Caída en la Confianza Agropecuaria: ¿Señal de estancamiento económico?
¿Por qué la confianza del agro argentino se desploma un 15% en 2025, frenando inversiones clave? Descubre cómo esto impacta la economía rural y las perspectivas futuras.
En el contexto de una economía argentina marcada por volatilidades persistentes, el último relevamiento del Ag Barometer Austral, elaborado por el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, arroja luces preocupantes sobre el sector agropecuario. Presentado en Rosario, durante la edición julio-agosto de 2025, el informe revela una contracción significativa en la confianza de los productores, con implicaciones directas para el crecimiento económico nacional.
Este barómetro, que mide percepciones y expectativas basadas en encuestas a más de 400 productores, no solo cuantifica el ánimo actual, sino que anticipa tendencias en inversión y producción, elementos cruciales para un país donde el agro representa cerca del 60% de las exportaciones.
El índice general de confianza retrocedió de 130 puntos en mayo a 127 en la medición reciente, acumulando un descenso del 15% interanual. Esta caída, aunque moderada en términos absolutos, refleja un cambio sensible en el ánimo inversor, exacerbado por factores macroeconómicos como la inflación persistente, la incertidumbre cambiaria y las fluctuaciones en los precios internacionales de commodities.
Desglosando el indicador, la baja se concentra en las “Condiciones presentes”, que descendieron de 94 a 89 puntos (-5%), capturando percepciones sobre rentabilidad actual, acceso al crédito y costos operativos. En contraste, las “Expectativas futuras” se mantuvieron estables en 153 puntos, sugiriendo que los productores aún vislumbran una recuperación a mediano plazo, posiblemente impulsada por mejoras en la política agrícola o en el contexto global.
Sin embargo, la señal más alarmante emerge en las expectativas de inversión en activos fijos. Este subíndice se derrumbó un 59% en apenas ocho meses, pasando de 112 puntos a fines de 2024 a solo 66 en la actualidad —el nivel más bajo desde el inicio de la serie en 2018—. Este colapso afecta directamente áreas críticas como la adquisición de maquinaria agrícola, ampliación de instalaciones y expansión de vientres en ganadería.
Para un sector que depende de la modernización tecnológica para competir globalmente, esta reticencia inversora podría traducirse en menor productividad y mayor vulnerabilidad a shocks climáticos, como sequías recurrentes en la Pampa Húmeda. Analíticamente, este fenómeno se alinea con modelos económicos como el de Tobin, donde la inversión se frena cuando el costo de oportunidad supera los retornos esperados, agravado aquí por tasas de interés elevadas y restricciones crediticias.
Otro aspecto revelador del informe es la gestión de stocks: el 76% de los agricultores retiene soja y maíz no vendidos, con un 30% sin fijar precios para más del 50% de su volumen almacenado. Esta estrategia de "hold" responde a expectativas de mejora en precios internacionales (29% de los casos), pero principalmente sirve para financiar la próxima campaña y cubrir alquileres (84%).
En términos económicos, esto indica una liquidez precaria, donde los productores optan por el grano como activo refugio en lugar de monetizarlo, potencialmente exacerbando presiones inflacionarias si los precios locales no se alinean con los globales. Comparado con años previos, como 2023, donde la retención era del 60%, este aumento sugiere una mayor aversión al riesgo, posiblemente influida por políticas fiscales que gravan las exportaciones.
Desde una perspectiva más amplia, esta erosión de confianza agropecuaria no es aislada. En un ecosistema económico interconectado, impacta cadenas de valor como la industria alimentaria y el transporte, y podría desacelerar el PIB agroindustrial, estimado en un 10% del total nacional. Para mitigar esto, políticas como incentivos fiscales a la inversión o estabilización cambiaria resultarían esenciales. No obstante, el informe subraya la resiliencia del sector: pese al pesimismo presente, las expectativas futuras estables apuntan a una posible reversión si se resuelven cuellos de botella regulatorios.
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