Detrás de cada fruta, una historia de vida
Los cosechadores que llegan año tras año a Neuquén desde el norte del país traen consigo historias de trabajo, sacrificio y sueños.
Juan José Debessa es oriundo de Termas de Río Hondo (Santiago del Estero) y trabaja desde 2006 en la cosecha de distintos tipos de productos a lo largo y ancho del país. Su experiencia es extensa y abarca la recolección de frutas, papas, ajos, cebollas y caña de azúcar, incorporando también tareas ligadas a la construcción y la electricidad. “He hecho de todo un poco”, asegura con una sonrisa en el rostro. Su satisfacción viene acompañada de la responsabilidad de ser sostén de una familia numerosa. Juan José cuenta que es papá de trece hijos, por lo que “la obligación me llevó a venir para este lado. Gracias a Dios, siempre me ha ido bien”.
Neuquén es una plaza importante para este tipo de trabajo. Durante los meses de diciembre a abril de cada año se recolectan poco más de 160 millones de kilos de frutas entre las 5.300 hectáreas de peras, manzanas y frutas de carozo implantadas en la provincia. No es poco.
Aunque reconoce que hay trabajos muy duros —como arrancar ajo o trabajar con hacha para hacer carbón—, lo que más le gusta es poder llevar la comida a su casa. “Cuando uno tiene plata, puede hacer muchas cosas. A veces voy a mi casa y veo una caja de manzanas, y me emociona pensar que eso lo coseché yo. Nadie imagina lo que hay detrás”, expresa con emoción.
Para Miguel Ángel Chávez, también de Termas de Río Hondo, la cosecha es exigente, pero tiene su recompensa. “Lo más lindo es poder trabajar, llevar el sustento a casa. Pensamos en la familia, en que estén bien, que los chicos estudien y tengan un futuro”, relata.
Como muchos, forma parte de un grupo de compañeros conocidos como “los golondrinas”, que son aquellos trabajadores que migran de su lugar de origen, temporada tras temporada, a puntos del país donde existe una oferta laboral temporal. “Esto parece fácil, pero no lo es. Todo se hace con cariño y mucho esfuerzo”, subraya Miguel Ángel.
Cristian Aguirre y Juan Hernández también vienen de Santiago del Estero. Llegaron jóvenes, traídos por sus padres, y se quedaron. Cristian no conoce otra chacra más que la que pisa en Neuquén. Juan aún no conoció a su hijo menor, que nació hace un mes, el pequeño Liam, y sueña con ese encuentro con mucha emoción. “La mente y el corazón están allá. Me espera mi señora y mis hijos. Eso es lo más lindo que nos pasa”, señala con añoranza.
Ambos trabajan la temporada y luego regresan a sus pagos, donde alternan oficios como la panadería o la construcción. “La gente debe saber que lo cosechamos con esfuerzo y voluntad. Que disfruten esa fruta, porque va con nuestras manos, nuestras historias”, indica Juan. Las jornadas comienzan temprano. A las 8 ya están en el campo. El ritmo es físico, exigente, constante. “Juntar del piso es lo más difícil”, repiten varios. Pero lo hacen día tras día. Por ellos, por sus hijos, por un futuro mejor.
Al ver una manzana en una góndola, quizás no imaginamos a Juan recordando que esa fruta salió de sus manos. Pero para él es motivo de orgullo y emoción: “Esta fruta va para el mundo entero, y me siento muy orgulloso de este trabajo”, destaca en otra parte de la conversación.
Un vínculo que trasciende lo laboral
El trabajo de los cosechadores no pasa desapercibido para los productores. José Almohalla, productor frutícola de Centenario, lo sabe bien: “Estamos en ‘La Isla’, una chacra emblemática para nuestra familia, iniciada por mi papá cuando tenía 19 años. Para mí, trabajar con él en este lugar tiene un valor inmenso. Compartir sus últimas vivencias como fruticultor y ver que uno de mis hijos estudia agronomía para continuar este legado me llena de alegría”.
Sobre quienes cosechan, no duda: “Esta gente que viene de Santiago, muchos de ellos desde hace 6 o 10 años, nos ha puesto el hombro. Son trabajadores con todas las letras, vienen a juntar el peso con voluntad y ganas. Son sinceros, ‘laburadores’, solucionan los problemas y siempre buscan salir adelante. Mi papá incluso viajó varias veces a verlos en sus pagos, en Termas. Se formó un vínculo que va más allá del trabajo; hay respeto, cariño y muchas buenas historias compartidas”.
Son los que cosechan el verano, los que le ponen el cuerpo a una parte invisible de la economía regional. Sus historias son el verdadero corazón de la temporada frutícola.
Fuente: Gobierno de Neuquén con aportes de la Redacción +P.
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