Crecimiento

Se viene el crecimiento vertical

Ya no es posible seguir produciendo como en el siglo pasado. El crecimiento va de la mano de la alta tecnología que se impone a nivel mundial.

Bastante por convicción, pero también por necesidad, Argentina comienza a asistir a una nueva ola de concentración productiva parecida, tal vez, a la de los '90, pero que específicamente en el campo, agrega los nuevos componentes que imponen el crecimiento exponencial de la tecnología, y los temas ambientales que le están “cambiando la cara” a los negocios. En el plano local, la disminución sostenida de la inflación también obligará a cambios drásticos en muchas empresas, ya que tanto las ineficiencias como los sobrecostos que “licuaba” la inflación, comienzan a quedar ahora en evidencia.

Y no se trata solamente de aquellos que, acostumbrados a jugar al límite, ante cualquier cambio económico estructural, suelen quedar rápidamente en descubierto, como se conoció el caso de algunas empresas sobre fin de año; o aquellas que le erraron en los pronósticos y calcularon precios de los granos muy superiores a los actuales, o un dólar bastante por encima del nivel que alcanzó, además de la inflación, claro está.

Se trata de “todo” el sistema productivo que deberá cambiar, cuanto antes mejor, a pesar de la resistencia de algunos, y de la imposibilidad material de otros. Por supuesto que en la medida que el Gobierno entienda la urgencia (y la necesidad), será más fácil y menos cruenta la transformación que forzosamente se va a imponer.

Es que ya no es posible seguir produciendo como en el siglo pasado. La alta tecnología se impone a nivel mundial, la mayor escala, el aprovechamiento integral de productos y subproductos, la incorporación de más proceso (en el propio campo), y más cuidado ambiental, son solo algunas de las herramientas, muchas de las cuales, en general, son bien conocidas por los productores, aunque las limitaciones económicas y financieras impiden su adopción más generalizada. Esta es la causa principal de la brecha productiva que se produjo respecto al resto de los países de la región que impulsaron crecimientos significativos en lo que va de este siglo, mientras que Argentina sigue estancada.

Tampoco se entiende muy bien porque la mono visión de muchos funcionarios de intentar inversiones “solo” en sectores como el automotriz (con beneficios/reintegros hasta en el tipo de cambio), y que en realidad son solo “líneas de montaje”, de U$S 500-600 millones; o más recientemente en desarrollos de energías fósiles (petróleo y gas) como el caso de Vaca Muerta, que sin duda es importante, pero que requiere de capitales muy grandes y un desarrollo de infraestructura que va desde rutas, aeropuertos, caminos, puerto, viviendas, etc., para llegar a expresar su verdadero potencial productivo en unos años; cuando el campo “ya” invierte anualmente más de U$S 15.000 millones, es el principal exportador, y encima, tiene un diferencial negativo en el tipo de cambio debido a las retenciones que impiden salir del estancamiento. ¿No lo saben?, ¿no lo ven?, o ¿no lo quieren ver?

De todos modos, si se mantiene la estabilidad económica, desaparece la brecha con el tipo de cambio, se siguen removiendo restricciones y trámites burocráticos que solo encarecen la producción restándole competitividad; los avances se van a ir dando igual, aunque a un ritmo muy inferior al que sería posible, y al que el país necesita. Sin embargo, ante esto se presentan dos problemas que, hasta el momento, no están siendo tenidos en cuenta ni por el Gobierno, ni por la dirigencia del propio sector.

El primero es la urgente necesidad de infraestructura acorde para mover volúmenes mayores, y hasta para sacar la producción de los campos con caminos que, mayoritariamente, son de tierra, y mal conservados por los municipios.

El reciente anuncio de la nueva licitación para la Hidrovía, y la probable salida para la adjudicación de, al menos, tres ramales de cargas (el Belgrano Cargas, el San Martín y el Urquiza), son señales en el buen sentido, pero absolutamente insuficientes todavía. Falta más energía, conectividad, comunicaciones, aduanas, salidas tal Pacífico, interconexión de rutas y ramales, etc.

Y casi tan importante como esto, es que la lógica, y necesaria, tendencia a la concentración en la producciones extensivas de materias primas, puede terminar con la expulsión de cantidad de productores chicos y medianos, como ocurrió ya en los '90, por falta de programas adecuados para guiar y ayudar a “arrancar” a establecimientos que pueden, perfectamente, encarar producciones más específicas, intensivas, o conformar núcleos de productores que provean a pequeñas o grandes alimentarias con productos intermedios.

Todo aquello que requiere, casi, un trabajo artesanal y el “ojo del amo”. La fruticultura es un caso claro, también la horticultura, las flores, piscicultura, miel, especies, viveros, frutas finas, exóticas, pasturas para esencias, etc. donde las normas del extensivo no sirven, pero que permitirían aprovechar una mano de obra muy calificada, y salida laboral con más proceso y agregación de valor, prácticamente en todo el país.

Para hacerlo, sin embargo, todavía falta la visión estratégica país que se pretende, y obrar en consecuencia y no en forma dispersa. ¿Se busca desarrollar el país en forma más pareja, o que se vuelva a dar un éxodo del interior hacia las grandes urbes como a mediados del siglo pasado cuando la “onda industrial” mal entendida consideró a la producción de alimentos y a las zonas rurales como un sector secundario?. Y todavía hay algunos que lo creen así, a pesar de las pruebas en contrario.

Europa se equivocó, y hoy enfrenta graves problemas, y costos casi imposibles de afrontar para “sacar” gente de las atiborradas ciudades y que vuelvan a las zonas rurales. Y eso que, al revés de la Argentina, la Unión Europea lleva más de 75 años subsidiando al sector agropecuario, y el desarrollo en las zonas rurales en salud, educación, comunicaciones, o infraestructura, es equivalente al de cualquier ciudad importante.

Argentina se equivocó en los '90 o, en realidad, no completó sus programas (que los había) como para evitar la desaparición de miles de productores, un drenaje que no se suspendió desde entonces, y que ahora se podría volver a intensificar si no se prevén los daños socio-políticos, urbanísticos y ambientales antes de que ocurran. Después ya será tarde.

Ahora la moneda esta en el aire.

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