La historia de 'Los Grobo', los reyes de la soja en la tormenta económica de Argentina
La historia de una familia que dio forma a un gigante agropecuario que supo ser sinónimo de éxito y ahora lucha por sobrevivir.
La saga de Los Grobo comienza en 1910, cuando Abraham Grobocopatel, un inmigrante sordo de Besarabia (actual Moldavia), llega a Argentina huyendo de la pobreza y el antisemitismo en la Rusia imperial. Instalado en Moctezuma (Buenos Aires), con solo 15 hectáreas otorgadas por la Jewish Colonization Association, Abraham y su familia inician una vida de trabajo arduo en el campo. Así, de la Rusia imperial a las pampas argentinas, fue la génesis de Los Grobo en nuestro país.
Su hijo Bernardo, nacido en 1905, asume el liderazgo temprano, trabajando como contratista rural y produciendo pasto seco para forraje en Carlos Casares. En 1933, Bernardo se casa con Paulina Seltzer, y juntos crían a Samuel (Lito), Adolfo y Jorge, quienes se incorporan al negocio familiar en la década de 1950.
Tras la muerte de Bernardo en 1967, los hermanos dividen operaciones en 1979, y Adolfo funda Los Grobo Agropecuaria S.A. en 1984. Con apenas 3.500 hectáreas, cuatro empleados, un camión y un silo de 1.000 toneladas, se sentaban las bases del imperio. El enfoque inicial: producción de granos (trigo, maíz, girasol y la emergente soja), ganadería y servicios de acopio.
Bernardo Grobocopatel (4º desde la der.) frente a una trilladora o desgranadora de trigo. Foto: "Los Grobo 25 años imaginando y construyendo el futuro".
El rey de la soja
Gustavo Grobocopatel, hijo de Adolfo y egresado de agronomía en la UBA, se une en 1983, introduciendo innovaciones como la siembra directa y cercas eléctricas, que duplican la productividad cárnica de 200 a 400 kg/ha en un año.
Esta etapa fundacional, marcada por la resiliencia familiar, sienta las bases para un modelo de negocio único: no poseer tierra ni maquinaria, sino coordinar redes de productores asociados y proveedores, enfatizando el conocimiento compartido y la sostenibilidad. Ese fue el comienzo de la gestión del “Rey de la soja”.
Enfardando el primer corte de primavera, base del negocio familiar por esos años. Foto: "Los Grobo 25 años imaginando y construyendo el futuro".
El auge de los 90
Los años 90, bajo la convertibilidad peso-dólar de Domingo Cavallo, impulsan un "efervescencia" en el agro argentino. Los Grobo capitaliza esto expandiéndose horizontalmente: de 15.000 hectáreas sembradas en 1992/93 a 30.000 en 1993/94 y 75.000 en 1994/95, un "número mágico" logrado con un equipo familiar equipado con pickups, radios y faxes.
Por aquellos días se implementa el modelo de red, coordinando 10.000 pymes (proveedores, clientes). Innovaciones clave incluyen la adopción total de siembra directa (100% de áreas sembradas para 1991/92), liderazgo en concursos de rendimiento de girasol y hedging en el Matba (7% de cuota de mercado, 250.000 toneladas/mes).
Se abren sucursales en Pehuajó (1991), Salliqueló y Henderson, y se construyen plantas de almacenamiento como la de Guaminí (37.000 toneladas, inaugurada en 2000). El avance del rey es tan poderoso que, alla por 1998, Adolfo recibe el Premio Konex, y la empresa obtiene ISO 9001.
La división de insumos inicia en 1992, alcanzando US$60 millones en facturación para 2007/08 (50% fertilizantes, 25% agroquímicos, 20% semillas). Para 1997, manejan más de 80.000 hectáreas arrendadas, 14.000 propias y 3.700 en acuerdos, consolidándose como un "multinacional de bolsillo".
Y las transformaciones siguen. Gustavo asume como CEO en 2001, impulsando la reconfiguración en holding (Los Grobo Inversora SA) para acceder a mercados de capitales.
La crisis argentina de 2001 pone a prueba la resiliencia. Foto: losgrobo.com
La internacionalización y el pico de éxito
La crisis argentina de 2001 pone a prueba la resiliencia: transacciones de granos caen de 23,6 millones de toneladas en 2000 a 0,8 millones en 2002, recuperándose a 17,8 millones en 2007. Mediante negociaciones éticas con Aapresid y Aacrea, evitan defaults masivos. Se diversifican: adquieren Molinos Cánepa (2005, cuarta molinera de trigo), UPJ SA (2007, silos en Tandil) y entran en biotecnología con Bioceres (2001).
La expansión regional arranca en Uruguay (2003, ADP con 75.000 toneladas de almacenamiento, 70.000 ha sembradas para 2008/09), Paraguay (2005, 22.000 ha) y Brasil (2008, vía Ceagro y Sementes Selecta, 520.000 toneladas/año). En 2016, la IFC invierte en equity, y en 2018, Victoria Capital Partners adquiere 75% por US$100 millones. Para 2021, levantan US$34 millones en deuda. El grupo maneja 220.000 hectáreas, con más de 600 empleados, posicionándose como líder en producción y comercialización de granos en Latinoamérica.
Gustavo, apodado "Rey de la Soja", simboliza este pico, controlando 24% de acciones con su hermana Matilde hasta su renuncia en 2020.
La crisis no es solo financiera, sino que refleja vulnerabilidades estructurales en la agroindustria. Foto: losgrobo.com
La crisis actual
El declive inicia en diciembre de 2024, cuando Los Grobo Agropecuaria y su subsidiaria Agrofina anuncian default en alrededor de US$400 millones de deuda, incluyendo US$390 millones detallados en planes de reestructuración con Amaggi. Cheques rebotados y fallos en pagos de préstamos respaldados por granos desencadenan acusaciones de desmantelamiento de activos por parte de agricultores.
En febrero de este año, declaran quiebra, reportando patrimonio neto negativo e ingresos de AR$318 millones en el segundo semestre de 2024, pero ahogados por altos costos operativos y financieros. La deuda total se estima en US$207 millones en algunos reportes, exponiendo riesgos sistémicos en el sector agropecuario argentino.
Perspectivas futuras: ¿Resurgimiento o fin de una era?
A pesar del colapso, Los Grobo busca salvataje mediante alianzas y reestructuraciones. Sin embargo, con defaults corporativos acumulándose en Argentina —como en Red Surcos—, los analistas aseguran que el futuro depende de la estabilización macroeconómica.
Esta historia, de ascenso inmigrante a imperio sojero y caída abrupta, ilustra las volatilidades del agro en economías emergentes, recordándonos que muchas veces la innovación debe ir de la mano con la resiliencia financiera.
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