"Para muchos argentinos, el futuro está en el pasado"
El prestigioso sociólogo conversó con +P durante cerca de dos horas sobre las contradicciones que tenemos los argentinos como sociedad. Consolida la idea de una fuerza transversal para gobernar que contenga, por lo menos, a los dos partidos mayoritarios. Piensa que ésta puede ser una salida para la crisis estructural que vive el país.
Juan Carlos Torre es un referente de la historia argentina. Con título de grado de la Universidad de Buenos Aires, en Sociología; Doctorado, en l’École de Hautes Études en Sciences Sociales de París; y actualmente Profesor Emérito de la Universidad Torcuato Di Tella, Torre habla con una simpleza de aquellos grandes docentes de la vida.
La vicepresidenta Cristina Fernández se refiere en forma periódica a uno de sus últimos libros: “Diario de una temporada en el quinto piso”. Se trata de un trabajo muy útil para entender los desafíos que deberá enfrentar quien asuma la conducción de Gobierno del país.
Torre fue parte del gobierno de Ricardo Alfonsín (1983-1989), trabajando codo a codo con quien fuera, primero secretario de Planeamiento, y luego ministro de Economía de aquel entonces, Juan Vital Sourrouille. El libro relata la historia de una de las tantas frustraciones argentinas; el fracaso de un programa de estabilización económica que fue denominado “Plan Austral”, impulsado en junio de 1985. Tuvo un éxito inmediato en el control de la inflación, aunque pasajero antes de ingresar el país en una hiperinflación caótica que dio inicios en los primeros meses de 1989. A mediados de ese mismo año, con una economía en plena ebullición, el presidente Alfonsín tuvo que adelantar las elecciones y la entrega del poder para poder salvar la Democracia.
En una primera impresión, el rostro de Torres denota cansancio, presumiblemente, producto de las angustias propias que genera un convulsionado país, sumergido en crisis recurrentes que arrasan con toda voluntad al cambio.
Reflexionó por unas horas con +P intentando descifrar los ciclos que presentó la sociedad y la política de los últimos años. La coyuntura, lo preocupa. “Para romper esta inercia que lleva el país en materia política y económica necesitamos una fuerza transversal en la que estén presentes, como mínimo, los dos partidos o agrupaciones más importantes”, confió sobre el inicio de la siguiente conversación:
- ¿Qué escenario político y social ve hoy en la Argentina?
- Yo no veo la luz, no veo que se dibuje una madrugada en esta noche tan larga en la que estamos. Le confieso que no sé qué es lo que puede pasar.
-¿Pero cómo piensa que se puede salir de esta crisis estructural?
- Lo que yo deseo, y creo que puede ser una llave para este problema, es la creación de una coalición transversal, que incluya a peronistas y no peronistas. Esa es una fórmula que no se ha probado en la Argentina y es hora de recurrir a ella, porque todas las otras alternativas no funcionaron. A la vista de donde estamos, ésta puede ser la salida. Me parece que hay que juntar fuerzas a través de los dos grandes partidos de la vida política argentina. Tienen que desarmarse, redefinirse y converger hacia objetivos comunes. Yo sugiero ir por este camino. Ahora no puedo asegurar nada, pero por el otro camino sí puedo asegurar: repetir lo mismo no tiene posibilidad alguna de lograr el norte que necesitamos.
- ¿Cómo generar un punto de inflexión que nos permita torcer el rumbo?
- Esto se logra sobre la base de dos pilares: voluntad e inteligencia política. Pero a estos dos recursos hay que sostenerlos con una convergencia de centro, y ésta sería la que debería atravesar los dos polos que hoy existen en el mapa político argentino.
- Cuando hablamos de transversalidad nos remontamos inconscientemente a Néstor Kirchner que quiso hacer algo similar en medio de su mandato...¿Por qué puede tener éxito ahora?
- El expresidente intentó hacer eso y muchas cosas más. Pero volviendo a las diferencias; el gobierno de Néstor Kirchner quiso aplicar la transversalidad mirando hacia atrás; buscando repetir el pasado. Esta nueva alternativa que propongo mira hacia adelante. Sólo toma algunos matices de la historia.
- ¿Puede funcionar?
- No lo sé. No soy político, soy un sociólogo que opina en un contexto. Hay ensayos, hay conversaciones pero hoy por hoy es difícil que se dé...y por supuesto, este calendario electoral no ayuda porque está armado para sumar confrontación. Creo que después del resultado electoral, sea el que sea, habrá que sentarse y decir; bueno, ahora cómo hacemos. El que gane no puede gobernar solo, tiene que intentar algo más ambicioso; un acuerdo político entre las dos fuerzas para hacer una coalición transversal. Qué tengo en la cabeza...Chile, la coalición entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista; Alemania, Socialdemócratas y Demócratas Cristianos; España, en su momento de transición. Entonces cuando yo hablo de esto, si bien cada país es particular, trato de marcar sólo un perfil hacia donde pretendo que Argentina se mueva. Ahora fíjese puntualmente el caso chileno; ¿por qué se llega a eso? Porque hay una amenaza muy fuerte. Augusto Pinochet se fue, pero el “Pinochetismo” sigue vigente. Ahora, ¿ cómo recrear una amenaza para juntar en la Argentina a los que hasta hoy no tienen idea de hacerlo? Ése es el punto.
- ¿Cómo hace el ganador el 11 de diciembre para convocar en este escenario de crispación?
- Yo no puedo decir cómo hacerlo; yo sólo delineo un camino; los que pueden llevar a cabo esta idea son los responsables políticos y son ellos los que deciden el “timing” y la forma. Sería pretencioso de mi parte jugar el papel que le corresponde a ellos. Mi opinión es la de un observador comprometido, no de la tribuna propiamente dicha sino no me dedicaría a lo que hago que es estudiar historia; de esto salgo, de ese ámbito protegido, y comento mis ideas porque tengo una palabra pública. Un esquema de transversalidad con los dos partidos mayoritariamente adentro -que espero llegue más temprano que tarde- debe plantear un programa que no se resuma solo en reformas estructurales. Yo sé y entiendo que esta parte tiene que estar en el programa, pero tiene que haber un componente con la mirada hacia la gente que hoy está mal. ¿Van a empezar a tirar piedras?... y sí, van a volver a tirar piedras.
- ¿Se puede salir de esta espiral de desencanto?
- Por supuesto. Hubo ciclos bien marcados donde el país, luego de tocar un piso, se pudo levantar. En cada uno de esos ciclos seguramente hubo factores claves que definieron algo de viento a favor, pero también hubo inteligencia para saber abordar esos ciclos positivos, independientemente de quién los interpretó y de qué final tuvo cada uno de ellos. En el 2001 la sociedad exigió que se vayan todos, fue un colapso. ¿Qué hicieron los políticos? Regeneraron sus discursos. Y llegaron dos formidables propuestas; Néstor Kirchner, con cambios en la centralidad de su partido; Mauricio Macri reinterpretando a las filas no peronistas. Atrás quedaron el justicialismo tradicional y el radicalismo. Estas dos fórmulas que le dieron a la Argentina capacidad para moverse durante dos décadas, hoy día ya no van más. Por eso yo digo, mirando hacia adelante, busquen otra fórmula. Tenemos que regenerar la oferta política argentina. ¿Sobre que base? No haciendo chapa y pintura sobre los dos polos, que fueron muy eficaces en su momento y para determinados proyectos políticos, sino buscando armar otra alternativa...la transversalidad. Con ella tenemos la oportunidad de alargar el horizonte temporal. Nosotros tenemos que tener 1, 15 o 20 años trabajando con esta transversalidad y a velocidades distintas pero siempre con un mismo norte: una salida para la gente que necesita ya una respuesta, cambiando el rumbo de la economía con compensaciones sectoriales; y todo eso es corto y mediano plazo.
- ¿Qué define como compensaciones sectoriales?
- Cuando se mira a parte del país y su economía, lo primero que se dice es que la forma de producir que tienen ciertas empresas no funcionan. Y la mayoría de los políticos hablan de la posibilidad de reconvertirlas. Pero el tipo de reconversión que proponen no va, no existe. En un momento de la historia, cuando se conforma la Unión Europea se decidió que no todos los países iban a producir acero y definieron en ese entonces quiénes eran los más competitivos para ello. Al resto se le buscó otras actividades que pudieran desarrollar en forma competitiva y se los compensó. En la Argentina, en las últimas décadas nosotros hemos reconvertido actividades económicas que nunca llegaron a ningún lado. Todo esto requiere tiempo...y ¿Cómo se compra este insumo tan escaso hoy para la Argentina? Con medidas que permitan morigerar las presiones políticas, por eso la necesidad de una coalición transversal. Después necesitamos tiempo para intentar alejar temporalmente las expectativas.
- ¿Cómo se logra eso?
- No lo sé. Pregúntele a quienes saben. Lo que sí está claro es que los ciclos argentinos ingresan en terreno negativo cuando los políticos no pueden mantener la parada. Nos pasó a nosotros en el ‘86. Trabajamos como pudimos, dentro de las circunstancias que rodeaban al país y logramos algo increíble que fue controlar la inflación, pero no pudimos mantener esa parada. Para sostener lo que se va construyendo y avanzar en los cambios, se necesita pulso político y para ello hay que estar blindado, con un fuerte respaldo político; de ahí que se necesitan a las dos fuerzas mayoritarias en este cambio.
-¿E instituciones fuertes?
- Por supuesto. El programa debe estar respaldado por una democracia constitucional. Hablar de preservar la democracia meramente, significa hoy en la Argentina que el que tiene mayoría hace lo que quiere. Esto se observa claramente con la mayor parte de los gobernadores de las provincias: yo tengo mayoría y hago lo que quiero. Por lo tanto en este nuevo esquema no se trata solo de preservar la democracia solo como el gobierno de las mayorías, sino ampliarlos a una democracia constitucional donde el accionar político este limitado por los poderes del Estado que deben ser independiente. Así como observamos tensiones en el plano económico y social, también existen en el mundo institucional entre aquellos que hablan de una democracia institucional -con poderes de las mayorías limitados- y otros que hablan de un accionar sin límites tras el respaldo mayoritario del voto popular. Eso también deberíamos conversarlo.
- ¿Somos una sociedad muy demandante?
- Es formidable la capacidad de veto que tiene nuestra sociedad a los cambios. Una de las peculiaridades de la Argentina es que nos referenciamos mucho con el pasado. La prosperidad en algún punto de la historia nos tocó y nos creímos que en este país podíamos construir un paraíso social y económico. Esa era la noticia que había llegado a Europa a principios del siglo pasado. Empezó a venir una inmigración que prosperó, y no sólo lleno de dinero a los terratenientes sino a muchos humildes que luego se acomodaron como clase media en la sociedad. Abrió la posibilidad de construir una sociedad distinta en América Latina: una sociedad forjada en las clases medias. Sobre ella se van a montar nuevas experiencias y cada una va a recrear en las distintas generaciones una expectativa: ¿cuál? Tenemos todos el derecho de vivir mejor. Eso está en el ADN de los argentinos. La idea de echar una mirada atrás no es para referenciarnos con un pasado tenebroso. Cada cual va a encontrar allí retazos de un sueño argentino y ese sueño va a animar a unos y a otros. Si a eso le agregamos que es un país que crece protegido del mundo y potenciado por el largo brazo del Estado, se va creando una estructura de poder económico social muy potente. Pero cuando llega el momento en que estas cosas no funcionan, comenzamos a producir pobreza. Y aquí se produce otro fenómeno. Argentina era un país que no producía pobreza, eso era cosa de otros. Esa pobreza que tenemos, es organizada. Es el único caso en América Latina. Uno cuando recorre el continente observa que hay pobreza, pero está en la periferia y aquí vienen de la periferia organizados. De modo que volviendo a la mirada sociológica podemos decir que Argentina creo oportunidades fenomenales a partir de ciertos golpes de suerte, de un Estado generoso y eso quedó grabado en parte de la sociedad generando expectativas crecientes y la idea de que, para muchos, el futuro está en el pasado.
- ¿Se plasmó realmente en algún momento de nuestra historia el sueño de bienestar?
- Durante algunos ciclos la economía, con el brazo ejecutor del Estado, estuvo a la altura de satisfacer esas demandas, pero desde el ‘80 para acá estamos retrocediendo. Entonces, en la foto de hoy podemos ver un país que sigue en una pendiente hacia abajo, desde la mirada económica, pero con expectativas de bienestar por parte de la sociedad casi intactas. ¿Cómo se sale de este laberinto? Con un pacto que sea capaz de alargar el horizonte que hoy tiene el argentino. Qué quiero decir con esto: que esta sociedad tan exigente, tan demandante, sea capaz de, y tomo una palabra que se usa mucho en el plano de la psicología, abrazar la gratificación diferida, que es poder postergar las demandas de corto plazo, en la medida que se pueda. La pregunta de sentido común es: ¿por qué yo tengo que postergar mis demandas? La política debe dar esa respuesta. Esa demanda de volver a los años felices está. Yo creo que cualquier programa debería introducir la recuperación de parte de esa felicidad, no ignorar que existe esa añoranza, pero construyendo hacia adelante; con una política de movilidad social que permita más inclusión.
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