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Enríquez: “Cuando uno piensa en grande los sueños se hacen realidad”

Proveniente de una familia de productores pioneros del Alto Valle, Carlos Enríquez hace 11 años volcó todo su expertise en la producción de cerezas para exportación a gran escala. ¿Cómo fue su camino?

Carlos Enríquez forma parte de la tercera generación de una familia de inmigrantes españoles, que vinieron a Neuquén y se dedicaron en un principio a la producción de hortalizas en el Alto Valle. Este espíritu emprendedor hizo que, en 1961, la familia Enríquez formara parte de los comienzos de la empresa Moño Azul S.A.

A esta gran empresa frutícola se incorporó Carlos a los 20 años de edad, mientras estudiaba en la Facultad de Agronomía en Cinco Saltos. Luego de recibido, ocupó distintos cargos técnicos, en la Gerencia y en el Directorio de la compañía.

“Después de 25 años me retiré de Moño Azul y tomé un camino independiente, siempre relacionado con la fruta y la comercialización. Algunos años más tarde, entre el 2005 y 2010, tuve la gran oportunidad por su escala y complejidad de ser parte como CEO de liderar un proyecto muy aspiracional que fue Salentein Fruit, una empresa holandesa. Fueron años muy lindos, de mucho aprendizaje, de desafíos muy grandes para todo el equipo que conformamos en ese entonces”, recuerda Enríquez.

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Carlos junto a su padre, Manuel Enríquez. Foto: gentileza Carlos Enríquez.

Carlos junto a su padre, Manuel Enríquez. Foto: gentileza Carlos Enríquez.

“Una buena bandeja de cerezas”

En los años 70 venían los clientes europeos de Moño Azul (escandinavos, holandeses e italianos), a comprar la fruta en los meses de noviembre y diciembre. “La única fruta que había en ese momento disponible, que estaba recién cosechada digamos, era la cereza, porque es la primera fruta que sale acá. Entonces ofrecíamos como postre una buena bandeja de cerezas”, rememora Carlos Enríquez.

Su padre Manuel había desarrollado un proyecto arriba en la barda. “La idea era demostrar que, en la planicie con miles de hectáreas improductivas, se podían desarrollar cultivos de muy buena calidad mediante el bombeo de agua a 40 metros de altura. Se hizo una experiencia con distintos tipos de cultivos, uno de los cuales era la cereza. Y la verdad que era un producto fantástico”, asegura y reconoce que allí nació el enamoramiento por esta fruta.

“Cuando me alejo del proyecto de Salentein Fruit en 2010 me tomo un año sabático y pienso qué es lo que quisiera hacer en los próximos diez años”.

Ya hacia el año 2012, la situación del país era compleja, sin embargo, toda esa experiencia que venía del trabajo profesional de tantos años de actividad en el rubro, fueron fundamentales para comenzar a pensar algo distinto en la zona. Es allí donde Carlos visualiza la gran oportunidad que era la cereza de exportación, ya que aparece en el radar un mercado gigante que es China.

“En ese momento China tenía una población de aproximadamente 150 millones de personas con poder adquisitivo para este tipo de producto premium, con tasas de crecimiento del 8% anual. Coincidía con las fechas del año nuevo chino y, al ser un fruto rojo, representa la buena suerte, la prosperidad y felicidad para ellos, también lo aprovechan para regalos familiares en esas fechas” explica Carlos, quién ya viajó varias veces y pudo adentrarse en esta cultura.

Para ese entones, la logística tanto aérea como marítima ya estaba mucho más desarrollada, empezaba a tener un protagonismo muy importante, “lo que hacía muy viable y abría una gran oportunidad, para diseñar un proyecto de cerezas a gran escala en nuestra zona”.

Las experiencias locales desde lo productivo eran inmejorables por su calidad. Solo faltaba para cerrar el proyecto comenzar a negociar con el gobierno chino un Protocolo fitosanitario, para ingresar la cereza sin restricciones como lo estaba haciendo Chile.

“Sin embargo, yo no tenía los medios económicos para poder llegar a armar ese gran proyecto de escala que se necesitaba para exportar las cerezas, y es allí que se suma al proyecto el Ing. Alfredo Poli como socio inversor, que venía del rubro petrolero y que confió en este gran desafío aportando no solo capital sino también su experiencia y visión de negocios a gran escala”, reconoce Enríquez.

“Yo ponía lo que ya tenía, que eran mis chacras y el expertise del negocio, y él puso el capital para darle escala al proyecto y ya llevamos 10 años de una relación personal y de socios excelente. Me ayudó a cumplir un sueño profesional y personal”, hoy conformado en la empresa Vista Alegre S.R.L.

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En 2013, Vista Alegre envía cerezas patagónicas por primera vez a Hong Kong.

En 2013, Vista Alegre envía cerezas patagónicas por primera vez a Hong Kong.

De Neuquén a la China en 28 horas

En los inicios, el proyecto original establecía un desarrollo de 140 hectáreas y terminaron siendo cerca de 200. “Las primeras cerezas fueron de las chacras mías que ya estaban en producción. Y eso nos ayudó también como flujo de fondos para empezar con la exportación comercial”, explicó Carlos Enríquez.

En el año 2013 Vista Alegre S.R.L. junto a otros productores de la zona, enviaron el primer avión de cerezas desde el Aeropuerto de Neuquén, en un Boeing 747, con 100 toneladas de cerezas. Ese avión fue desde Neuquén a Miami y desde Miami a Hong Kong.

“Entonces, cuando uno piensa en grande, los sueños se hacen realidad” dice orgulloso y agrega que “hacer realidad algo desde la misma cuenca de producción hasta el mercado final en 28 horas fue fantástico”.

Otro de los factores importantes que permitió la viabilidad en el tiempo de todos los proyectos de cereza en Argentina, fue la aprobación del protocolo fitosanitario con China.

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Carlos, junto a su socio Alfredo Poli.

Carlos, junto a su socio Alfredo Poli.

“Durante el gobierno del presidente Macri, en 2018, quien tuvo una intervención personal con Xi Jinping, el presidente de China, y aprovechando que ese año se realizaba la reunión del G20 en Buenos Aires, logramos convencerlo de que necesitábamos firmar ese Protocolo, cosa que, en seis meses, en tiempo récord, se logró firmar y a partir de ahí Argentina pudo exportar a China, si no hubiésemos podido hacer eso, hoy nuestros proyectos no existirían” reconoce Enríquez.

Hoy la empresa exporta a Europa, EEUU, Canadá y principalmente, a China, la cual ha crecido a 650/700 millones de personas con poder adquisitivo de comprar este producto Premium. Para esta temporada estiman una producción de unas 1.500 toneladas de cerezas y una ocupación durante la cosecha, entre 600 y 700 personas, aproximadamente.

Luego de tres generaciones de trabajo dedicadas a la fruticultura, actualmente uno de los hijos de Carlos, Tomás, trabaja en la empresa. Sobre este hecho reconoce que, si bien están de acuerdo en qué hacer, las diferencias en las distintas generaciones se ven en el cómo hacer las cosas.

“Lo que me enseñaron mis padres y abuelos es la excelencia, nunca se conformaban con los resultados siempre iban por más y por ser mejores. También el valor de la palabra y la relación humana con los proveedores, con los clientes” recuerda Enríquez sobre sus ancestros y remarca como valores de su familia, la confianza, el compromiso, la responsabilidad y la pasión a través de los años.

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