La crisis alcanzó a la producción de peras italianas
En muchas regiones se están arrancando miles de árboles porque las explotaciones ya no son rentables. El cambio climático y la importación son las variables que más mencionan los productores a la hora de evaluar el complejo escenario que atraviesan.
Cuando comenzó el cultivo de peras en Portomaggiore, en la provincia de Ferrara, Gianluca Vertuani no pensó que trece años después se vería obligado a arrancar miles de árboles. Él y sus socios dejaron la producción en las ocho hectáreas de su explotación. “Hasta hace diez años podíamos sobrevivir, hoy ya no”, afirma con cierta resignación. El año que viene Vertuani, que también es presidente de Confagricoltura Ferrara, aún no sabe qué cultivará.
El suyo no es un caso aislado en la zona de Ferrara, provincia donde históricamente se ha concentrado la producción de pera italiana, en particular de una apreciada variedad llamada Abate Fetel, conocida como la “reina de las peras”.
Muchos otros fruticultores, aquí como en otras provincias, han decidido arrancar los árboles porque este tipo de cultivo ya no es tan rentable como antaño debido a los numerosos problemas vividos en los últimos años. En ello tiene algo que ver el cambio climático, que ha aumentado la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, pero también el aumento de los precios de la energía y la falta de competitividad de las peras en el mercado.
La producción italiana de peras lleva años disminuyendo. Las regiones donde se produce más pera son Emilia-Romana, que concentra el 66% de las peras italianas, Véneto (11,5%) y Sicilia (6,7%).
Emilia-Romana es una región muy adecuada para el cultivo de esta fruta porque la planta del peral es capaz de adaptarse especialmente a zonas de clima templado y suelos poco calizos. La presencia de tantas explotaciones en la provincia de Ferrara, sin embargo, no tiene sólo una razón climática: en el siglo XX, varios agricultores de Ferrara decidieron centrarse en las peras y comenzaron así una tradición que dura al menos tres generaciones. Con el paso de los años, las variedades y métodos para cultivarlas han ido cambiando, pero hasta hace al menos cinco años la producción de peras era importante, a pesar de ser una fruta menos rentable que otras.
Los primeros signos de las dificultades que se evidencian hoy se remontan al bienio comprendido entre 2014 y 2016, cuando las peras italianas comenzaron a perder competitividad frente a las importadas del extranjero, especialmente de China y del norte de Europa. Muchas empresas italianas se vieron obligadas a limitar las inversiones en investigación, que eran esenciales para mejorar el producto y los cultivos. El resultado es que los espacios de mercado conquistados durante décadas de trabajo pronto fueron ocupados por otros países. “Hubo una crisis de precio: las cotizaciones bajaron”, explica Vertuani. “Seguimos trabajando manteniendo un buen nivel de producción, pero la remuneración ya no era tan adecuada como en el pasado”, agregó.
En esta misma línea se expresan los responsables de UNAPera, la mayor asociación europea de esta especie, que reúne a más de 5.000 empresas agrícolas en más de 8.500 hectáreas, lo que equivale de media al 70% de la producción de Emilia Romana. Dispone para este año de unas 30.000 toneladas de producto para el consumo en fresco, lo que equivale a un tercio de los del año pasado, cuando la cosecha se situó en 90.000 toneladas. Si consideramos que Italia puede contar este año con aproximadamente 50.000 toneladas de producto para el mercado fresco, frente a un potencial de consumo que es más del doble, “nos damos cuenta de lo dramático de la situación”, destacan desde la organización.
La caída de la producción, especialmente en Emilia Romana, es una tendencia que se ha consolidado en los últimos años, principalmente por la reducción de las hectáreas cultivadas: de 18.500 en 2017 se ha pasado a las 12.000 actuales. Un declive dictado por las dificultades técnicas ligadas a este cultivo, inducidas en gran medida por las adversidades climáticas. Más allá de catástrofes excepcionales, como la inundación de este año, el peral es una planta que sufre especialmente el aumento medio de las temperaturas, que a menudo conduce a un despertar vegetativo prematuro, con efectos catastróficos si se producen heladas durante la floración o incluso después de la aparición de los pequeños frutos.
Frente a este complejo escenario, el Consorcio para la Protección de la Pera IGP Emilia Romana continuará con el proyecto de relanzamiento, a través del nuevo slogan de campaña: “Pera IGP Emilia Romana. Una excelencia que hay que salvar”, protagonista de la campaña de prensa desde principios de octubre en las distintas plataformas de comunicación.
Clave, según detallan, es la colaboración con el mundo de la distribución, estratégica , ya que se ha mostrado muy dispuesta a apoyar los proyectos del Consorcio a través de actividades de comunicación en los puntos de venta de las principales marcas del comercio minorista.
Pero, pese a estos esfuerzos, los productores de peras italianos son conscientes de que no están garantizadas las condiciones para revertir el crítico escenario por el que atraviesan.
Nuevas enfermedades
Desde 2019, se han incrementado los problemas que han afectado fuertemente a la calidad de las cosechas y por tanto al rendimiento final.
Han aumentado los casos de mancha marrón, provocada por el hongo parásito llamado Stemphylium vesicarium. La enfermedad se reconoce porque provoca síntomas evidentes como la presencia de manchas oscuras en las hojas, ramas y cáscara de las peras. Las toxinas del hongo provocan una necrosis progresiva de los tejidos de la pera, haciéndola efectivamente invendible. “Es una enfermedad que se conoce desde hace 30 años”, explica Carlo Alberto Roncarati, agricultor, ex presidente de la Cámara de Comercio de Ferrara, propietario de una empresa agrícola que se extiende por cuarenta hectáreas (unos 100.000 árboles). “Hasta hace unos años logramos mantenerlo bajo control. Hoy en día, ya no invierte en un sector tan residual como es la invesigación, por lo que nos vemos obligados a utilizar los mismos productos, con moléculas antiguas, a las que el hongo ha aprendido a resistir”.
Otra consecuencia de la disminución de la inversión en investigación tiene que ver con la conservación de las peras. Hasta 2017, año en el que fue prohibido por la Unión Europea, se utilizaba un antioxidante, la etoxiquina, que permitía conservar las características de la fruta para los consumidores. Hoy en día se utilizan compuestos químicos alternativos que no garantizan los mismos resultados: de hecho, el proceso de maduración se ralentiza hasta el punto de hacer que la fruta sea más dura, menos sabrosa y, por tanto, menos apta para el mercado.
En 2019, los cultivos resultaron dañados por una infestación del chinche asiático (Halyomorpha halys), un insecto originario del este de Asia: sus picaduras comprometen irreparablemente las peras hasta el punto de pudrirlas. Hasta ahora, las defensas contra la chinche asiática, como la introducción de otros insectos para combatirla, productos químicos y la colocación de mosquiteros, no han sido muy eficaces.
Fuente: Ilpost.it/corriereortofrutticolo.it
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