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Debate abierto: la tragedia educativa y su correlato en el mundo del trabajo

¿Cuáles son las expectativas y en las trayectorias educativas y laborales de los jóvenes en Argentina tras finalizar la escuela? Según un estudio privado, 8 de cada 10 jóvenes quieren seguir estudiando tras la secundaria, pero solo la mitad lo hace.

La educación parece estar comenzando a instalarse en la agenda pública. Desde el gobierno de Javier Milei se hace foco en el Plan Nacional de Alfabetización, el tema se coló en el Pacto de Mayo y trascendió que el flamante ministro Federico Sturzenegger impulsará una (bastante amplia) reforma educativa en su llamada “Ley hojarasca”. Todo suena a un punto de partida interesante en tiempos en los que los indicadores educativos son bastante decepcionantes.

Hablando de indicadores preocupantes, por estos días la ONG Argentinos por la Educación difundió un estudio que suma números a la tragedia educativa de Argentina. “Hay grandes disparidades de expectativas y de oportunidades educativas y laborales para los jóvenes de distintos niveles socioeconómicos. En la franja etaria de 19 a 25 años, el 38% estudia y el 38% trabaja. A esa edad, el 26% de los argentinos no terminaron la escuela”, comienza el informe.

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Los datos son una enorme bandera de alerta. En el último año de secundaria, el 85% de los estudiantes afirma que planea seguir estudiando y el 65% dice que quiere trabajar luego de terminar la escuela. Sin embargo, muchos no logran concretar esos planes: entre los jóvenes de 19 a 25 años, solo 4 de cada 10 (38%) estudian y 4 de cada 10 (38%) trabajan, habiendo terminado la secundaria.

Los datos surgen del informe “Educación y trabajo: expectativa y realidad de jóvenes en Argentina”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Mario Oporto (Universidad Nacional de Luján), Flavia Ferrari Inchauspe y Eugenia Orlicki (Observatorio de Argentinos por la Educación). El documento indaga en las expectativas y en las trayectorias educativas y laborales de los jóvenes en Argentina tras finalizar la escuela.

Para dimensionar las expectativas, se utilizaron las respuestas de los alumnos del último año de secundaria a los cuestionarios complementarios de las pruebas Aprender 2022. Para relevar las trayectorias educativas y laborales de los jóvenes de 19 a 25 años, se tomaron los datos de la Encuesta Permanente de Hogares de 2023.

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Grandes expectativas, pero…

En Argentina, los jóvenes que se encuentran en el último año de secundaria expresan altas expectativas de continuar sus estudios. El 33% del total de los alumnos del último año de secundaria planea solo estudiar, el 52% estudiar y trabajar, el 12% solo trabajar y el 3% tiene otros proyectos: en total, el 85% planea estudiar y el 65% trabajar.

Sin embargo, entre los jóvenes de 19 a 25 años, solo 3 de cada 4 (74%) terminaron la escuela secundaria. En esa franja etaria, hay un 25% de jóvenes que se dedica solo a estudiar, un 13% que trabaja y estudia, un 25% que solo trabaja y un 12% que no trabaja ni estudia. Esto implica que sólo 4 de cada 10 jóvenes (38%) de 19 a 25 años continúan sus estudios tras finalizar la escuela secundaria.

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"Es la economía"

Previsiblemente el contexto de crisis socioeconómica sistémica no ayuda, Argentina no crece desde hace décadas y esta realidad se traduce en el día a día con indicadores como los que estamos enumerando.

De hecho, las oportunidades educativas y laborales se ven marcadas por los recursos económicos. Entre los jóvenes del decil más alto, son más los que logran concretar sus expectativas: el 51% se dedica a estudiar (el 27% solo estudia y el 24% también trabaja), mientras que el 68% trabaja (41% solo trabaja, y 27% trabaja y estudia en el nivel superior). En cambio, en los sectores más bajos, el porcentaje de quienes siguen estudiando disminuye a 21%: el 19% solo estudia y el 2% también trabaja, mientras que un 12% solo trabaja.

“A pesar de las dificultades, en el decil más pobre, el 72% de los estudiantes de último año de secundaria aspira a seguir estudios superiores. Comparando con el decil más rico, un porcentaje similar busca combinar estudios con trabajo, acorde con la tendencia global. Sin embargo, la realidad de los jóvenes de 19 a 25 años con secundario completo en ambos extremos de la distribución es muy diferente. Dado que la combinación de trabajo y estudio a nivel superior es cada vez más prevalente, resulta lógico reconsiderar el papel de la integración de pasantías y prácticas laborales remuneradas en los programas académicos para mitigar estas desigualdades y satisfacer las expectativas de todos los estudiantes”, analiza Soledad Giardili, profesora e investigadora de la Universidad de Edimburgo.

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Educación y trabajo

La probabilidad de que los jóvenes accedan a trabajos de calidad es considerablemente mayor entre quienes terminaron el nivel secundario y en los deciles más altos. El 13% de los jóvenes de entre 19 y 25 años tiene un empleo de calidad (entendido como un trabajo de más de 30 horas semanales y con descuento jubilatorio) cuando termina la secundaria. En tanto, los ocupados en empleos de calidad con secundario incompleto son sólo el 2% de los jóvenes de 19 a 25 años. Entre los jóvenes del decil más alto, el 41% de ellos son ocupados con empleos de calidad, mientras que la cifra desciende al 1% en el decil más bajo.

El informe de Argentinos por la Educación pone sobre la mesa un tema doloroso: la inserción laboral. El estudio brinda datos concretos que suman esta variable porque el problema se potencia entre los jóvenes de sectores socioeconómicos bajos.

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“¿Cómo se explican estas diferencias? Hay que prestar atención al peso diferencial que tiene la secundaria a la hora de acceder a empleos de calidad en jóvenes. Incluso entre los jóvenes que se encuentran en el decil más rico, menos de la mitad consiguen empleo de calidad. Resulta alarmante cómo esto se profundiza entre quienes pertenecen a sectores socioeconómicos menos favorables”, plantea Guillermina Laguzzi, especialista en Educación y Trabajo de la Organización de Estados Iberoamericanos, en el informe.

A esa pregunta sumamos otras: ¿cuáles fueron las experiencias educativas de unos y otros?, ¿cómo alojaron estas trayectorias la vinculación con el mundo del trabajo? Dicho de otro modo, teniendo esta base, ¿cómo se concibe la construcción de un proyecto a futuro?

Al comienzo planteamos que quizá la educación estaba comenzando a instalarse en la agenda pública. El tiempo dirá si encontramos las respuestas a los interrogantes que se abren, si se evalúan aspectos como la inclusión y la equidad en el sistema educativo, así como para proponer políticas de mejora para integrar la educación y el trabajo, para convertir las expectativas de estudiar y trabajar en una realidad.

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