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Desierto de Atacama: agricultores transforman tierras áridas con IA y microalgas

¿Puede la IA revivir tierras muertas por el cobre en el desierto más seco del mundo? En Atacama, agricultores chilenos ya lo logran con microalgas.

En el Desierto de Atacama, el lugar más árido del planeta con menos de 1 mm de lluvia anual, un grupo de agricultores chilenos está desafiando las leyes de la naturaleza. Apoyados por inteligencia artificial (IA) y biotecnología innovadora, transforman suelos áridos y metalíferos —contaminados por décadas de extracción minera de cobre— en terrenos fértiles capaces de producir cultivos como quinoa, hortalizas y forrajes. Este esfuerzo, liderado por la Universidad de Antofagasta y financiado por el gobierno chileno, representa un hito en la agricultura regenerativa en zonas extremas, donde el 90 % del suelo está degradado por sales y metales pesados como el cobre, arsénico y plomo.

El proyecto, bautizado como "Atacama Verde", combina sensores IoT, algoritmos de machine learning y cultivos de microalgas para restaurar más de 5.000 hectáreas en la Región de Antofagasta desde 2023. Según datos del Ministerio de Agricultura de Chile, esta iniciativa podría aumentar la producción agrícola local en un 40 % para 2030, beneficiando a comunidades indígenas atacameñas que dependen de la agricultura de subsistencia.

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Cómo la IA y las microalgas trabajan en tándem

La clave del éxito radica en un sistema integrado que utiliza IA para monitoreo en tiempo real. Drones equipados con cámaras multiespectrales y sensores de suelo recolectan datos sobre humedad, pH, niveles de metales pesados y nutrientes cada 24 horas. Estos datos se procesan mediante algoritmos de deep learning desarrollados por el Centro de Innovación en Agricultura Desértica (CIAD), que predicen con una precisión del 95 % el momento óptimo para intervenciones.

Por ejemplo, la IA identifica zonas con concentraciones de cobre superiores a 500 mg/kg —niveles tóxicos que inhiben el crecimiento vegetal— y recomienda la siembra de microalgas como Spirulina platensis y Chlorella vulgaris. Estas microorganismos, tolerantes a la salinidad extrema (hasta 50 g/L de NaCl), actúan como bioadsorbentes naturales: absorben metales pesados mediante biosorción, reduciendo su concentración en el suelo hasta en un 70 % en solo seis meses. Una vez "limpias", las microalgas se convierten en biofertilizantes ricos en nitrógeno (hasta 10 %) y fósforo, que enriquecen el suelo y promueven la micorriza natural.

Los agricultores, como Juan Rojas, un productor de Calama, relatan en entrevistas cómo instalaron kits de IA por menos de $2.000 USD por hectárea, accesibles gracias a subsidios estatales. "Antes, el desierto nos robaba todo; ahora, la máquina nos dice exactamente cuándo regar con agua desalinizada del Pacífico, ahorrando un 60 % en consumo hídrico", explica Rojas. El riego se basa en nanoburbujas de oxígeno generadas por IA, que mejoran la absorción de agua en suelos con permeabilidad inferior al 10 %.

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IA predice con 95 % precisión: microalgas limpian cobre en suelos tóxicos de Atacama.

IA predice con 95 % precisión: microalgas limpian cobre en suelos tóxicos de Atacama.

Desafíos en un ecosistema hostil

A pesar de los avances, los obstáculos son formidables. El cambio climático ha intensificado las sequías, con temperaturas que superan los 40 °C durante 200 días al año, y la contaminación minera afecta a más de 100.000 hectáreas en Antofagasta. Las comunidades enfrentan riesgos sanitarios por metales en el agua subterránea, con niveles de arsénico que exceden los 0,01 mg/L permitidos por la OMS en un 80 % de las fuentes locales.

Además, la adopción de IA requiere capacitación: solo el 30 % de los pequeños agricultores (fincas menores a 50 hectáreas) domina las apps móviles para interpretación de datos. El proyecto aborda esto con talleres del INDAP (Instituto de Desarrollo Agropecuario), pero expertos como la Dra. María López, del CIAD, advierten: "La IA es poderosa, pero sin equidad social, podría agravar desigualdades".

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De 0,5 a 2,5 t/ha: quinoa florece en desierto con biofertilizantes de algas.

De 0,5 a 2,5 t/ha: quinoa florece en desierto con biofertilizantes de algas.

Impactos transformadores: de la degradación a la sostenibilidad

Los resultados son prometedores. En parcelas piloto, la productividad de quinoa ha pasado de 0,5 t/ha a 2,5 t/ha, un salto del 400 %, mientras que la biodiversidad del suelo —medida por índices de bacterias fijadoras de nitrógeno— ha aumentado un 150 %. Económicamente, genera ingresos extras por venta de microalgas procesadas como superalimento, con un mercado proyectado en $50 millones USD anuales para Chile. Ambientalmente, reduce la erosión eólica en un 55 %, previniendo la desertificación que amenaza al 20 % de la Patagonia chilena.

Este modelo no solo empodera a 1.200 familias indígenas atacameñas, sino que inspira réplicas en desiertos globales como el de Sonora (México) o el Gobi (China). Organismos como la FAO lo destacan como ejemplo de agricultura 4.0 en zonas áridas.

La transformación de tierras áridas y metalíferas en suelos fértiles en el Desierto de Atacama demuestra que la IA no es solo herramienta tecnológica, sino aliada ecológica. Mientras el mundo enfrenta la crisis climática, estos agricultores chilenos prueban que la innovación local puede convertir desiertos en fuentes de vida. El desafío ahora es escalar: con apoyo gubernamental, "Atacama Verde" podría restaurar 50.000 hectáreas para 2035, asegurando soberanía alimentaria en uno de los rincones más inhóspitos del planeta.

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