Patagonia

Hay un "reactor nuclear" en los campos del norte de la Patagonia

La agricultura bajo riego dispara la producción de biomasa y redefine el potencial productivo de la Patagonia.

En los campos del norte de la Patagonia, especialmente en aquellos ubicados más allá del Valle Medio del río Negro, “hay mucha radiación que, cuando metemos el riego al sistema, es básicamente un reactor nuclear de producir biomasa vegetal”. Quien así lo define es Magalí Gutiérrez, gerente técnica de Desarrollo del proyecto Chacra VINPA (Valles Irrigados del Norte Patagónico), luego de un “taller integrador” donde se compartieron las experiencias que se llevan adelante en los cuatro establecimientos incluidos en esta iniciativa: Kaita Ko, Chocorí, La Julia y El Carbón.

Luego de 14 años de iniciada la experiencia, que partió de un buen clima y de agua en cantidad y calidad, pero sobre suelos “un poco complicados”, se comenzaron a registrar algunos resultados determinantes, como haber logrado que suelos catalogados como “no agrícolas” sean hoy “funcionales”. Además, se plantean como desafío mantenerlos permeables, para evitar su tendencia a la compactación, y lograr una capa “productiva” de al menos un metro y medio de espesor, capaz de retener unos 200 milímetros de agua, algo determinante en los meses de mayor calor y evaporación, para que el agua sea suficiente para los cultivos.

En ese contexto, y luego de la evaluación de este año, el trigo asoma como el jugador determinante, según lo destacó Jorge Mazzieri, fundador del proyecto Chacra VINPA y con un destacado pasado en la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID).

“Desde el primer momento nos dimos cuenta de que, para que un cultivo genere una alta productividad y rentabilidad, tenía que tener un suelo funcional. Para hacer un suelo funcional, teníamos que estructurarlo para generar una conductividad hidráulica vertical, porque son suelos que se compactan por su textura fina y tienen resiliencia hacia la compactación”. Con esa meta trazada, y para lograr que la humedad penetrara más en el suelo, comprendieron que la tierra de sus campos “necesita estar permanentemente colonizada con sistemas radiculares”.

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El norte patagónico sorprende: radiación, riego y raíces crean un ecosistema altamente productivo.  

El norte patagónico sorprende: radiación, riego y raíces crean un ecosistema altamente productivo.

Se comenzó a trabajar con cultivos como la vicia y el trigo, y, según Mazzieri, el trigo “por su distancia entre líneas y por la cantidad de plantas por metro cuadrado, es el formador de suelo por excelencia en cuanto al aporte de carbono, la profundidad y el tipo de colonización del suelo; y con láminas chicas de riego logramos este objetivo”.

Define a este cultivo como “un verdadero cincel biológico”, por su sistema de raíces que impide la compactación. Luego entra la Vicia villosa, un cultivo forrajero de cobertura, y es “el cultivo por excelencia como fijador de nitrógeno, pero no menor en cuanto a la colonización del suelo, aunque de manera distinta al trigo”.

Una de las premisas es “generar un suelo de, por lo menos, un metro y medio de profundidad”, que tenga la capacidad de almacenar “mínimamente un milímetro y medio por centímetro de espesor, lo que sería acumular 200 milímetros de agua en el perfil”.

En esta zona (los campos están entre General Conesa y Guardia Mitre), el régimen de lluvias es de unos 250 milímetros al año y, con alta evaporación, los equipos de riego no dan abasto para atender la demanda de los cultivos.

Por eso, los protagonistas de esta experiencia tienen la esperanza de que, con mejores suelos, con el tiempo vayan disminuyendo los requerimientos de agua de los distintos cultivos, según se desprende de un informe publicado por AAPRESID en sus redes sociales.

“Para atender la demanda en su máximo momento (que en trigo puede ser en noviembre y diciembre, y en maíz y soja entre enero y marzo), no alcanzamos con la pluviometría que tienen los equipos de riego, que están diseñados para láminas de catorce milímetros”, dice este productor.

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La combinación de radiación y riego convierte a la región en una fábrica desbordante de biomasa vegetal.  

La combinación de radiación y riego convierte a la región en una fábrica desbordante de biomasa vegetal.

Es por eso que surge la necesidad de “preparar un suelo para subsidiar el agua aplicada por riego”. Y el punto de partida ha sido un suelo “formado a lo largo de muchos miles de años en un clima árido”, y que además “se compacta por su textura fina y tiene resiliencia hacia la compactación”.

Gutiérrez explicó que se llega a esos suelos funcionales “luego de transitar cierta cantidad de años de agricultura”, para lo cual es necesario “estar muy atentos minuto a minuto, desde el inicio de ese suelo hacia la productividad”.

Pero lo que la tierra no dio en sus inicios, por su baja carga de materia orgánica, parece compensarlo el clima y el agua: “Todo lo que es producción de biomasa en este ambiente es exagerado. O sea, hay mucha radiación que, cuando metemos el riego al sistema, es básicamente un reactor nuclear de producir biomasa vegetal, que muchas veces luego se complica digerir”. Por ese motivo, uno de los planteos actuales es poner el foco en “tratar de ver cómo ensamblamos los cultivos en el tiempo de manera correcta, para que los residuos de un cultivo no perjudiquen la performance del siguiente. Ese es el principal objetivo hoy en día”.

Aquí también comienza a jugar el paso del tiempo, porque “seguir sumando años de agricultura va a permitir que los residuos se vayan degradando cada vez con más rapidez”.

Rindes

Mazzieri se mostró conforme con los rindes que se vienen obteniendo tanto en trigo como en soja y maíz. A su criterio, “los resultados que estamos teniendo son muy buenos en términos de productividad. Estamos obteniendo soja de cuatro toneladas o cuatro toneladas y media; en trigo alcanzamos las diez toneladas y en maíz entre doce y quince toneladas por hectárea”. Y acotó: “De no haber construido suelo, de no haber fijado nuestras prioridades en la conductividad hidráulica, en la funcionalidad de nuestro suelo, no podríamos haber alcanzado los resultados que tenemos hoy”.

Por su parte, la agrónoma que coordina la labor de varios técnicos en la zona destacó que “en la actualidad nos estamos enfocando en el ajuste del manejo del agua, en el ajuste del manejo de cultivos y en el desarrollo de los suelos, todo con el gran objetivo de tratar de ser sustentables tanto ambiental como económicamente, para que estos proyectos subsistan a largo plazo”.

Y sintetiza lo ocurrido con esta experiencia a lo largo de los años: “Hemos despertado algo que ahora hay que atender. Y cuando uno tiene la certeza de que puede lograrlo, ahora hay que lograrlo siempre”.

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La ciencia de los suelos y el riego eficiente desatan un potencial biológico inesperado en la región.  

La ciencia de los suelos y el riego eficiente desatan un potencial biológico inesperado en la región.

Mazzieri coincide al afirmar que “la búsqueda ahora es sostener la rotación, porque son suelos muy resilientes, y teniendo agua en cantidad y calidad, debemos mantener este paradigma de ‘siempre vivo, siempre verde’”.

Así, partiendo de la rotación y la generación de suelos más profundos, con mayor capacidad de retener humedad, “tal vez esa funcionalidad permita ahorrar lámina aplicada. Hoy son láminas muy altas, pero tal vez con el paso del tiempo podamos bajar la lámina aplicada aumentando los niveles de carbono en el suelo, los niveles de materia orgánica, haciendo suelos más mullidos y de más fácil infiltración”.

Como conclusión, este pionero de la ampliación de la frontera productiva de Río Negro aseguró que “logramos hacer funcionales esos suelos para sostener cultivos de alta renta, como el trigo, el maíz y la soja, que son sustentables junto a otros cultivos en la rotación, de manera ambiental, con balance de carbono positivo y generando en la sociedad lo que se llama sustentabilidad social”.

Fuente: Redacción +P.

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