. De los suelos de valle, los más complicados pueden tardar cuatro o cinco años quizá en despegar bien. Obviamente, cada campo, cada suelo tiene su realidad, pero aunque tarden un poquito más, los potenciales se terminan viendo.
—¿Cómo son los rendimientos en la zona?
—El potencial de Norpatagonia es alto, la zona tiene mucha radiación y buenas temperaturas. Hay que diferenciar rendimientos potenciales de máximos rendimientos alcanzables, es muy difícil ver el potencial cosechando 90 hectáreas de maíz o trigo. Una vez caracterizado el potencial, más o menos se sabe que a nivel del productor se puede aspirar a alcanzar el 70-75 %. Hoy, los potenciales en el valle superan las 20 toneladas en maíz, 12.000 kilos en trigo y 6.000 kilos en soja. A nivel de lote, con manejo optimizado, se han alcanzado 17.500 kilos de maíz, 10.000 de trigo y 5.500 de soja. Y en un nivel de manejo más típico del productor, se ven 13.000 a 14.000 kilos de maíz, 7.000 a 8.000 de trigo, y 4.000 a 5.000 de soja.
—¿Estos potenciales son los mayores del país?
—En maíz y trigo bajo riego estamos entre los mayores rendimientos potenciales del país. En maíz son comparables a los de Iowa, el centro del corn belt de Estados Unidos. En soja son altos, pero no de los más altos, porque tiene que acortar mucho la ventana y resigna un poco de potencial.
—¿Es posible hacer estos cultivos sin riego en la zona?
—Sin riego, los cultivos estivales (maíz, soja) rinden cero, no se pueden hacer. En la zona llueve unos 250 o 300 mm, quizás en Valle Inferior un poquito más, y aguas arriba un poquito menos, generalmente más concentrado en otoño y con mucha erraticidad. No podemos pensar cultivos de verano con un riego complementario, hay que prepararse para únicamente riego. Después, si viene algo de lluvias, buenísimo.
—¿Qué tipos de riego se utilizan?
—Hay dos, riego por manto, gravitacional, y riego por aspersión. El riego gravitacional generalmente requiere hacer una sistematización del terreno, canales, nivelar la tierra con pendiente para que avance el agua. En la actualidad, por lo menos en el grupo de productores con el que estamos trabajando, el foco está en crecer con aspersión, mediante equipos de riego por pivot que se colocan sobre el suelo sin provocarle gran disturbio y permiten un mejor manejo de la gran escala. El riego por manto en general se asocia con superficies más chicas y zonas costeras donde muchas veces es difícil meter un pivot.
—¿Es muy “marmolado” el suelo?
—Sí, el valle tiene dos grandes tipos de suelos: los de meseta o barda, y los de valle. Los suelos de barda, que no tienen tanta influencia del río, son más homogéneos, tienden a tener texturas un poco más gruesas, un poco más de arena, y son más parejos. Los suelos aluvionales, aledaños al río, son heterogéneos: en las crecidas, el río depositó lo que quiso y como quiso, hay partes que las cruza un meandro de arena, y al lado hay un suelo franco arcillo-limoso, por ejemplo. Manejar bien el riego permite disminuir el impacto de esta diferencia textural. La arena guarda menos el agua que el suelo con limo o arcilla, pero si un equipo está ahí arriba dando agüita cuando la tiene que dar, esa heterogeneidad disminuye mucho. Y mejora.
Los riesgos para la producción
—¿Las heladas limitan mucho la producción?
—Uno de los focos principales al comienzo fue entender en qué clima estábamos parados, porque había que posicionar los cultivos de la mejor manera posible. Fuimos caracterizando el período libre de heladas, y aprendimos que nos teníamos que ubicar desde fin de octubre hasta los primeros días de abril. Entonces, si hacíamos trigo, para no arriesgarnos mucho tenía que florecer en noviembre. Si hacíamos maíz, había que sembrar temprano, pero no tan temprano, porque si una helada te agarra con maicitos con cinco hojas podés perder las plantas. Al tener una menor ventana, también tenemos que usar ciclos un poco más cortos que en otras zonas.
—¿Qué ciclos se usan en maíz y soja?
—En líneas generales, si el maíz en la zona central tiene de 118 a 122 días de madurez relativa, en el valle tenemos que pensar en maíces de 114 a 118 días, que hagan todo su trabajo en menor tiempo. En soja es más vital todavía, hoy se están usando grupos 2,9 (de madurez temprana), que recién en estos últimos años salieron al mercado, porque grupos 3,0 o 3,5 nos quedaban largos. Así que la mejora en el rendimiento y la estabilización de ese rendimiento también vino de la mano de acortar un poquito los ciclos.
—Todo muy ajustado.
—Sí, comparado con la zona central, sí. Los potenciales de la zona son muy lindos, pero no tenés nada que te amortigüe. Si el manejo es optimizado y perfecto, sos feliz porque los rendimientos son espectaculares y rentables. Ahora, donde le pifiaste un poquito, no tenés una lluvia que te caiga oportuna, no tenés un suelo funcional con mucha materia orgánica que te cubra, nada.
—¿Las empresas semilleras se pusieron a desarrollar materiales para esta zona?
—Me encantaría decirte que sí, pero… A ver, el grupo suma unas 3.000 hectáreas de agricultura, todavía no es tan atractivo como mercado para invertir en investigación y desarrollo. Pero el valle se está desarrollando, no tengo dudas de que las empresas van a ganar presencia y generar materiales mejor adaptados.
—¿Qué potencial de crecimiento tiene esta producción bajo riego en Norpatagonia?
—Los valles de la zona tienen alrededor de 400.000 hectáreas potencialmente regables, según un estudio de la FAO de 2014. Eso sería un mercado a desarrollar espectacular. De ahí, hay zonas mejores, quizás algunas más prioritarias que otras; hay que discutir mucho el uso del agua y la eficiencia del uso del agua, pero desde ya que el valle puede crecer y mucho. Valle del Negro Muerto, por ejemplo, tiene 100.000 hectáreas, y no debe llegar a 1.000 de maíz en total, muy poco desarrollo, porque no tiene luz. Hoy se están viendo obras de infraestructura, de tendido de luz y mejoramiento de tendidos, en Río Negro y en el sur de la provincia de Buenos Aires. Eso está empujando el desarrollo, es muy prometedor en el corto plazo.
—¿Cómo es la rentabilidad en la zona? Porque darle al cultivo todo lo que requiere debe ser un costo alto.
—Acá el paquete de insumos siempre es pesado, siempre hay que meter mucha agua y mucho nitrógeno, aunque, a diferencia de otras zonas, no hay malezas complicadas, y generalmente es una zona bastante sana. Lo que tiene más peso en esta zona es la tecnología de procesos: que esté todo bien optimizado viene de la mano de cómo hacemos las cosas. Podés gastar una fortuna en nitrógeno, pero sembraste tarde o te faltaron 100 milímetros en enero y no se puede solucionar. Los productores de la chacra, todos de punta, ingenieros agrónomos que traían mucho conocimiento, decían “vinimos a revalidar el título”.
—¿Los desafíos en materia de manejo cambiaron mucho desde los comienzos hasta hoy?
—Y, arrancamos preguntándonos con cuánto nitrógeno teníamos que fertilizar el maíz y hoy ya la chacra está viendo fertilizaciones con micronutrientes, bioestimulantes, esto indica el avance. Respecto del riego, sabemos regar, tenemos caracterizados los requerimientos de agua total, los ritmos de consumo por día, por período, dónde tenemos que mantener siempre el nivel de agua del suelo en cada etapa para que el cultivo no sufra, pero a veces es difícil lograrlo en gran escala: una cosa es hacer el seguimiento de un pivot, y otra es manejar 18 pivots. Se necesita una cabeza que esté pendiente de eso, así como tenemos un agrónomo especializado en recorrer el cultivo y mirar enfermedades, o somos excelentes en regular las sembradoras, etc.
Producción a distintos tiempos
—¿Por dónde pasan las mayores complicaciones?
—La principal es que los sistemas no tienen un solo cultivo, se hace maíz, soja, horticultura ahora, todo en la misma campaña. Y los cultivos van demandando agua a distintos ritmos, que se cruzan con labores necesarias, y hay que saber ensamblar el riego, que está ahí atrás acompañando a todo ese circo. La diversidad de los sistemas productivos hace desafiante el manejo del agua a gran escala.
—La idea es no tener períodos improductivos.
—La idea es que la fábrica esté abierta todo el año. Acá en el Sur es un desafío, porque a partir del 15 de marzo, la radiación y la temperatura caen estrepitosamente, entonces es difícil, va todo más lento. Pero la idea es que siempre haya un cultivo activo, trabajando, para optimizar el ambiente.
—¿Se hacen en la zona cultivos de servicio?
—Sí. No sé si es generalizado en el valle, pero en el grupo de la chacra, la vicia villosa se usa mucho, al salir del trigo. Es la rotación agrícola que primero se instaló en la chacra: maíz, soja, trigo, vicia villosa y maíz. Inicialmente se pensó como un servicio para el maíz, porque proporciona cobertura, nitrógeno, y se nota en el rendimiento del cultivo posterior. Los campos que lograron sostenerla por mucho tiempo hacen además un aprovechamiento forrajero de la vicia, tiene un desarrollo tremendo.
—¿El maíz se hace tanto para grano como para aprovechar la planta entera como forraje?
—Sí, depende de los objetivos empresariales y analizar los números. El silo de planta entera es para transformarlo en carne. En esta zona, la producción de biomasa de planta verde es infernal. Infernal. Es un reactor nuclear de planta. Porque regás con sol, no se tiene que nublar para que haya agua. Tengo fotos con sojas que me llegan hasta el pecho, y soy bastante alta. Maíces también altísimos, todo es mucha planta.
—¿Y se aprovecha toda esa biomasa?
—Es una de las principales líneas de trabajo de la chacra, ver qué hacer con los residuos, porque con el frío no se degradan. En el maíz picado para silo no hay problemas porque se va la planta entera, pero cuando es para grano queda mucho rastrojo: si se cosechan 15.000 kilos de maíz, probablemente quede otro tanto de materia seca, y es complejo sembrar una soja con 20 a 30 cm de paja. La labranza no es una solución, hemos visto más complicaciones que soluciones. Los productores ganaderos le han buscado la vuelta con aprovechamiento para animales, así que la solución por ahora es aliviar los excesos de materia seca haciendo rollos con fines forrajeros. Esto fue una de las razones por las que entró la horticultura en muchos planteos que eran netamente agrícolas, porque hacen mucho laboreo de la tierra, que al fin y al cabo termina enterrando los rastrojos.
—¿Podrían usar esa biomasa residual para energía?
—Sí, ese es mi sueño. Hoy el contexto macroeconómico no está preparado, la escala del valle tampoco, no hay 30.000 hectáreas de maíz de alto rendimiento organizadas. Pero la bioenergía sería espectacular para cerrar la economía circular, para cubrir la energía que se usa para regar. Es un foco de trabajo de la chacra.
Beneficios para el medio ambiente
—Con tanta producción de plantas donde no había, ¿están haciendo mediciones con la mira en el mercado de bonos de carbono?
—Los productores tienen interés en los bonos de carbono. Hicimos mediciones de carbono en lo prístino, y tras siete años de agricultura, y hay una captura. No podemos generalizar porque estudiamos algunos casos, pero en un suelo se registró un 28 % más de materia orgánica. Ahora nos preguntamos si, una vez que arrancás a producir, se sigue incrementando; es lo que estamos evaluando ahora, con los sistemas estabilizados. También trabajamos con un biólogo del suelo, Luis Wall, que estudió la vida (es decir, la actividad de hongos, bacterias, enzimas, segmentos de ADN) del suelo prístino y del irrigado. Hay un trabajo publicado que muestra que la labranza cero, los cultivos de cobertura, las rotaciones de cultivos y el riego mejoraron no solo el contenido de materia orgánica sino también la biodiversidad del ecosistema del suelo, y por tanto, su fertilidad.
—¿Todas estas inversiones son de escala, o también pueden entrar producciones chicas?
—El valle no tiene todavía el paquete de servicios privados desarrollado, caés en muchas esperas y problemáticas productivas debido a la falta del servicio, y ahí se complica la cosa. Hoy en día, los proyectos que se instalan, se instalan con visión de cierta escala, para poder defenderse. La escala puede justificar tener maquinaria propia, o que sea atractivo para un cosechero venir de otra zona y dejar la máquina trabajando toda la campaña. También hay mucho servicio privado que se está capitalizando, porque no había cultura de agricultura, de commodities, entonces también la zona está aprendiendo a cosechar soja, a cosechar trigo. Es un proceso. Hoy la escala es un tema para instalarse. Creo que el día de mañana, cuando se desarrolle, va a haber posibilidades para todas las escalas.
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