Cien días de historia y un mundo por delante
Se cumplieron los primeros cien días de la gestión de Javier Milei y proponemos hacer foco en la política económica, sus objetivos, sus ganadores y sus perdedores.
Mientras que el análisis de la política económica despierta en la sociedad distintos juicios valorativos, según convicciones ideológicas o simplemente intereses particulares, en Argentina la discusión se enmarca en una frontera que divide a los ciudadanos entre quienes están a favor y en contra de determinados proyectos, conductas y personajes de las opciones políticas que se enfrentan por el favor del electorado.
Dejaremos de lado por un instante la historia contrafáctica y opositor -sintetizada en la tan escuchada frase de qué hubiera pasado si hubiesen ganado los otros- centrándonos en el análisis de la política económica del gobierno actual. Proponemos focalizarnos específicamente en las ideas que la promueven, los objetivos que se persiguen y los instrumentos que se utilizan, a cien días de su asunción.
Una estrategia clara
Milei ha tenido desde el inicio de su gestión una clara definición sobre su opción por el libre mercado y el ocaso de la presencia estatal. Por otro lado, lo que lo destaca en la adopción de este pensamiento es su inclinación intolerante, extremista y exaltada, a negar que en la sociedad existe el derecho legítimo y reconocido a pensar diferente, y que la confrontación de ideas es propia de cualquier sociedad democrática.
En este sentido su estrategia es clara: todo aquel que piense diferente es un representante de la decadencia argentina, parásito del Estado o miembro de “la casta”.
Su alusión al populismo le es útil para lo que tal término vino a sembrar en la discusión política latinoamericana, dado que para enfrentar esa tendencia supuestamente formada por personas que viven gratis del que trabaja, hay que convocar a la “gente de bien” a la creación de una opción política alternativa.
“No hay sociedad”
En lo que respecta a su ideología económica, la expresión de su admiración por una escuela de pensamiento a su vez liberal en lo económico y conservadora en lo social, conocida por su adhesión al individualismo extremo, se resume en la frase de su admirada exprimera ministra británica, Margaret Thatcher, cuando afirmó: "No hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres y hay familias".
No hay tal cosa como la sociedad para Milei. No hay necesidad de educación pública, ni salud pública, ni obra pública. No son necesarias las políticas de apoyo a los pequeños agricultores, ni sostener las universidades, organismos científicos, no hace falta ciencia ni conocimiento.
Cuatro objetivos
Sus medidas de política económica apuntan a cuatro objetivos principales: reducción de la inflación, liberalización de los mercados, desregulación de las actividades económicas, privatización de la acción estatal.
La reducción de la inflación es el objetivo principal de corto plazo; los restantes forman parte de los textos que conforman el DNU y la Ley Ómnibus, que sustituyen leyes por decretos. Es decir, que a diferencia de otras tentativas liberales que se vivieron en el país (Carlos Menem, Domingo Cavallo, Mauricio Macri), este gobierno ha acelerado los tiempos y los modos.
Las medidas económicas del gobierno están dirigidas a obtener prontos resultados en la reducción de la alta y creciente inflación heredada del gobierno saliente. Es el objetivo principal y excluyente.
Todos los países han conocido períodos inflacionarios, pero pocos conocen la reiteración de situaciones persistentes de alta inflación e hiperinflación como ha vivido Argentina.
La inflación, fenómeno monetario
El diagnóstico mileista de la inflación es simple: si el Estado tiene déficit y éste se financia con emisión monetaria, todo conducirá a generar inflación por la conducta irresponsable de los políticos. De esto, los economistas en el gobierno y sus asesores externos concluyen que la inflación es siempre un fenómeno monetario provocado por el exceso de dinero circulante, y que el remedio es reducir la cantidad de billetes en circulación.
Pero el dinero tiene un valor más allá del que está impreso en cada unidad monetaria, dado que para cualquier persona o empresa lo importante es la cantidad de bienes y servicios que le permite adquirir, su poder real de compra.
La inflación operada durante el gobierno actual, que hace disminuir la cantidad real de dinero, y la reducción del gasto público son las herramientas definidas por el gobierno como el camino más rápido para disminuir la inflación. Esto significa quitarle poder adquisitivo a las personas, sin reponerle los ingresos que pierden en el camino, como es el caso de jubilados.
Un esfuerzo vano
¿Quiénes son los que pierden en este camino? Aquellos que hoy están adquirendo menos productos con sus ingresos ante el aumento de la inflación.
Quienes ganan son aquellas empresas que en el corto plazo generan mayores ingresos aumentando sus precios, hasta que los niveles de consumo pongan en duda si tal estrategia es posible de ser mantenida o deberán ajustar sus niveles de producción, dado que difícilmente estén pensando en iniciar un proceso de reducción de precios.
El efecto de la pérdida del poder adquisitivo de la sociedad es un inductor de menores ventas, que se trasladan a un menor nivel de producción por parte los fabricantes y la disminución de los planteles laborales.
Así, la existencia de capacidad instalada que no está siendo utilizada desincentiva cualquier proyecto de inversión, excepto que las exportaciones sean el destino de sus ventas.
La actual política económica demuestra que los simplistas del discurso económico, que equiparan el cálculo de un presupuesto hogareño a la política económica de un gobierno, esconden que las decisiones gubernamentales deberían observar que las consecuencias de sus acciones en el campo económico no afecten de manera inequitativa a los sectores sociales con menor capacidad de sostener las consecuencias desfavorable de la pérdida de poder adquisitivo sobre su nivel de vida. Pero pedirle a Milei y sus adláteres que contemplen los efectos de sus políticas sobre la sociedad en su conjunto, es un esfuerzo en vano.
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