El puerto que supo ser grande: San Antonio Este y la fruta que ya no zarpa
Las exportaciones por el puerto de San Antonio Este volvieron a mostrar sensibles caídas en este primer cuatrimestre del año.
Las exportaciones de frutas por el puerto de San Antonio Este (SAE) no levantan cabeza. Cerrado el primer cuatrimestre del año, momento clave para marcar tendencias en la temporada, los embarques totales alcanzaron apenas 113.800 toneladas. Esa cifra representa una caída del 28 % respecto del mismo período del año anterior, y un descenso del 8 % en comparación con el promedio de las últimas cinco campañas (2020-2024).
Los números, fríos y directos, fueron difundidos por la Terminal Portuaria Patagonia Norte (TPPN), concesionaria del puerto desde hace décadas. Pero detrás de cada estadística se esconde una historia. Una historia de barcos que ya no llegan, de galpones menos iluminados, de trabajadores que cruzan miradas silenciosas esperando que algo cambie.
La tendencia a la baja es sostenida y visible. Los embarques desde SAE no han vuelto a tocar los niveles de mediados de los 2000. En los primeros cuatro meses de 2005, las colocaciones externas —de frutas y hortalizas— totalizaban más de 401.000 pallets. Hoy, se exporta apenas una séptima parte de aquello. A simple vista, puede parecer solo una cifra más en una planilla de Excel. Pero para quienes viven en la región, ese número significa menos movimiento, menos empleo, menos esperanza.
No hay grandes diferencias mes a mes. La estadística se repite con persistencia, como una marea baja que ya no vuelve. La gráfica adjunta muestra que marzo volvió a ser el mes pico de embarques —tanto en 2024 como en 2025—, pero con una particularidad inquietante: en todos los meses del primer cuatrimestre, las colocaciones de 2024 superaron a las de 2025. La curva no solo baja, sino que lo hace más rápido.
“Estas son las tendencias que presentará el puerto en los próximos meses, acercándose al cierre de la temporada”, confió una fuente empresaria del sector. El tono fue más resignado que analítico.
Detrás de esta caída no hay una única causa. La crisis estructural que atraviesa la fruticultura en Río Negro y Neuquén hace más de dos décadas es un factor central. La producción de peras y manzanas en el norte patagónico se desplomó en más de 600.000 toneladas en apenas 20 años. No solo se produce menos, sino que también se vende menos afuera. Y el puerto lo refleja con crudeza.
Las políticas económicas de los distintos gobiernos nacionales tampoco han ayudado. Más bien, han funcionado como un peso adicional. Medidas con sesgos marcadamente anti-exportadores, restricciones cambiarias, cargas impositivas y falta de incentivos terminaron empujando a muchas empresas a mirar hacia adentro. Exportar dejó de ser negocio. El mercado interno, aunque más limitado, ofrecía mayor previsibilidad. Y para muchos, ese fue el camino inevitable.
Nuevas salidas para las exportaciones
Al mismo tiempo, surgieron nuevos actores en el tablero del comercio marítimo global. La aparición y consolidación de los mercados asiáticos como grandes demandantes de frutas cambió las reglas del juego. Las empresas buscaron rutas más cortas, puertos con menor costo logístico, tiempos de tránsito más competitivos. En ese reacomodamiento, San Antonio Este fue quedando al margen.
Los tres gráficos que acompañan esta nota muestran con claridad lo ocurrido: una caída sostenida en la participación del SAE en las exportaciones de peras y manzanas del norte patagónico. Las gráficas toman como referencia los primeros cuatrimestres de 2015, 2020 y 2025. El resultado es elocuente: mientras otros puertos crecen o se mantienen, San Antonio Este pierde protagonismo.
En paralelo, surgieron nuevas alternativas de salida: Buenos Aires, Bahía Blanca y, en particular, los puertos chilenos, que ofrecen costos competitivos y acceso directo a los mercados del Pacífico. Hoy, el transporte marítimo se ha diversificado tanto que competir sin una logística eficiente se volvió casi imposible.
Y mientras el comercio global se transforma, en San Antonio Este el tiempo parece haberse detenido. La postal habitual del puerto —camiones descargando fruta, operarios en movimiento, grúas activas— es cada vez más escasa. Muchos de los que trabajaban allí desde jóvenes dicen que ya no es lo mismo. Que antes, en esta época, no se podía caminar del movimiento que había. Hoy, sobra espacio. Sobra tiempo.
“Verlo así, vacío, es como ver apagarse una parte de nuestra historia”, cuenta Rubén, un trabajador portuario con más de 30 años en el sector. “Yo crecí acá, mis hijos también. Nunca pensé que íbamos a vivir esto. Nos quitaron el futuro de a poco, y casi sin darnos cuenta”.
El impacto económico se nota en toda la región. Menos fruta exportada significa menos ingresos para los productores, menos trabajo para los estibadores, menos movimiento para las empresas de logística, para los comercios, para las familias. Es una cadena que se resiente desde la raíz. Y lo que está en juego no es solo una terminal portuaria, sino un modelo económico completo que fue orgullo del Alto Valle durante décadas.
Sin embargo, aún hay quienes creen que puede haber un giro. “No todo está perdido”, dicen algunos. Con voluntad política, inversión en infraestructura, acuerdos comerciales inteligentes y una visión a largo plazo, el puerto podría recuperar parte de su protagonismo. Pero el reloj sigue corriendo, y cada temporada perdida es una oportunidad que no vuelve.
La fruta ya no espera. Ni los mercados. Ni los barcos. El desafío para San Antonio Este es claro: o se reinventa, o quedará como un recuerdo más en la memoria de una región que supo mirar al mundo desde sus muelles.
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