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El kiwi como alternativa productiva para el Valle

Un estudio del INTA muestra que existe potencial para la producción de Kiwi en la región del Valle de Río Negro y Neuquén.

En los últimos tiempos en la EEA Alto Valle de INTA se inició un recorrido para investigar y desarrollar un abanico de posibles cultivos para la diversificación, incluyendo fruta fresca, frutos secos e industriales, sin promover especialmente a ninguno de ellos. Considerando la inminente afectación del cambio climático sobre los sistemas agroproductivos, la diversificación agrícola busca lograr una mayor estabilidad económica para el productor, aumentar sus posibilidades de negociación, aprovechar la variabilidad ambiental y fortalecer el entramado económico de la región.

Como cultivo de fruta que mayormente se destina a fresco, una opción interesante es el kiwi, el cual se cultiva principalmente en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Aunque permite distintas formas de conducción, regionalmente se recomienda disponerlo en parral, debido a su necesidad de humedad ambiental.

Comienza a producir a los 3-4 años y se estabiliza a los 8-9 años. Los inviernos de la región permiten que se cumplan las horas de frío necesarias, entre 950 y 1.150, para una correcta brotación y floración pareja. Florece hacia octubre escapando al grueso de las heladas y se cosecha en abril, luego de la pepita. Requiere de plantas macho y la polinización es entomófila. Es recomendable el riego por microaspersión, que permite la lucha contra heladas, tanto otoñales como primaverales, a la vez que aporta a la humedad del ambiente en momentos de altas temperaturas y muy baja humedad relativa. La cortina rompevientos y la malla antigranizo, además de su uso directo, favorecerán también en este sentido.

De enraizamiento superficial, es sensible al anegamiento prolongado (varios días). Por lo tanto, quedan excluidos suelos poco profundos por capas compactadas, así como los de texturas finas. Aquellos con napa freática que alcanzan la zona radicular, con capas endurecidas subsuperficiales que dejen menos de 70 cm de profundidad, con malos desagües, quedan también fuera de consideración. No es tolerante a la salinidad. Por estas condiciones son recomendables los suelos arenosos cercanos al río.

Sanitariamente, es posible mencionar algunas enfermedades y plagas comunes a otras especies (cancros, necrosis, agallas y cochinillas, arañuelas, orugas), sin embargo, existe una enfermedad que es cuarentenaria, Pseudomonas syringae pv. Actinidiae, que tiene estatus de “ausente” en el país, y para la cual está declarado el estado de Alerta Fitosanitario en todo el territorio de la República Argentina (SINAVIMO).

Recuperar las tierras improductivas

Desde el INTA señalan que aquellas chacras que van quedando improductivas luego del abandono o del desmonte del frutal son factibles de ser recuperadas productivamente, y puestas nuevamente en valor a través de alternativas más rentables, aprovechando algunas ventajas competitivas (demanda insatisfecha, nicho comercial, adaptación, etc.).

En la región se pueden destacar condiciones agroecológicas que permiten gran variedad de actividades productivas, muchas de las cuales aún no han sido exploradas, y otras que, aunque conocidas, fueron abandonadas en algún momento. Entre sus fortalezas se pueden enumerar estaciones climáticas definidas, con altas temperaturas en verano y una buena cantidad de horas de frío en invierno, amplitud térmica diaria, baja humedad relativa (que asegura un bajo nivel de incidencia de enfermedades fúngicas).

Además, existen programas territoriales de sanidad con metodologías que permitieron bajar la carga de plagas y productos plaguicidas. La región cuenta con un sistema de riego y drenaje que mejora significativamente las condiciones naturales y con suelos, gracias a su variabilidad espacial, múltiples opciones de cultivo.

Fuente: INTA Alto Valle.

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